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martes, 12 de marzo de 2024

Maamar Im Ruaj Hamoshel 5684 en Español

Maamar Im Ruaj Hamoshel 5695

sábado, 2 de marzo de 2024

La cadena de Méritos de una Mitzvá

Todas las mañanas el carnicero observaba el modo de proceder del Shamesh, y un deseo y envidia sana comenzó a invadirlo por dentro, hasta que se dirigió al Shamesh y le ofreció un trato.


Esto sucedió en la ciudad de Donaiska Strada (Serdhely como la llamaban los Yehudim) al sur de Eslovaquia. Muy temprano por la mañana el Shamesh se ocupaba de encender las lámparas de aceite del Shul. Y cómo lo hacía... Era un yehudi temeroso de Hashem, y un Oived Hashem con sinceridad y simpleza, cuando se disponía a encender las lámparas primero se ceñía su Gartl y rezaba una pequeña y emotiva plegaria que él mismo había compuesto: "Leshem Ijud Kudsho Brij Hu Ushjintei, me dispongo a encender e iluminar el Beit Hakneset."
Y agregaba: “Yehi Ratzón, que sea considerado como si hubiera puesto todas las Kavanot e Ijudim en este encendido que pensaba el Kohen Gadol cuando encendía las Nerot del Beit Hamikdash."

El carnicero también solía madrugar, ir al Shul y leer capítulos de Tehilim. El carnicero era un hombre sencillo y común, y no sobresalía en Torá o Jasidut. Sin embargo, cuando veía al Shamesh en su proceder, se llenó de un sentimiento de Kedushá y de una envidia sana por el gran privilegio que le había tocado al Shamesh.
Como hombre de acción, se volvió hacia el Shamesh y le ofreció un trato: "Te pagaré un Dorado por cada día que me cedas el derecho a encender las lámparas del Shul."

El Shamesh se encogió de hombros. "No me interesa el dinero, la Mitzvá no está a la venta", respondió brevemente. Pero el carnicero no desistió. Al día siguiente regresó al Shamesh y formuló la misma oferta. Y así también los días siguientes.

En aquellos días vivía en la ciudad el rabino Yehuda Asad, uno de los más grandes rabinos de Hungría. Cuando el Shamesh vio que el carnicero no lo dejaba, decidió llevar el asunto a la decisión del Rab.

Después de considerar el asunto, el rabino dictaminó: "Si, tal como dices, todas tus acciones son sólo Leshem Shamaim, de forma desinteresada y no para recibir una recompensa, entonces Ahabat Israel también es una gran Mitzvá. Mi consejo, por lo tanto, es que cedas el privilegio de encender las lámparas al carnicero." E inmediatamente continuó: "Pero no uses el dinero que recibas del carnicero, sino guardalo en una caja especial. Un día te garantizo que podrás usar el dinero para alguna otra Mitzvá."

Aunque la Mitzvá le era muy preciada, aceptó la decisión del rabino al respecto. Desde entonces, todos los días el carnicero se presentaba en el Shul a la hora indicada, le pagaba al Shamesh una moneda de oro y encendía las lámparas.

El carnicero no sabía nada de la participación de Rabí Yehuda Asad en el asunto, y que todo se realizaba bajo su instrucción. 

El Shamesh también cumplió la segunda parte de las indicaciones del Rab. Las monedas que recibió las fue guardando en una caja especial que se seguía llenando todos los días. Nunca sacó de allí una sola moneda.

Pasaron unos años. Mientras tanto, la situación financiera del carnicero empeoró, luchaba por su sustento. Su angustia aumentó aún más cuando llegó el momento de casar a su hija. A pesar de todos sus esfuerzos, no pudo reunir los honorarios de la dote que se había comprometido a pagar.

Una mañana el Shamesh lo ve al carnicero llorando amargamente. Le pidió una explicación, y el carnicero le contó que la suerte le había dejado de brillar
 "¿Qué haré? ¿Cómo llevaré a mi hija a la Jupá?", se preguntaba con dolor. "¡He prometido una dote y mi corazón está lleno de preocupaciones por la reacción de la familia del novio!"

El Shamesh corrió hacia Rabí Yehuda Asad y le contó lo que había oído del carnicero. "Por favor, tráeme la caja de Dorados que fuiste juntando", le dijo el Rab.

Un rato más tarde el Shamesh tenía en sus manos la caja llena de monedas.  "Vayamos juntos al carnicero", le dijo el Rab. Se puso el abrigo y salieron en dirección a la carnicería.

El carnicero se sorprendió al ver al Rab y al Shamesh de repente en la puerta de su local. "¿Cuál es la suma que te comprometiste?", le preguntó el rabino al carnicero. El hombre mencionó el monto que necesitaba y el Rab ordenó al Shamesh: "Abre la caja y vacía su contenido sobre la mesa."

Después de hacerlo, se le pidió que cuente las monedas. El Shamesh contó las monedas ante los ojos del Rab y ante los ojos del carnicero: el monto total de las monedas de oro coincidió exactamente con el monto de la dote que el carnicero prometió a sus consuegros.

"Ahora ha llegado el momento de que los dorados cumplan su destino", le dijo el rabino al Shamesh. "Después de que fueron utilizadas una vez para la Mitzvá de encender las velas del Shul, ha llegado el momento de que sean usadas para otra gran Mitzvá. Dáselas al carnicero, para que pueda casar con honor a su hija y llevarla a la Jupá con un corazón contento." El Shamesh hizo lo que le ordenó el rabino sin decir una palabra.

Rabí Yehuda Asad contaba la historia con admiración a sus alumnos y les decía: "Vean el Tmimut, la inocencia y rectitud del Shamesh, que aceptó renunciar a una Mitzvá que amaba y apreciaba tanto. Y vean cómo una Mitzvá realizada con Kavaná, leshem Shamaim, produjo y llevó a otras Mitzvot, como Ahabat Israel, Tzedaká y Hajnasat Kalá."


Fuente: Sijat Hashabua #1938 (Tetzave 5784)
Traducido por JasidiNews.

©JasidiNews 
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domingo, 25 de febrero de 2024

El niño cantante y sus amigos - Maise del Baal Shem Tov - (Purim Katan)



Purim en Mezhibuzh, el hogar del Baal Shem Tov, era un Purim único, sin comparación. Miles de personas venían de cerca y de lejos y no fueron sólo las grandes cantidades de comida y bebida lo que atraía a estas enormes multitudes. A lo largo del día, la Torá que fluía de los labios del Baal Shem Tov como agua que brota de un arroyo puro, y sus palabras calentaban los corazones de sus seguidores como el mejor vino.

Un tema de los favoritos para desarrollar era, por supuesto, Hamán, el villano de la historia de Purim, y su antepasado Amalek, el eterno enemigo del pueblo judío. Pero el Baal Shem Tov no estaba interesado en simplemente dar una lección de historia.

"Amalek todavía sigue vivo hoy", advirtió el Baal Shem Tov a sus jasidim. "Cada vez que experimentas una preocupación o duda sobre cómo Di-s está manejando el mundo, ese es Amalek lanzando un ataque suyo contra tu alma. Debemos borrar a Amalek de nuestros corazones cada vez que - y dondequiera - ataque para que podamos servir a Di-s con completa alegría."

Con eso, el Baal Shem Tov descendió entre la multitud y comenzó a mirar los rostros ansiosos de sus seguidores. Finalmente se encontró con un niño pequeño, hijo de Reb Meir Margolis de Lemberg. El Baal Shem Tov tomó al niño de la mano y lo llevó hasta la plataforma elevada en el centro de la multitud.

"Shoul, canta para los jasidim", le ordenó alegremente el Baal Shem Tov. "Muéstrales cómo servir a Hashem con un corazón puro y con total alegría."

El niño, que tenía una voz muy dulce, estaba ansioso por complacer al Tzadik. Como era Purim, comenzó a cantar la canción "Shoshanas Yaakov", que se canta después de la lectura de la Meguilat Ester. Mientras el niño cantaba, uno por uno los jasidim comenzaron a cerrar sus ojos y dejar que sus almas se dejaran llevar por la hermosa melodía. Animados por las palabras y su promesa de salvación, los corazones de los jasidim se llenaron de una gran alegría.

Finalmente el niño llegó al final de la canción y la multitud, de mala gana, se veía obligada a regresar a este mundo. Sin embargo, incluso el Baal Shem Tov se mostró reacio a dejar ir a este niño. Cuando Purim terminó, le pidió al padre que lo dejara permanecer en Mezhibuzh para Shabat.

Reb Meir se sintió honrado de que el Baal Shem Tov le haya tomado cariño a su hijo. También estaba seguro de que debía haber algún significado más profundo en la petición del Tzadik. Aun así, el niño aún no tenía cinco años y por eso al padre le preocupaba que el niño pudiera asustarse al quedarse solo con extraños.

"Por favor, no te preocupes, Tati", tranquilizó el niño a su padre. "Quiero quedarme aquí para Shabat. Prometo que incluso si me siento solo, no lloraré."

Ese Shabat transcurrió agradablemente, aunque los jasidim se preguntaban en secreto qué habrá detrás de la petición de su Rebe. El Baal Shem Tov se sentó con el pequeño Shaul y estudió Torá con él, y Shaul cantó una canción en cada una de las comidas. Pero si había algún misterio más profundo, no podían verlo.

Después de Shabat, el Baal Shem Tov llamó a dos de sus principales discípulos y el pequeño grupo escoltó personalmente a Shaul de regreso a Lemberg. La carreta viajaba velozmente por las carreteras cubiertas de nieve y los viajeros, como de costumbre, iban a muy buen ritmo.

Cuando los caballos tomaron una curva en el camino, los viajeros de repente vieron y oyeron señales de vida más adelante. Se acercaban rápidamente a una pequeña posada, desde donde se oían cantos y risas de borrachos.

"Detén el carruaje", gritó el Baal Shem Tov a su conductor.

Los dos seguidores del Baal Shem Tov se sorprendieron -y no se sorprendieron- por el comportamiento del Rebe. A simple vista no había nada inusual en la posada y, por lo tanto, no había razón para detenerse. Por otro lado, sabían que nada era lo que parecía cuando viajaban con el Baal Shem Tov.

El Baal Shem Tov tomó a Shaúl de la mano y entró en la posada, seguido por los dos jasidim. Los campesinos borrachos, que continuaban con sus cantos bulliciosos, no se percataron de los recién llegados. El Baal Shem Tov examinó cuidadosamente la escena durante unos momentos. Luego aplaudió ruidosamente y gritó: "¡Silencio!"

El grupo quedó tan sorprendido por esta inesperada interrupción que instintivamente obedecieron.

"¿Quieren escuchar un verdadero canto?" —tronó el Baal Shem Tov. "Escuchen a este chico cantar. Entonces sabrán lo que es cantar de verdad."

El Baal Shem Tov llamó a Shaul para que comenzara a cantar "Shoshanas Yaakov". El niño obedeció de inmediato, aunque no estaba seguro de por qué tenía que cantar su hermosa canción frente a todos estos campesinos borrachos. Pero por pequeño que fuera, Shaúl confiaba en el Baal Shem Tov y trató de llevar a cabo la orden del Tzadik de la mejor manera posible.

El niño concentró todos sus pensamientos en la letra y la melodía. Cantó más bellamente que nunca antes en su vida e incluso en estos lugares poco probables sus esfuerzos no pasaron desapercibidos. A pesar de su estado de ebriedad, los campesinos quedaron visiblemente conmovidos por el canto del niño y escucharon en respetuoso silencio hasta que llegó a la última nota de su canción.

Luego, el Baal Shem Tov hizo un gesto a tres jóvenes muchachos que habían estado jugando en un rincón de la posada a que se acercaran.

"¿Cómo te llamas?" preguntó el Baal Shem Tov a uno de ellos.

"Iván", respondió el muchacho.

"¿Y vos?" preguntó el Baal Shem Tov al segundo.

"Stefan", dijo el niño.

"Y tú, niño, ¿cómo te llamas?" dijo el Baal Shem Tov al tercero.

"Antonio", respondió el muchacho.

"Chicos, quiero presentarles a mi amigo", dijo el Baal Shem Tov, mientras acercaba a Shaul. 'Éste es Shaúl. ¿Les gustó su canto?"

"Oh, sí", exclamaron alegremente los muchachos campesinos.

"¿Les cayó bien Shaul?" continuó el Baal Shem Tov.

"Sí", respondieron los chicos.

"Bien, me alegra que les agrade mi amigo", dijo el Baal Shem Tov. "Pero por favor prométanme una cosa. Prométanme que siempre les agradará mi amigo Shaul y que siempre serán amables con él".

Los muchachos campesinos prometieron lo que dijo el Baal Shem Tov. Luego, sin más preámbulos, el Baal Shem Tov le indicó a su grupo que partiera.

Los jasidim y Shaúl rápidamente subieron al carruaje. El Baal Shem Tov llamó a su conductor para que condujera directamente a Lemberg y el viaje continuó sin más interrupciones.

Pasaron muchos años y el incidente quedó en el olvido.

Shaul, que ahora era un destacado erudito y un exitoso hombre de negocios, viajaba nuevamente por un camino cubierto de nieve, pero sus pensamientos estaban muy lejos de cantar canciones. Debido a cuestiones de negocios, se había visto obligado a viajar durante el ayuno de Ester que ocurre el día antes de Purim y ahora tenía prisa por llegar a casa a tiempo para la lectura de Meguilá.

Además de sus preocupaciones sobre llegar a casa a tiempo para cumplir la Mitzvá, también había otras preocupaciones. Las sombras se alargaban rápidamente y un peligroso sector de bosque se extendía entre él y su ciudad. Como este bosque era el lugar favorito de los bandidos, Shaul instó a su caballo a galopar aún más rápido. Pero sus esfuerzos por llegar a casa no tuvieron éxito. Cuando estaba aproximadamente a la mitad del bosque, su carruaje se vio obligado a detenerse repentinamente.

Un bandido saltó de un árbol y hábilmente agarró las riendas del caballo. Al mismo tiempo, otros dos bandidos corrieron hacia el carruaje y le indicaron a Shaul que bajara. Como Shaul pudo ver que los bandidos estaban armados con cuchillos largos y afilados, no tuvo más remedio que obedecer.

Los bandidos no tuvieron problemas para encontrar la bolsa de dinero que estaba en el suelo del carruaje. Y Shaul no tenía dudas de lo que sucedería después... Los bandidos nunca dejan que sus presas escapen con vida. Como sabía que solo le quedaban unos pocos momentos más en esta tierra, Shaul suplicó a los bandidos que al menos le permitieran decir la plegaria del Vidui, la confesión final, para poder devolver su alma a su Creador en paz.

"Reza todo lo que quieras", respondió insolentemente el líder de la pandilla, "pero eso no te ayudará".

Mientras los bandidos se dividían las monedas de oro, Shaúl, entre lágrimas, hizo sus cuentas finales con su Creador. Cuando terminó se permitió pensar, por última vez, en su familia, que lo estaba esperando. A esta altura, la gente en el pueblo estaría dirigiéndose al Shul para escuchar la lectura de la Meguilá. Seguramente su esposa e hijos lo estarán buscando entre la multitud.

El corazón de Shaul se animó al imaginar la alegre escena dentro del Shul. Entonces, por alguna razón, sus pensamientos lo llevaron de regreso a un Purim que había tenido lugar hacía muchos años. Estaba de nuevo en Mezhibuzh, de pie en medio de una multitud con su padre. En su mente podía ver al Baal Shem Tov de pie ante él tan claramente como si fuera ese mismo día. Y a pesar de los años pasados, Shaul podía escuchar al Baal Shem Tov hablar una vez más.

"Amalek sigue vivo hoy", le decía el Baal Shem Tov a la multitud. "Cada vez que experimentas una preocupación o duda sobre cómo Dios está manejando el mundo, eso es Amalek lanzando un ataque contra tu alma. Debemos borrar a Amalek de nuestros corazones cada vez que - y dondequiera - ataque para que podamos servir a Dios con total alegría."

Las lágrimas brotaron de los ojos de Shaul al recordar ese feliz día.
"Si no puedo cumplir la mitzvá de leer la Meguilá este Purim", susurró para sí mismo, "al menos puedo aceptar el decreto de Dios con un corazón alegre."
Y con esas palabras, Shaúl comenzó a cantar. Cantó la canción "Shoshanas Yaakov" tal como la había cantado muchos años atrás: con total concentración y con un sentimiento de suma alegría.

Cuando terminó, Shaul notó que los tres bandidos habían dejado de contar las monedas de oro y ahora lo miraban con la boca abierta. Mientras contemplaba a los tres bandidos, de repente se le ocurrió que no era la primera vez que los veía.

"Tú eres Iván, ¿no?" Shaul se dirigió al líder. "Y tú, eres Stefan. Así que, por supuesto, debes ser Antonio."

Los tres bandidos asintieron con la cabeza y la mirada feroz en sus ojos fue rápidamente reemplazada por una de amistad.

"Shaul, por favor perdónanos", dijo Iván entre lágrimas. "No sabíamos que eras tú."

Los bandidos le devolvieron el dinero a Shaul e insistieron en acompañar a su amigo hasta el borde del bosque. Mientras estaban llenos de asombro por esta asombrosa "coincidencia", Shaúl les contó a los hombres todo acerca del Baal Shem Tov y los tantos milagros que había realizado. Los bandidos quedaron tan abrumados por lo que escucharon que aceptaron renunciar a su "profesión" y encontrar una manera honesta de ganarse el pan de cada día. Y Shaúl, por su parte, tuvo un Purim como nunca antes había tenido.


Fuente: decoupageforthesoul.com / Yerajmiel Tilles. Traducido por JasidiNews.

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lunes, 19 de febrero de 2024

Un encuentro en Siberia por una melodía

Reb Mendel Futerfas (que vivió en Rusia) contó acerca de un melamed que fue arrestado y exiliado a Siberia porque lo atraparon enseñando Torá a niños judíos. Una tarde de Shabat, este melamed escuchó a alguien cantando Yedid Nefesh a lo lejos. Siguió la voz y encontró a un yehudi de pelo largo, cantando con emoción, con los ojos cerrados. Quien cantaba no se dio cuenta que el melamed lo estaba observando. Cuando abrió los ojos, se abrazaron. El hombre le dijo: "Vivo aquí hace ya veinte años y eres el primer yehudi que me encuentro."

El melamed le preguntó: "¿Tienes algún artículo judío; un Sefer, un Shofar,
Tefilín, algo?"
"Nada, en absoluto", respondió el hombre. "Traté de traer todo lo que mencionaste, y más, pero me quitaron todo. Lo único que me queda es mi Emuná y las _zmires_ de Shabat... ¿Y vos? ¿Tenés algo?"
"Tengo un Tefilín shel Yad. Confiscaron mi Tefilín shel Rosh, lo vieron en mi cabeza, pero no sabían que también llevaba un Tefilín debajo de la manga."

El hombre estaba encantado. "¡Mañana podré ponerme Tefilín! Mañana será la primera vez en veinte años que me pondré un Tefilín."
Durante toda la noche se preparó y se anticipó para la mitzvá. Por la mañana se puso el tefilín, dijo el Kriat Shemá, y poco después falleció.

Reb Futerfas le dijo a sus alumnos: "Si no tuviéramos sforim o mitzvot durante veinte años, y tampoco viéramos el rostro de un yehudi en todo ese período de tiempo, ¿estaríamos cantando un Yedid Nefesh un Shabat por la tarde? ¿Estaríamos aprovechando cada oportunidad para observar las pocas cosas que podemos hacer? Sin embargo, tenemos Mitzvot; ¿no deberíamos aprovecharlas?!"

Esta historia tiene además un importante mensaje: recordarle a la gente que aproveche cada oportunidad que tenga para hacer Mitzvot. La historia también nos recuerda el privilegio y la alegría de cumplir las Mitzvot.

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Fuente: Reb Elimelej Biderman
Traducido por ©JasidiNews 
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miércoles, 14 de febrero de 2024

Las monedas que brillaban - La Historia de "Reb Gabriel el Simpático"

Poco después de que Rabi Shneur Zalman de Liadi se convirtiera en Rebe, vivía en Vitebsk un jasid llamado Gabriel, que era hostigado por sus familiares por haberse unido a "la Secta." Intentaban incluso arruinar su fuente de ingresos, más él ignoró estos desafíos y continuó visitando periódicamente Liozna, donde vivía el Rebe en ese momento.

Ni una sola vez se quejó ante el Rebe por el deterioro de la situación financiera de su negocio; por el contrario, siempre contribuyó generosamente a todas las causas por las que el Rebe recurrió a sus jasidim, como ser el apoyo a los eruditos necesitados en Eretz Israel y el rescate de prisioneros. Tampoco se quejó nunca ante el Rebe sobre otro motivo de dolor: veinticinco años después de su matrimonio, él y su esposa aún no habían sido bendecidos con un hijo. Pero Aquel que diseña todas las circunstancias provocó una circunstancia mediante la cual a Reb Gabriel se le concedería una triple bendición: hijos, larga vida y amplio sustento. Y así fue que sucedió.

Una vez se necesitó una gran suma para Pidion Shvuim, el rescate de prisioneros, y Rab Shneur Zalman, como era su costumbre, mencionó una suma que se esperaba que contribuyera Gabriel. Cuando le contó esto a su esposa, ella observó que no estaba feliz, como siempre lo estaba en tales circunstancias. En respuesta a su pregunta, él le contó el secreto de que, como resultado de las acciones de su familia, estaban siendo sumidos en la pobreza y él simplemente no tenía la suma que el Rebe había mencionado.

"¿No me has dicho muchas veces", dijo su esposa, "que nuestro Rebe dice que uno siempre debe confiar en Di-s y estar constantemente con alegría? Entonces, ¿por qué amargarse? El Todopoderoso seguramente nos ayudará y nos permitirá contribuir con el monto que el Rebe espera de nosotros!"

Luego ella se dirigió y vendió sigilosamente todas las joyas y gemas que tenía, y más tarde le llevó el dinero a su marido, diciéndole: "Mira, aquí ya tenemos todo el dinero."

Ella le sugirió que partiera de inmediato y llevara su pequeño bulto directamente al Rebe. Reb Gabriel le recordó que el Rebe generalmente enviaba un emisario para recolectar el dinero, y que sería preferible esperar también esta vez. Pero como al poco tiempo sus hermanos le causaron otra gran pérdida, temió que, si necesitaba el dinero, pudiera verse tentado a utilizarlo para otro fin, y decidió, finalmente, partir con el bolsito hacia Liozna.

Al llegar allí, colocó la bolsa con el dinero sobre la mesa del Rebe y le explicó que como su situación financiera no era tan cómoda como antes, prefirió no esperar hasta que alguna emergencia le hiciera desviar este dinero a otro fin; por lo tanto había venido ahora él mismo. Entonces el Rebe le dijo que abriera el paquete y contara el dinero. Así lo hizo y se sorprendió al ver que las monedas brillaban de tal manera, como si hubiesen salido directamente de la casa de la moneda.

El Rebe apoyó su cabeza sobre sus manos, como lo hacía a menudo cuando entraba en un estado de Dveikut, luego levantó su cabeza y dijo: "La contribución al Mishkan en el desierto incluyó oro, plata y cobre, pero el único metal que brillaba eran los espejos de las mujeres, de cuyo cobre estaban hechos el Kior y su base, que, por cierto, fueron los últimos objetos en fabricarse, pero los primeros en usarse en el servicio del Santuario. Dime, ¿de dónde salió este dinero?”

Gabriel le contó al Rebe que había sufrido tribulaciones por parte de su familia durante diez años y continuó contándole cómo su esposa había conseguido el dinero.

Una vez más, en estado de Dveikut, el Rebe apoyó la cabeza sobre las manos por unos instantes y luego dijo: "בת דינא - בטל דינא [expresión talmúdica que podría interpretarse literalmente "la hija de la ley,  anuló la acusación"] -- "Tus duras pruebas han terminado. Que Hashem te conceda a ti y a tu esposa hijos e hijas, y larga vida para ver descendencia de tu descendencia; que Hashem te conceda una y otra vez prosperidad dondequiera que vayas, y favor y gracia ("חן") a los ojos de todos. Vende tu negocio y comienza a comerciar diamantes."

Con el corazón rebozando de felicidad, Gabriel se apresuró a regresar a casa para llevarle la buena noticia a su esposa y le preguntó por qué brillaban así las monedas.

"Las froté y pulí durante mucho tiempo con arena", dijo, "hasta que brillaron y brillaron como las estrellas."

Gabriel cerró su tienda y empezó a comerciar con gemas. Dios hizo prosperar su camino, de modo que encontró favor y gracia ante los ojos de sus nobles y escuderos locales, quienes pronto se convirtieron en sus clientes habituales. Su clientela se fue ampliando día a día. Además, al cabo de un año su esposa dio a luz a un hijo.

En tres años se hizo muy rico, prosperando en todo lo que se dedicaba y encontrando gracia ante quienes se encuentren con él, al punto tal que lo apodaron "Gabriel el Simpático" [גבריאל נושא חן]. Después de cuarenta años, delegó su negocio a sus hijos y pasó su retiro estudiando Torá, Tefilá y realizando actos de caridad. De hecho, en su filantropía la creciente comunidad de jasidim de Vitebsk encontró una fuente de constante bendición.


Fuente: "A Treasury of Chassidic Tales" (Artscroll), Uri Kaploun.
Traducido por ©JasidiNews 
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martes, 6 de febrero de 2024

Qué hizo cambiar de opinión al Megale Amukot - Impactante Historia de lo que es el Davenen y hablarle a Hashem

La persona debe acostumbrarse a pedir por sus necesidades (Tefilá) también en sus propias palabras. Estas tefilot se pueden decir casi en cualquier momento del día y son tefilot preciosas para Hashem. Uno de los beneficios de estas tefilot es que crean un vínculo entre la persona y Hashem, como lo demuestra la siguiente historia:

El Megale Amukois זצ"ל, Rav de Cracovia, le dijo a su comunidad que estaba a punto de abandonarla, pero no les dijo el motivo por el que tomó esa decisión. La comunidad le suplicó que se quedara, pero no parecía que lo convencerían.

Cuando llegó el día de su partida, le dijo a la comunidad que había cambiado de opinión. Se queda con ellos.

Los habitantes de Cracovia estaban muy contentos. También tenían curiosidad. “¿Por qué planeabas irte y qué te hizo cambiar de opinión?” Ellos le preguntaron. El Megaleh Amukos respondió: “No quiero contarles la razón por la que originalmente planeé irme, pero sí les diré por qué decidí quedarme.

En nuestra ciudad hay un vendedor ambulante pobre que se gana su parnasá vendiendo hogazas de pan y beiguels, su esposa los hornea y él se sienta en una esquina de la calle a vender los Beiguels a los transeúntes. Hace unos meses, una persona rica lo reconoció: “Eres un talmid jajam; Te recuerdo de hace muchos años. No deberías trabajar así."
 “Esto es lo que hago para ganarme la vida”, respondió. “No, no, no. De ahora en adelante, permanecerás en el beis medresh y estudiarás Torá. Te enviaré un subsidio (sueldo). semanal, incluso más de lo que ganas ahora…’ “El vendedor ambulante estuvo de acuerdo, y este acuerdo se prolongó durante un par de meses. Recientemente, el hombre rico volvió a ver al pobre en la calle vendiendo pan.

"¿Qué pasó? ¿No tenemos un acuerdo?
“El pobre respondió: 'Decidí retirarme del trato. Me ganaré la vida vendiendo pan, como antes.'

"El hombre rico dijo: 'Pero un trato es un trato y, como todo acuerdo, no puedes echarte atrás sin una decisión de un Beis Din.'"

El Megaleh Amukois dijo: “Ayer vinieron a mi Beis Din. El rico quiere seguir manteniendo a su amigo, pero el pobre vendedor ambulante no quiere aceptar el dinero. Un caso de lo más inusual.

Le pregunté al vendedor ambulante por qué quiere incumplir el acuerdo y me dijo lo siguiente: 'Siendo vendedor, mi esposa y yo hacemos Davenen continuamente. Rezamos para que la masa se infle bien, que el pan salga rico, que yo pueda conseguir fácilmente leña seca (ya que la leña húmeda echa humo y arruina el pan) y obviamente rezamos y le pedimos al Oibershter que la gente quiera comprar el pan. Todo nuestro día gira en torno a nuestras Tefilot. Pero desde que recibimos el salario y subsidio semanal casi dejamos de hacer Davenen, ya que no teníamos ninguna preocupación. Por lo tanto, decidimos que debería volver a ser vendedor ambulante nuevamente, para que podamos recuperar nuestra conexión constante con Hashem…”

El Megale Amukois finalizó: “Fue entonces cuando decidí que quería quedarme aquí en Cracovia. Quiero estar cerca de gente como él."



Fuente: Reb 'Meilaj' Biderman
Traducido por JasidiNews©
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miércoles, 31 de enero de 2024

Dos es mejor que uno - Rebetzn Jaya Mushka - 22 de Shvat

Amijai Liani es un adinerado hombre de negocios de Nueva York. Como tal, suele ayudar y patrocinar importantes proyectos relacionados con Torá y Mitzvot. Una vez, hace unos años, fue invitado al Centro Jabad para judíos rusos en Queens, Nueva York, para recibir el gran honor de ser el Sandek (el que sostiene al bebé en su regazo) en un Brit Milá. Una pareja judía de Rusia habían tenido mellizos después de muchos años sin tener hijos. El rabino de Jabad fue designado como Sandak para el bebé "mayor", y como está escrito en la Halajá que ser sandek es un honor y un mérito tan grande, un padre no debe otorgar este Zejut dos veces a la misma persona, por lo que el rabino les sugirió a los felices padres que inviten y honren al señor Liani para ser el Sandek del 'más chico'.

Una vez finalizadas ambas ceremonias, una tras otra, todos los invitados se sentaron alrededor de la mesa preparada para participar en la comida de celebración. Después de que todos se hayan servido algo, el padre de los mellizos se puso de pie y comenzó a hablar emocionado… en un ruso rápido y fluido. Como era el único presente que no hablaba ruso, el señor Liani decidió que podría irse sin que se vea tal actitud descortés. Discretamente le entregó al rabino un cheque para cubrir los gastos de toda la Seudá (la comida) en agradecimiento por el mérito especial de ser Sandek, y se dirigió silenciosamente hacia la salida.

Sin embargo, antes de que pudiera irse, la madre de los mellizos corrió para interceptarlo. Ella le agradeció y le pidió en un buen inglés que por favor si se podía quedar un minuto más; ella quería contarle una historia.
Él accedió y ella comenzó.

"Mi marido y yo nos casamos cuando todavía vivíamos en Rusia. Poco después emigramos a los EE.UU. Decidimos que no tendríamos hijos hasta que hubiéramos ahorrado suficiente dinero. Después de que ambos trabajamos duro durante diez años, obtuvimos unos buenos ingresos estables. y compramos una linda casa aquí en Queens, nos pusimos de acuerdo en que era hora de formar una familia, pero no quedaba embarazada; fuimos a varios médicos, pero ninguno pudo ayudarnos.

Como crecimos en la Unión Soviética bajo el comunismo, no tuvimos ningún contacto con judaísmo. Hace aproximadamente un año, mi esposo desarrolló un interés y comenzó a asistir esporádicamente a eventos y servicios de Shabat en este Beit Jabad para judíos de habla rusa, que queda cerca de donde vivimos. Cuando él comenzó a participar regularmente me enojé. Como rusos y como gente moderna y educada, esto no era parte de nuestra cultura, y no quería tener nada que ver con eso. Me quejé de esto con mi esposo. Muchas veces, pero no se detuvo. En todo caso, aumentó y se hizo más frecuente. Finalmente, una noche le di un ultimátum: 'Tienes que elegir entre la sinagoga y yo. Si vuelves a ir esta noche, ¡no vuelvas!'

Él se quedó en casa.

Esa noche tuve un sueño. Una señora anciana me hablaba. 'Sé que estás sufriendo porque deseas tanto tener hijos. Si dejas que tu marido siga yendo a la sinagoga, te prometo que tendrás un niño. Y… si vas con él, ¡te prometo dos!'

"Me quedé sorprendida. Le dije en mi sueño: '¿Cómo te haré saber lo que haya decidido?'

"Ella sonrió y respondió: 'Déjame mostrarte', y de repente estábamos conduciendo por las calles de Queens. El auto se detuvo en una casa que lindaba con el cementerio de Springfield.
Ella me dijo que cuando entre a la casa, 'Inmediatamente a la izquierda verás una pantalla de video reproduciéndose. Sal por la puerta al otro lado de la habitación, baja unas escaleras y cruza otra puerta, y estarás en una gran sala con muchas máquinas de agua caliente para café y té en el lado izquierdo. Sal por la puerta del extremo izquierdo hacia el cementerio y camina por el sendero hasta llegar a una pequeña edificación. Ahí es donde está mi esposo, el Lubavitcher Rebe. Yo estoy afuera, justo frente a la entrada."

"Me desperté. Recordaba claramente todo lo que había en el sueño y que parecía tan real. A pesar de mi perspectiva "moderna", me encontré creyendo en aquel sueño. Al día siguiente le dije a mi marido que el próximo Shabat podía empezar a ir al Shil nuevamente. Él estaba sorprendido, y también feliz, por supuesto. Entonces le dije que iría con él, y sus ojos se veían como a punto de estallar de su rostro.  

"Luego llamé al rabino del centro Jabad para rusos. Él estaba bien al tanto de los problemas que mi esposo tenía conmigo debido a su creciente nivel de observancia, pero nunca nos habíamos conocido, por lo que estaba encantado de escucharme. Le dije que quería ir a el cementerio donde está el Lubavitcher Rebe. No podía contener su emoción. 'Cuando quieras ir, de día o de noche, estaré encantado de llevarte.' Imagina su sorpresa cuando le dije: "No es necesario que me lleve; ya conozco el lugar. Sólo necesito aclarar algunas indicaciones para llegar."

Fui allí y todo era exactamente como se describía en mi sueño. Frente a la entrada del 'Ohel' del Rebe, como lo llaman, vi la lápida que indicaba el lugar de descanso de su esposa. Fue entonces cuando me di cuenta de que era la difunta Rebetzin Jaya Mushka quien se me había aparecido en mi sueño.

"Me acerqué lo más que pude y susurré: 'Quiero dos. Acepto ir a la sinagoga con mi marido.'

El Shabat siguiente acompañé a mi marido y no estuvo tan mal. Había otras mujeres rusas de mi edad (treinta años en adelante) con antecedentes similares a los míos y me dio gusto conocerlas. Regresé la segunda semana y la tercera semana y me encontré esperando con ansias la próxima vez, el próximo evento, etc.

Un mes después de empezar a ir me enteré de que estaba embarazada. ¡De mellizos! Y esta historia que acabo de contarle es la que mi marido está contándole ahora a todo el público, en ruso."

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Fuente: contado a Yerajmiel Tilles por R. Gil Hirsch, quien lo escuchó en una conversación del propio Sr. Liani.
Amijai Liani es el propietario del Café K, una cadena de cuatro restaurantes, dos en Brooklyn y dos más nuevos en Manhattan. Vive en Brooklyn.