Esto sucedió en el mes de Elul, hace tres años. Eran cerca de la una de la madrugada.
En el corazón de los padres primerizos,David y Noa Argaman, residentes de Be’er Yaakov, crecía una preocupación cada vez mayor. Al día siguiente debía realizarse el Brit Milá de su pequeño, pero ahora el bebé tenía fiebre y se veía inquieto.
Los padres dudaban en despertar al mohel a esa hora para consultarle si debían llevar a cabo el Brit Milá según lo planeado. Decidieron llevar al niño a la guardia de emergencias.
“El niño está un poco caliente”, dijo el médico, y recomendó posponer el brit para otra fecha.
A la mañana siguiente, el padre llamó al mohel, el rabino Janán Kohonovski, Sheliaj de Jabad en Ramat Eliahu, Rishon Letzion.
“Tenemos que posponer el brit”, le anunció con voz decepcionada, contándole la recomendación del médico.
“¿Qué llevó al médico a decidir eso?”, preguntó el mohel. El padre relató con detalle todo lo ocurrido durante la noche.
El mohel percibió la tristeza de los padres ante la necesidad de postergar el brit.
Todas las preparaciones —el salón, el catering, los invitados— ya estaban listas. Ahora había que cancelarlo todo.
“Quisiera ver al bebé y examinarlo antes de que decidan definitivamente posponer el Brit”, propuso el mohel. “Por ahora, esperen (y no sigan mandando) avisos de cancelación.”
Los padres aceptaron, y poco después el mohel llegó a su casa.
Examinó al bebé y observó que su estado general era perfectamente normal.
“Vamos a tomarle la temperatura nuevamente”, sugirió. El resultado mostró que la fiebre había desaparecido por completo.
“¿Puede ser que le aplicaron algo?”, preguntó el mohel. Su experiencia no lo defraudó: resultó que la abuela había untado al bebé con una cierta pomada.
El mohel sonrió levemente. “Conozco los efectos de esa pomada”, explicó. “Puede causar una leve irritación o enrojecimiento en la piel, pero no representa ningún peligro. El Brit puede hacerse en la fecha prevista.”
Los padres lo miraron con duda. “¿Está usted seguro?”, preguntaron.
“Miren —respondió el mohel con confianza—, llevo décadas desempeñándome en esto. Por mi experiencia, puedo asegurarles que el brit puede realizarse con total normalidad y que no hay ningún riesgo para el bebé. Les digo esto con plena responsabilidad.”
Los padres se tranquilizaron y decidieron realizar la ceremonia en su momento.
Reanudaron las invitaciones a los familiares y amigos a quienes ya habían avisado de la cancelación.
El brit se llevó a cabo a su debido tiempo, sin ningún problema, y la salud del bebé estaba óptima.
Al día siguiente, el mohel volvió a la casa para una revisión rutinaria. Encontró al bebé tranquilo y en excelente estado.
“¿Qué quiso Hashem de nosotros?”, preguntó el padre al mohel después de la revisión y de recibir las indicaciones para el cuidado posterior.
“¿Por qué tuvimos que pasar por toda esta confusión —cancelar el brit, avisar a todos— y al final hacerlo igual?”
El mohel levantó las manos hacia el cielo y sonrió con dulzura. “Sin duda todo fue decretado desde el Cielo —respondió—, aunque no sé decirles el motivo.”
Pasaron algunos meses.
Un día sonó el teléfono del rabino Kohonovski. En la pantalla apareció el nombre David Argaman.
“Rabino”, dijo emocionado, “en su momento no entendí por qué Hashem nos hizo pasar por toda esa conmoción: cancelar el brit y luego hacerlo igual. Ahora entiendo por qué todo ocurrió así.”
Y contó lo siguiente:
“Aquel mismo día en que cancelamos el brit, estaba muy angustiado por toda la situación. Salí al balcón para tomar un poco de aire. En el balcón de al lado estaba sentada nuestra vecina, Milá Gilovski. Me vio caminar de un lado a otro, nervioso, y me preguntó qué pasaba.
“Le conté que el bebé había tenido un poco de fiebre y que habíamos postergado el brit. Pero también le dije que, aunque no entendíamos por qué Hashem quería que canceláramos todo, el salón y los invitados, yo creía con fe completa que todo es del Cielo y todo es para bien.
Ella me deseó que así fuera, y yo volví a entrar en casa.”
“Unos días después —continuó David— la vecina le contó a mi esposa que también ellos estaban pasando un momento difícil.
Los médicos que la atendían le habían dicho que el feto que llevaba podía nacer con graves malformaciones, y le recomendaron interrumpir el embarazo.
Sin otra opción, ella y su esposo decidieron seguir el consejo médico.
Pero después de nuestra conversación aquella mañana en el balcón, la mujer le contó a su marido, Arián, lo que yo le había dicho, y agregó:
‘Mira a nuestros vecinos: no se desesperaron ni se quebraron por lo que les ocurrió. Confían en el Creador de que todo es para bien. Lo veo como una señal también para nosotros. Sigamos adelante, y creo que todo saldrá bien’.
Su esposo tenía miedo de esa decisión, pero ella se mantuvo firme. Le dijo:
‘Vi a nuestro vecino levantar los ojos al cielo y rezar a Hashem. Yo también voy a rezar y pedir desde lo más profundo de mi corazón que nuestro bebé nazca sano, y estoy segura de que así será’.”
Y David concluyó:
“Ayer nació su hijo, sano y completo, ¡todo salió perfectamente bien!”
El día del brit, el rabino Kohonovski también llevó a cabo el Brit de ese bebé, y compartió con el público la conmovedora historia.
*
En Jasidut se enseña que nada ocurre por casualidad, y que cada situación está guiada con precisión por la Hashgajá Pratit.
El retraso de un Brit, una conversación al pasar en el balcón, todo fue parte del plan de Hashem para traer una nueva vida al mundo.
Cuando el judío enfrenta cada momento con emuná y bitajón, esa fe se vuelve una fuerza que ilumina y da vida, más allá de lo que puede verse a simple vista.
Fuente: Sijat Hashavua Lej Lejá #2026