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martes, 8 de enero de 2019

La historia de Rab Elitub con el Rebe - Hablando su mismo idioma


El rabino Shimon Elituv lideró una gran comunidad en Argentina, pero cuando la falta de Jinuj se volvió un problema, se dirigió al Rebe.


El rabino Shimon Elituv es el rabino de Mevaseret Tzion y del Consejo Regional de Maté Biniamin, que administra 42 asentamientos en Shomron, Israel. Fue entrevistado por el proyecto My Encounter de JEM en su casa en Yerushalaim en febrero del 2013.


Mi padre, el rabino Yosef Rajamim, emigró a Israel desde Marruecos en el año 1911, y se estableció en la Ciudad Vieja de Jerusalén, donde nací en 1937. A pesar de la gran pobreza y las difíciles condiciones de seguridad en ese momento, mis padres insistieron en que mis hermanos y yo nos dediquemos al estudio de Torá. Me enviaron a la Yeshivá de Novardok en Hadera, donde permanecí durante cinco años, hasta 1952, cuando mi hermano Meir me influenció a pasarme a la Yeshiva de Jabad en Lud.

Recibí una cálida bienvenida en la Yeshiva de Jabad, aunque provenía de un entorno muy diferente al de la mayoría de los otros estudiantes. Ellos eran principalmente hijos de familias de Jabad de Rusia, mientras que yo venía de una familia sefaradí con raíces en Marruecos, y luego estudié en una yeshivá Litaí (lituana), bastante en contraste con las sendas jasídicas. Los que provenían de un trasfondo de yeshivá lituana se preguntaban cómo podía un joven de quince años como yo profundizar en las enseñanzas jasídicas tan profundas que se encuentran en la Kabalá. Sus preguntas me incomodaban, pero cuando se lo pregunté a mis maestros, me aconsejaron que sería mejor si le escribía al Rebe al respecto.

Y así fue como comenzó mi extensa correspondencia con el Rebe. Esto fue apenas unos años después de que el Rebe asumiera su liderazgo en Jabad, y solía responder a todas mis cartas en detalle.

Pero incluso más tarde, cuando se volvió muy ocupado, el Rebe siempre advertía si pasaba mucho tiempo entre mis cartas. En los años siguientes, hubo un período en el que no recibí ninguna respuesta de él, por lo que, para no agobiarlo, decidí dejar de escribir. Por lo tanto, me sorprendió recibir una carta de él con una posdata con su propio puño y letra: "Tu silencio... me es sorprendente, y me entristece que estés haciendo una conjetura, basada en la falta de cartas que fueron enviadas desde aquí, que estoy sobrecargado con asuntos o problemas, etc."

Fue entonces cuando me di cuenta que el Rebe le prestaba mucha atención a cada carta que recibía, incluso si no tenía tiempo para responder personalmente a cada una como en años anteriores. Así que seguí escribiéndole e informándole acerca de mis actividades.

Durante los seis años que estudié en la yeshivá de Jabad, me involucré en varios programas educativos para jóvenes locales en las horas extracurriculares. Una vez vino un fotógrafo y nos tomó una foto, e incluí esta foto con una de las cartas que le envié al Rebe, quien me contestó: "Me complació ver la fotografía, especialmente porque fortaleció mi opinión de que si te dispones a dedicar tu energía al campo de la educación, tendrás éxito." Recibí un gran estímulo de esta respuesta, la cual me llevó a dedicar los talentos y aptitudes que pudiera tener en torno a la educación judía.

Cuando llegué a la edad de contraer matrimonio y me comprometí, la alegría que sentían mis padres se vio severamente opacada por su incapacidad de realizar (y costear) una linda boda. Con siete hijos y un pequeño ingreso, ¿cómo podrían ayudarme a establecer un hogar, amueblarlo y pagar los gastos de la boda también? Entonces, por su propia iniciativa, mi madre decidió escribirle al Rebe acerca de esta situación. El Rebe tomó el asunto en sus propias manos y el resultado fue que la Yeshivá le dio a mi madre el dinero para comprar muebles para nosotros, y un adinerado donante sudafricano contribuyó con mil dólares para pagar nuestra boda.

En los primeros años de nuestro matrimonio, mi esposa y yo nos dedicamos a la docencia, primero en Kiriat Gat y luego en el asentamiento desértico de Brosh, como parte de la red Oholei Yosef Itzjak de Jabad. Más tarde, debido a la presión financiera, aprendí el oficio de Shojet y viajé con esta capacidad a Yugoslavia, Rumania y Argentina.

Mientras estuve en Argentina, dirigí también un seminario para maestros y brindé clases de Torá a la comunidad Sefaradí en Buenos Aires. Después de un tiempo, fui nombrado rabino de la sinagoga de Sucat David, importante comunidad compuesta principalmente por judíos de Siria. Dirigí una campaña de construcción para erigir un gran y digno Knis, que hoy se encuentra entre los más populares de la ciudad.

En 1974, viajé a Nueva York y tuve el privilegio de conocer al Rebe en persona. La audiencia privada duró solo unos 15 minutos, pero fue una experiencia única en la vida. Entré con temor, que se derritió cuando el Rebe me saludó con una sonrisa de todo corazón. Habló acerca de la simple fe que tienen los judíos sefaradíes, y me instó a aprovechar el gran respeto y estima que sienten hacia los rabinos para fortalecerlos en áreas de la religión que puedan haberse debilitado.

Señaló que todavía son fuertes en mantener el kashrut y la asistencia al templo en Shabat y los días festivos, pero necesitaban estímulo para mantener las leyes de pureza familiar y mejorar su educación en Torá. El Rebe también habló sobre la necesidad de trabajar con vigor para atraer a la generación joven a participar en los rezos de días de semana, para que puedan ocupar el lugar de la generación mayor que va disminuyendo.

Dado mi talento para los idiomas, el Rebe me instó a usarlo para difundir el judaísmo. Muchos de los judíos sefardíes de Argentina hablaban árabe, un idioma que aprendí en casa. Al mismo tiempo, el Rebe me sugirió que escribiera una columna semanal en Idish en el periódico popular de Argentina, un idioma que aprendí durante mis años de estudio en la Yeshivá en Lud.

Cuando regresé a Buenos Aires, descubrí que también había una estación de radio judía en la ciudad que transmitía programas en los diferentes idiomas que se hablaban en la comunidad y, siguiendo el consejo del Rebe, di clases de Torá en español, árabe e Idish, usando este medio.

También viajé por todo el país, hablando ante diferentes audiencias, y publiqué materiales informativos sobre diversos temas. Estas iniciativas dieron sus frutos, y muchos hogares se fortalecieron en su judaísmo como resultado del despertar que el Rebe causó en mí durante esos años. Con su guía, logré influenciar sobre muchas mujeres a que observaran las leyes de la pureza familiar y convencí a varias familias para que cambien a sus hijos a escuelas religiosas, impidiendo así su asimilación.

Toda esta actividad implicó mucho esfuerzo, pero sentí que la bendición del Rebe me dio una fuerza más allá de los límites humanos naturales. Además, continuó animándome y exigiéndome más. Durante este período, cada carta mía recibía una respuesta inmediata del Rebe, con orientación específica para mis actividades.

A medida que nuestros hijos crecieron, mi esposa y yo nos vimos obligados a enviarlos a Israel para una educación que faltaba en Argentina. Estar tan lejos de ellos fue muy duro para mi esposa, quien le escribió al Rebe al respecto. Me dijo: "Haz tal como tu esposa lo desee" y así, después de 10 años, regresamos a Israel, donde continué enseñando Torá y trabajando en pos de la educación judía.

Siento que, a lo largo de los años, el Rebe me colmó e inundó con un tremendo amor paternal, que me dio mucha fuerza. Creo que ahora, al igual que entonces, el Rebe todavía está conectado con sus Jasidim, y nos da fuerzas para acelerar la llegada de la Redención Final. Que venga pronto en nuestros días, Amén!

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