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domingo, 18 de mayo de 2025

Recordando al Rab Shwei A"H

Rosh Jodesh Iyar se cumple el Yortzait de Rab Aharon Yaakov Shwei, זצ"ל, rabino principal de Crown Heights durante varios años, quien se destacó por su dedicación y entrega al Rebe. Más allá de su vasto conocimiento de la Torá, Halajá y Jasidut, compartimos algunas anécdotas (contadas por familiares y gente muy cercana) que revelan la profundidad de su conexión con la comunidad y su compromiso con los valores dignos de alguien que se conduce en las sendas de Jasidut.

*

"En la casa de mi abuelo, cada visitante era recibido con una sonrisa cálida y un rostro amable. No importaba quién fueras ni de dónde venías: él se interesaba sinceramente, preguntaba, se preocupaba de corazón.  
Incluso en su último año, cuando su salud ya era frágil, seguía ocupándose de los invitados junto con mi abuela —que tenga larga vida—, y siempre se aseguraba de ofrecer algo para comer o beber.

Recuerdo una ocasión especial —cuenta su nieto, el rabino Mendi Elkaim de Chicago—. Una señora conversa que se había casado y mudado a Crown Heights lo llamó, explicándole que necesitaba que alguien se responsabilizara de ella ante las autoridades para poder tramitar su residencia. Sin dudarlo, el abuelo le dijo que él mismo se encargaría, y escribió una carta oficial apoyándola en el proceso.

En otra oportunidad, después de hablar con uno de los residentes de la comunidad, me comentó: "Sé que no tengo una solución para el problema que me planteó, pero a veces el simple hecho de escuchar ya alivia el peso que lleva una persona. Por eso, escucho a todos."

También fui testigo de un momento profundamente conmovedor. Un joven del barrio, conocido por haberse apartado del buen camino y por su carácter rebelde, esperaba afuera de su casa.  
Cuando llegué, le pregunté qué hacía allí. Él me confesó, con emoción contenida, que venía a disculparse. Durante mucho tiempo había difamado al rabino, y ahora se enteraba de que, a pesar de todo, el rabino había estado ayudándolo en silencio a resolver un grave problema de Shalom Bait (paz conyugal). "Vine —dijo— a pedir perdón desde lo más profundo de mi corazón, por haberme atrevido a actuar así con alguien que solo quiso mi bien."

Otro recuerdo vivo en mi memoria es de hace unos años —comparte el rabino Yossi Kleinman—.  
Una pareja judía de Chicago, que hasta entonces solo estaba casada por civil, decidió finalmente formalizar su matrimonio acorde la ley de Moshé e Israel. Sin embargo, pusieron una condición: que la ceremonia se celebrara en un lugar sagrado. Tras conversar, acordamos realizar la boda en el mítico "770".

Organizamos todo, pero cuando pedimos al rabino Shwei que oficiara la Jupá, al principio se negó.  
No se trataba de terquedad: tenía un principio firme de no casar en el 770 a quienes no observaran Taharat Hamishpajá (la pureza familiar), Kashrut y el Shabat.
  
Después del Kabalat Shabat, me armé de valor y me acerqué a pedirle personalmente que reconsiderara. Le aseguré que la pareja cuidaría Taharat Hamishpajá, que ya respetaban las leyes de Kashrut y que únicamente había una dificultad con respecto al Shabat.

El rabino accedió a encontrarse con ellos.  
Cuando la pareja entró en su oficina, los recibió con una mirada cálida, con paciencia y una sonrisa que irradiaba bondad. Con delicadeza, les preguntó cuál era exactamente su dificultad para observar el Shabat.  
El novio explicó que era fumador y que le sería muy difícil dejar de fumar en Shabat, pero conversando con el Rav, allí mismo prometió que, por el mérito de su boda, dejaría el hábito. La novia, por su parte, se comprometió a no viajar en Shabat [que era lo que le estaba costando].  

Ante su sinceridad, el rabino Shwei accedió, y la boda se celebró ese mismo día, como estaba planeado.  
Hoy, esa pareja vive acorde a la Halajá: el novio cumple Shabat y continúa creciendo en su observancia religiosa. Todo gracias a la bondad, la paciencia y la dulzura del rabino, que supieron tocar sus corazones en el momento preciso.

La furiosa llamada que recibió Reb Moishe Fainstein y su desenlace

Un día, en la Mesivta Tiferes Yerushalaim, la Yeshivá de Rav Moshe Fainstein, זצ"ל,  se estaba llevando a cabo un Din Torá (juicio rabínico). Mientras estaba en su oficina, Rav Moshe emitió un fallo. Más tarde, recibió una llamada telefónica muy enojada de un tal Rav F. quien le dijo con furia que su fallo era incorrecto y tonto, y que iba en contra de una Guemará explícita. 
Rav Moshe escuchó con paciencia, y cuando Rav F. terminó, Rav Moshe le preguntó con voz suave: “¿A qué Guemará te refieres?” Al escuchar la pregunta, Rav F. colgó de inmediato.

Un par de meses después, Rav F. estaba por sacar un Sefer y se dirigió a pedirle una Haskamá (carta de recomendación) de Rav Moshe. Rav Moshe no solo le dio una Haskamá común, sino que le dio una muy especial y contundente.
Cuando estaba por salir de la oficina de Rav Moshe, le preguntó: “Por cierto, ¿a qué Guemará te referías?” Él respondió: “No tengo idea de qué está hablando.” Rav Moshe aclaró: “Cuando llamaste hace unos meses diciendo que mi fallo contradecía una Guemará.”

Él respondió que nunca lo había llamado. Resultó que alguien que no estaba muy contento con el fallo se había molestado y se hizo pasar por Rav F. para irritar y vengarse de Rav Moshe. 

Más tarde, alguien le preguntó a Rav Moshe: “En el momento en que le dio la Haskamá, usted no sabía que quien llamó era un impostor. ¿Cómo pudo dársela así nomás?” Él respondió: "La realidad es que eso no importa (si era él o no). Cuando dije el Kriat Shemá esa noche antes de irme a dormir, lo perdoné completamente. No guardo ningún rencor contra él; incluso si hubiera sido él, no importa.”

Un susurro en el momento justo – Pesaj Sheini


El mensaje de Pesaj Sheini es que nunca es demasiado tarde. Siempre hay una segunda oportunidad y se pueden arreglar las cosas.

La ciudad entera estaba vestida de fiesta. En cada rincón se respiraba una atmósfera de emoción contenida y alegría solemne. No era para menos: el mismísimo Baal Shem Tov había llegado a la ciudad, acompañado por uno de sus nietos cuya boda se celebraría ese día. Era un acontecimiento excepcional, y desde todas las regiones acudían invitados distinguidos, deseosos de ser parte de la ocasión.

La procesión nupcial dio comienzo. El Baal Shem Tov caminaba al frente, con paso firme y pausado, llevando al novio a su lado. Tras ellos, los invitados, los jasidim y los vecinos del pueblo avanzaban con respeto y entusiasmo, luciendo sus mejores galas.

Cuando la comitiva avanzaba por la calle principal, justo al acercarse al sitio donde se levantaría la Jupá, se encontraron con una carreta detenida. En ella viajaba un judío solitario, desconocido para todos los presentes. Su aspecto era sencillo, casi insignificante, y al principio nadie le prestó atención.

Pero entonces ocurrió algo inesperado. El Baal Shem Tov detuvo la procesión. Sin decir palabra, se desvió del camino y se acercó directamente a la carreta. Se inclinó hacia el hombre y le susurró algo al oído. Nadie oyó lo que dijo. Hubo un breve intercambio de palabras, y luego el Baal Shem Tov regresó a su lugar junto al novio, tomándolo nuevamente del brazo. La procesión siguió su curso como si nada hubiera pasado.

Los jasidim quedaron perplejos. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué su Rebe, en pleno momento de máxima solemnidad, interrumpió todo para hablarle al oído? Era evidente para muchos que ese judío debía ser un Tzadik oculto. No podía ser otra cosa.

La boda fue una celebración inolvidable. La alegría, la inspiración, la santidad del momento envolvieron a todos como una ola cálida e inabarcable. Era como si los invitados hubieran dejado atrás este mundo y hubieran ascendido a una dimensión más elevada.

Pero al día siguiente, cuando todo se calmó, la curiosidad por aquel suceso extraño renació entre los jasidim. ¿Quién era ese hombre de la carreta? ¿Qué le había dicho el Baal Shem Tov?

Tras algunas averiguaciones, descubrieron en qué posada se alojaba el extraño y corrieron hacia allí, con la esperanza de que accediera a hablar con ellos.

Al entrar, lo saludaron con respeto:

—Shalom Aleijem, Rebe.

El hombre levantó la vista, desconcertado:

—¿Rebe? —preguntó, visiblemente sorprendido—. Yo no soy Rebe, ni hijo de Rebe.

Uno de los jasidim insistió:

—No necesitas ocultarte de nosotros, Rebe. Ya sabemos. Si nuestro maestro detuvo la Jupá para susurrarte algo al oído, es claro que eres un hombre santo.

—Yo no soy ni Tzadik ni hombre santo —replicó el extraño, empezando a incomodarse—. El Rebe me habló de algo personal, algo privado. Lo único que puedo decirles es esto: ¡Dichosos ustedes que tienen un gran maestro! Un verdadero Tzadik.

Pero los jasidim no se conformaban:

—Cuéntanos entonces, ¿qué fue lo que te dijo?

El hombre miró a su alrededor. Parecía atrapado. Después de un momento de vacilación, suspiró profundamente y dijo:

—Está bien. Escuchen.

Y comenzó a contar:

—Vivo en un pequeño pueblo. Mi mejor amigo vive justo enfrente de mi casa. Es vendedor ambulante. Cada tanto sale de viaje por semanas, incluso meses, para vender mercancía en los pueblos de la zona. Cuando vuelve, todos los vecinos lo recibimos con alegría. Nos reunimos en su casa para celebrar su regreso.

Una vez, después de un viaje especialmente largo, crucé a visitarlo. Fui el primero en llegar. La casa estaba tranquila. Sus hijos jugaban afuera, su esposa cocinaba. Me dijeron que él había salido y que volvería en breve.

Mientras esperaba, sentí ganas de fumar mi pipa. Sabía que él guardaba tabaco en un armario. Lo abrí. Allí, frente a mí, estaba su billetera. Rebosaba de billetes. Era evidente que se trataba de todas las ganancias de su viaje, dinero destinado a pagar deudas, mantener a su familia, reabastecer mercancía.

Me sorprendió su descuido. Pensé: “Esto no está bien. Alguien tiene que enseñarle una lección”. Y con esa justificación... la tomé. Metí la billetera en mi bolsillo.

“¡Qué sorpresa se llevará cuando vea que falta!”, pensé. “Así aprenderá a ser más cuidadoso.” Por supuesto —y eso es importante que lo sepan— mi intención no era robarle. Planeaba devolvérsela de inmediato. Solo quería ver la expresión en su rostro. Una pequeña lección. Eso era todo.

Pero no salió como pensaba.

Cuando volvió a casa y descubrió que todo su dinero había desaparecido, se desplomó en llanto desesperado. Su esposa se desmayó. Los hijos corrieron de un lado a otro, buscándola. Empezó a llegar gente, vecinos y amigos, todos confundidos, afligidos, intentando ayudar.

En segundos, el ambiente festivo se volvió una casa de luto.

Y yo... yo me acobardé. No pude confesar. Murmuré palabras de consuelo, fingí sorpresa. Me dije a mí mismo: “Después, en otro momento, cuando todo esté más tranquilo, le devolveré la billetera.”

Pero el momento nunca llegó. Los días pasaron, y luego semanas. Mi amigo vivía angustiado, acosado por acreedores. Devolverle el dinero en ese estado... ¿cómo hacerlo sin que me acusen de ladrón?

Los meses pasaron. La billetera seguía en mi poder. Empecé a considerar las voces de mi Yetzer Hará: “Usa ese dinero. Invierte. Haz un pequeño negocio. Luego se lo devuelves... incluso con ganancia adicional.”

Pero no podía hacerlo en mi ciudad. Todos me conocen. ¿Qué dirían si de repente aparezco con un negocio nuevo? Despertaría sospechas.

Entonces decidí irme. Alquilé una carreta y partí, buscando otro lugar, otra oportunidad. Llegué aquí... justo anoche.

El hombre hizo una pausa. Bajó la mirada, como recordando el instante exacto.

—Y entonces —continuó— su Rebe me vio. Se acercó y me susurró: “No es demasiado tarde para rectificar tu error. Vuelve a casa y devuelve inmediatamente el dinero. Te prometo que tu amigo te creerá y no pensará que pretendías robarle. Si es necesario, iré yo mismo y testificaré por ti. Pero ten cuidado: si te demoras más, puede que ya sea tarde.”

—Cuando me dijo eso... sentí como si me quitaran una montaña del corazón. Pasé la noche aquí. Y ahora... estoy por volver. A casa. A corregir lo que hice.


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*Fuente*: Yerajmiel Tilles
© JasidiNews

Lo que lo 'enciende' a cada uno

El Saraf de Strelisk, זצ"ל, era conocido por sus Tefilot ardientes y entusiastas. Cuando rezaba, gritaba con fuerza y pasión.

Una vez, un huésped procedente de Alemania (un 'Yeke') se alojó en la casa del Rebe. En su ciudad natal, la costumbre era rezar en voz baja y con solemnidad.

Cuando la Rebetzn le preguntó qué le había parecido Strelisk, él respondió:
—Todo me parece muy bien, salvo por un detalle que no logro comprender. ¿Por qué el Rebe grita y hace tanto ruido en el Davenen? ¿Por qué no puede quedarse quieto y rezar en silencio?

La Rebetzn le contestó:
—Su corazón arde dentro suyo, y eso lo lleva a exclamar y gritar.

El huésped replicó:
—Mi corazón también arde por dentro, pero igual rezo en silencio.

La Rebetzn sostuvo su postura: cuando alguien tiene un fuego ardiendo en su interior, es natural que grite. Si no lo hace, es señal de que su corazón está frío. Pero el huésped no lo aceptó. Insistía en que él también posee esa pasión interna, y aun así lograba mantener la compostura. Viendo que no llegarían a un acuerdo, la Rebetzn dejó la discusión allí.

El viernes por la tarde, el huésped le entregó su billetera a la Rebetzn y le pidió que la guardara en un lugar seguro.

Apenas terminó Shabat y y luego de la Havdalá, vino a pedirle que le devolviera el dinero, pero ella actuó como si no supiera nada.

—¿Qué dinero? —le dijo—. No me diste nada.

Por supuesto, el hombre protestó, asegurando que sí le había entregado su billetera antes de Shabat, pero ella continuó diciéndole que debía estar equivocado, que no tenía ningún dinero. Finalmente, el hombre perdió la paciencia y comenzó a gritarle:
—¿¡Por qué me haces esto!?

Entonces ella le dijo:
—¿Por qué gritas? ¿Por qué no hablas con calma y en voz baja?

Él respondió:
—¡Porque me sacaste de quicio! No puedo hablar tranquilo cuando estoy así de alterado, ardiendo de rabia.

Ella entonces le dijo:
—¿Te das cuenta de lo que acabas de decir? Acabas de admitir que cuando uno tiene fuego ardiendo dentro, no puede quedarse callado y tranquilo. Mi esposo grita cuando reza porque en ese momento está en llamas. Y vos gritas por dinero… porque eso es lo que a vos te enciende.

Y con eso, le devolvió su billetera, habiéndole enseñado una lección muy valiosa.



©JasidiNews

La Hajlatá Tová de un joven de 16 años - Lag Baomer


Era la primera noche de Shabat después de la terrible tragedia ocurrida en la tumba de Rabí Shimón Bar Iojái en Merón, en la noche de Lag Baomer del año 5781[2021]. En la casa de la familia Zakbaj, en Bnei Brak, reinaba un profundo silencio mientras se sentaban alrededor de la mesa de Shabat, con el corazón desgarrado por la pérdida de su hijo Menajem, de apenas 24 años.

Al llegar el momento de recitar el Birkat Hamazón, todos pensaron lo mismo: en la firme decisión que Menajem había tomado años atrás: recitar siempre el Birkat Hamazón de adentro de un Sidur.

Era una costumbre familiar que, en Rosh Hashaná, cada miembro tomaba una Hajlatá (buena resolución) y la compartía con los demás. A los 16 años, Menajem decidió comprometerse a decir siempre el Birkat Hamazón de un Sidur. "Nos esforzamos en conseguir el Etrog más hermoso y en cumplir las Mitzvot con Hidur (de la mejor manera posible)", solía decir. "Pero el Birkat Hamazón es una Mitzvá de la Torá, y al recitarlo de memoria es fácil olvidar palabras, o perder la concentración. Por eso, hay que hacerlo de un Sidur."

Y así lo cumplió fielmente. “Si no había Sidur, Menajem no se lavaba las manos para comer”, recuerda su padre, el rabino Meir Zakbaj, director espiritual de la Yeshivá Peer Moshe en Petaj Tikvá. Dos semanas antes del desastre, la familia habían ido a un lugar donde no había Sidur. Menajem les dijo que en ocho años jamás había dejado de cumplir con su decisión. Buscó con insistencia, hasta que encontró un Sidur y pudo recitar la Brajá.

Esa misma noche de Shabat, la familia decidió lanzar una iniciativa para fortalecer a todo Am Israel: imprimieron veinte mil ejemplares de *Birkat Hamazón. Muchas personas adoptaron la misma resolución de Menajem: de decir la Brajá siempre desde un Sidur. “Hasta hoy hemos impreso cincuenta mil ejemplares”, cuenta el rabino Zakbaj. “La demanda sigue creciendo. Recientemente imprimimos otros tres mil libritos. Son pequeños, prácticos, y muchísima gente los usa”.

La tragedia de Merón conmovió profundamente a la comunidad judía global. Un yehudi que vive en el exterior decidió reunir donantes para escribir un Sefer Torá en memoria de cada una de las víctimas. Se puso en contacto con la familia Zakbaj para que eligieran al Sofer que escribiría el Sefer y decidieran a qué lugar sería ingresado.

El rabino Zakbaj pensó en un amigo suyo, Sofer Stam, y le pidió que asumiera la tarea en mérito del alma de su hijo. Pero su amigo ya estaba comprometido con otra escritura. Sin embargo, le recomendó a otro colega: Reb Efraim Ginz, quien, según dijo, tenía una hermosa escritura y estaba disponible.

El rabino Zakbaj pidió una muestra de su Ktav y quedó muy impresionado. Llamó entonces al rabino Ginz para confirmar el encargo y contratarlo. La voz del Sofer se quebró del otro lado de la línea. “Debo contarte una historia”, dijo.

Y comenzó su relato:

“Cuando escuché sobre el accidente, fui a visitarlos a la Shivá a vuestra casa. Allí me conmoví profundamente al ver el proyecto del Birkat Hamazón en mérito del alma de vuestro hijo, y decidí también asumir el compromiso de recitarlo solo desde un Sidur.

Dos semanas después, me acerqué a un comerciante de Sofrut y me ofrecí para escribir un Sefer Torá. Le llevé una muestra de mi escritura. A los pocos días me respondió que, aunque mi letra era buena y mi experiencia se notaba, el acabado necesitaba mejorar. ‘Cuando consigas un nivel de acabado adecuado, consideraré darte el encargo’, me dijo.

Volví a la oficina muy abatido. Había soñado con empezar ese trabajo y traer Parnasá a mi hogar, pero se me escapaba de las manos. Estaba hambriento, me lavé las manos y comí un sándwich. Cuando quise recitar el Birkat Hamazón, descubrí que no había ningún Sidur en la oficina. Solo había tinta y pergaminos. Pregunté a mis compañeros si alguno tenía un Sidur, pero nadie tenía.

Estuve a punto de recitarlo de memoria, pero recordé el compromiso que había asumido. No me rendí. Revolví toda la oficina. Abrí cada armario, cada cajón, buscando en vano un Sidur. Hasta que, de repente, vi un pergamino. Sobre él estaba escrito, en escritura de Sofrut, todo el texto del Birkat Hamazón.

Le agradecí a Hashem desde lo más profundo de mi corazón. Mientras recitaba desde ese pergamino, no podía dejar de maravillarme con la belleza de la letra y su acabado. Sentí que del cielo me habían enviado ese 'birkón' para enseñarme cómo mejorar mi escritura.

Tomé una hoja de pergamino para Sefer Torá y comencé a imitar la caligrafía. Trabajé con todas mis fuerzas durante tres días, hasta escribir una hoja entera, con un nivel excelente.

Una hora antes de que me llamaras, terminé esa hoja… y te la envié. Quedaste impresionado con la letra… y enseguida me contrataste y encargaste el Sefer Torá en memoria de tu hijo.”


“Está escrito en los libros que el Birkat Hamazón es una Segulá para la parnasá”, concluye el rabino Zakbaj. “Y aquí lo vemos claramente: quien se cuida de recitarlo como es debido, recibe una buena Parnasá. Tal como ocurrió en esta historia.”


Menajem Zakbaj ע"ה diciendo Birkat Hamazón leyéndolo de un Sidur


El Sefer Torá que se inauguró Rosh Jodesh Kislev 5783 (2023) en Kiriat Herzog, Bnei Brak en su memoria




Fuente: Sijat Hashavua Emor 5785

Maamar Gal Einai 5737 para Lag Baomer

Maamar Gal Einai 5737 

lunes, 21 de abril de 2025

La fuerza de un Nigun

El Jazn y Baal Tfilá Reb Mordejai Ziguelbaum cuenta:

Un cierto Shabat me encontraba en Las Vegas, invitado para oficiar en la inauguración de un nuevo Shul. Después de Minjá, todos nos dirigimos a una de las tantas salas del imponente edificio para compartir la Seudá Shlishit, y me uní al grupo. En un momento, el Sheliaj se acercó discretamente y me preguntó si podía honrar a los presentes cantando alguna melodía para cerrar el Shabat. Acepté con gusto y comencé a entonar el famoso “Nigun Poltava”, una melodía de Jabad.

Al terminar, sentí cómo la música me había calado hasta los huesos, y sin pensarlo demasiado, entoné otro nigún cuyo nombre desconozco, pero que siempre me ha tocado profundamente.

Mientras cantaba, noté que el rostro de uno de los presentes había cambiado. Parecía hipnotizado, completamente absorto, mirándome fijamente durante largo rato. Cuando terminé, el hombre estaba visiblemente emocionado. En cuanto se hizo silencio, se volvió hacia el rabino y le preguntó:  

—¿Puedo compartir una historia?  

—Por supuesto, con mucho gusto —respondió el Sheliaj, el rabino Shanovitz.

El hombre, un miembro habitual de la comunidad, comenzó:  

—Como algunos saben, no estuve aquí el último Pésaj. Fui con mi familia a pasar el Jag en Los Ángeles, donde nos hospedamos con el rabino Cunin, el principal Sheliaj del Rebe en California. Durante los días del Jag, nos contó varias historias fascinantes, pero hubo una en particular que me marcó profundamente.

El rabino Cunin relató:  
—A comienzos de los años 70, siendo un joven emisario del Rebe, solía viajar por distintas universidades del país para dar charlas y clases. Eran los tiempos de los hippies, la contracultura, la rebelión, las drogas y el rock. En los campus abundaban los estudiantes que desafiaban toda autoridad y tradición.

Una vez, llegué a la Universidad Brandeis, en Massachusetts, para dar una serie de charlas que durarían varios días. Como era común, aparecieron los típicos provocadores, con preguntas incómodas y el claro objetivo de ponerme en aprietos. Uno de ellos, en especial, se destacaba por su insistencia. Se declaraba ateo convencido, negaba toda espiritualidad y aseguraba que no existía un Creador. A pesar de mis esfuerzos por dialogar con él, su actitud era claramente hostil.

Tras varios días de intensos debates, se me ocurrió un enfoque distinto. En la siguiente sesión, decidí enseñarles un Nigun de Jabad. Empecé a cantarlo, y luego lo repetí una vez más, y otra. Poco a poco, algunos comenzaron a acompañarme. Observé que el joven ateo estaba quieto, escuchando con atención.

Al terminar, se acercó con la voz entrecortada:  
—Rabino, me destruiste con esa música. No puedo creer lo que está ocurriendo.

—¿Qué pasó? —le pregunté, intrigado.  

—Te contaré una historia —dijo.

—Crecí en una granja aislada en Iowa, en medio de vastos campos. Éramos judíos, pero sin ninguna práctica religiosa. Con nosotros vivía mi abuelo, un judío devoto que había emigrado desde Rusia. Comía kasher, cocinaba lo suyo aparte, y aunque no hablábamos mucho, yo lo quería.

—Una mañana, antes de ir a la escuela, me llamó y me sentó en su regazo:  
“Quiero enseñarte algo”, me dijo. “Una melodía muy antigua. Recuérdala, querido nieto, algún día te va a servir.”  

La cantó varias veces mientras yo escuchaba con atención.  

Esa misma tarde, al volver a casa, mi abuelo había fallecido repentinamente de un infarto.

—Intenté recordar la melodía, pero no pude. La tenía en la punta de la lengua, pero siempre se me escapaba. Con los años, dejé atrás todo vínculo con la fe y la tradición. Y hoy, aquí, cuando cantaste ese nigún... ¡esa es la melodía que mi abuelo me enseñó! Volvió a mí después de tantos años.

El rabino Cunin concluyó:  
—Desde ese momento, el muchacho dejó de interrumpirme. Se volvió mucho más receptivo y participativo en las clases.

Volviendo a Las Vegas, el hombre que contaba esta historia miró a su alrededor, conmovido:  

—Desde aquel Pésaj he intentado, sin éxito, recordar la melodía. Y ahora, cuando la cantaste, volvió a mí.

Se hizo un profundo silencio. Entonces, sin que nadie lo sugiriera, todos comenzamos a cantar juntos esa melodía, una vez más.

PARA ESCUCHAR ESTE NIGUN:

Fuente: col.org.il
©JasidiNews 


Zman Plitateinu!

Había una vez un judío que había alquilado una posada al poretz local, pero no lograba reunir el dinero para pagar la exorbitante renta (qué sorpresa, ¿no?). Le pidió al poretz una prórroga de un año, y aunque a regañadientes, el poretz accedió. Pero el año pasó volando, y la situación no había mejorado: seguía sin poder pagar.

Ya temiendo por su integridad física —y la de sus muebles—, él y su esposa empacaron todo, subieron a los chicos a la carreta y salieron huyendo en plena noche, bien al estilo “operación escape”.

Pero justo al salir del pueblo, se encontraron de frente con el poretz, que regresaba de un viaje.🤦‍♂️

 “¡Moshkeh! ¿A dónde va usted con toda su familia y esa carreta cargada, y a estas horas?”, preguntó, sorprendido.

“Ah, estimado poretz", respondió Moshke con rapidez, "se acerca una festividad judía, y vamos a celebrarla con la familia”.

“¿Una festividad? —replicó el poretz, confundido—. ¡Yo pensaba que conocía todas sus fiestas! ¿Cuál es esta?”

“Esta se llama חַג פְּלִיטָתֵנוּ "Jag Pletateinu" ["la festividad de nuestra huida”].

El poretz frunció el ceño. “¡Pues más vale que regreses pronto con el dinero que me debes!”

A la mañana siguiente, intrigado, el poretz notó que en el shtetl todo transcurría con total normalidad. Llamó a un judío y le preguntó: “¿Por qué no están preparando la festividad que empieza ahora?”

“El honorable poretz debe estar confundido”, respondió el hombre. “No hay ninguna festividad en el calendario”.

“¡Pero anoche Moshkeh me dijo que se iba a celebrar Jag Plitateinu!”, exclamó el poretz.

“Ah, claro, esa festividad —asintió el judío con una sonrisa—. Esa sí la celebramos… pero cada familia elige cuándo es su momento apropiado”.

*

Pésaj es Zman Jeirutenu, el tiempo de nuestra libertad, para todo el pueblo judío. Pero cada uno de nosotros tiene su propio "Mitzraim", sus limitaciones y desafíos personales. Por eso, la verdadera libertad se experimenta de forma única en cada alma y en cada etapa de la vida.

A medida que crecemos y cambiamos, también lo hacen nuestras luchas. Y es precisamente ahí donde la Torá —eterna y viva— nos guía, ofreciéndonos nuevas capas de sentido y redención. Porque la libertad no es un evento, es un viaje constante, y cada quien tiene su propio Jag Plitateinu.

Pesaj Casher Vesameaj!

La consulta halájica que recibió el Beis Halevi (4 copas de leche?) y un mensaje muy actual

Era la víspera de Pésaj, y las calles estaban llenas de movimiento. Las familias corrían de un lado a otro, limpiando sus casas, comprando Matzot, y preparando cada detalle para el Séder.

En medio de ese bullicio, un hombre humilde se acercó a la casa del gran Rav Yosef Dov Soloveitchik, el Beis Halevi. Con pasos vacilantes y una voz baja, le preguntó:

—Rebe, una pregunta halájica. Quería saber si se puede cumplir la Mitzvá de las cuatro copas del Séder con leche en lugar de vino.

El Rav lo miró con atención. En vez de responder de inmediato —como quizás se esperaba para una pregunta tan sencilla—, frunció el ceño, como si meditara algo muy profundo.

—Mmm... Es una buena pregunta —dijo finalmente el Rav—. Tendré que examinar algunos libros y analizar bien la Halajá. Por favor, déjeme su nombre y dirección, y en cuanto tenga una respuesta, lo buscaré.

El hombre asintió, agradeció al Rav y se fue.

Uno de los alumnos del Rav, que había presenciado toda la escena, no pudo contener su sorpresa.

—Rebe... con todo respeto, ¡esa es una pregunta muy simple! Todos sabemos que no se acostumbra usar leche para las cuatro copas, pero tampoco es una gran cuestión halájica... ¿Por qué le dijo que tenía que estudiar sobre eso?

El Beis Halevi le sonrió, se puso su abrigo y se dirigió a la puerta.

—No era una pregunta de Halajá lo que escuché —dijo con voz suave—. Era un grito silencioso de necesidad. Si ese hombre está preguntando si puede usar leche en el Séder, eso significa que ni siquiera tiene dinero para vino. Y si piensa usar leche, entonces tampoco tendrá carne para la comida [porque no se puede mezclar carne con leche en la mesa del Seder].

—¿Y a dónde va ahora, Rebe? —preguntó el alumno, aún más intrigado.

A buscar la respuesta —dijo el Rav con una sonrisa—. En el mercado. Para comprarle vino, carne y todo lo que necesita para su Séder.

Así el Rav fue personalmente a ayudar a ese hombre, sin humillarlo, sin que siquiera tuviera que pedir Tzedaká. Porque a veces, el corazón del sabio entiende lo que la boca no puede decir.

*
Al margen del mensaje que deja esta historia, contiene además una importante enseñanza para la época (y los avances) que estamos viviendo

En tiempos como los nuestros, donde las respuestas están a un clic de distancia y donde la IA (Inteligencia Artificial) puede responder a casi cualquier pregunta en segundos, esta historia nos recuerda algo fundamental:

Un rabino de carne y hueso, con un corazón sensible y una mente atenta, no solo escucha las palabras que se dicen — también percibe lo que no se dice. Entiende el dolor detrás de la pregunta, la necesidad oculta entre líneas, la situación humana que ninguna inteligencia artificial puede captar del todo.
La inteligencia artificial puede dar una respuesta correcta, pero el Rab puede dar una respuesta con alma. Puede ofrecer compasión, apoyo, una sonrisa... o incluso salir corriendo al mercado para resolver un problema que no fue formulado en palabras.

Por eso, aunque vivamos en un mundo moderno, nunca debemos reemplazar el valor del contacto humano, de un líder que conoce a su gente, que siente con ellos, y que entiende que a veces, la verdadera respuesta no está en un libro, sino en el corazón.

La lección que aprendió el sastre

Había una vez un sastre humilde que se ganaba la vida con reparaciones y costuras simples. Un día, un hombre rico se enteró de su existencia y le encargó un traje importante. El sastre trabajó diligentemente y entregó el traje a tiempo, impresionando al hombre rico con su talento.

La noticia del sastre se corrió rápidamente, y pronto se convirtió en un nombre reconocido en su rubro. Un ministro del gobierno se enteró de su fama y lo llamó a su finca para que confeccionara un traje especial con una tela muy valiosa, importada especialmente del extranjero.

"He adquirido esta tela por un precio muy alto", le dijo el ministro al sastre. "Espero que confecciones con ella un traje muy especial."

"Soy un especialista en mi materia", respondió el sastre con confianza. "No tiene de qué preocuparse."

El sastre volvió a su casa y trabajó diligentemente en el traje. Finalmente, lo terminó y se lo llevó al ministro.

El ministro se midió el traje y su rostro se puso rojo de rabia. "¡Qué traje horrible!", exclamó.

Los guardias que oyeron esto agarraron al sastre y lo arrojaron fuera del palacio, sin olvidar arrojarle el traje que había cosido para su amo.

El sastre regresó a su hogar completamente destruido. Su esposa le dijo: "El único consejo que te puedo dar es que vayas del Rab, del Tzadik."

Aceptó la sugerencia de su esposa y fue a ver al Rebe[en ciertas fuentes está citado Reb Elimelej de Lizensk] El sastre le contó al Rebe toda la historia y sus sentimientos antes y después.

El Rab le sugirió un consejo simple: "Ve a tu casa, descose toda la prenda por completo, y vuelve a coserla de inmediato. Lleva la prenda renovada al ministro y pídele que se la vuelva a probar."

El sastre intentó preguntarle una explicación, pero el Rebe le dijo: "No lo pienses dos veces, no tienes nada que perder de todos modos."

El sastre regresó a su casa, deshizo el traje y lo cosió de nuevo. Con el nuevo producto, regresó a la finca del ministro. Para su sorpresa, el ministro aceptó volver a medirse el traje, y para su asombro, el entusiasmo del ministro fue enorme.
"¡Este traje es perfecto!", exclamó el ministro. "¡Gente! ¡Mis felicitaciones al sastre!"

El sastre estaba confundido. "Pero... es exactamente el mismo traje...", pensó para sí.

No pudo evitar regresar a ver a su Rebe para preguntarle qué había detrás de su consejo aparentemente extraño.

"¿Qué pasó?!", preguntó el sastre.

El Rab sonrió. "No fue difícil de entender tu historia", dijo. "La primera vez que cosiste el traje del ministro, lo hiciste con orgullo y pensando en el honor y el dinero que recibirías. El orgullo no cae bien a los ojos de la gente, y por lo tanto, el traje tampoco halló gracia a los ojos del ministro."

"Entiendo...", dijo el sastre.

"Estaba convencido de que si lo cosías de nuevo, la misma prenda, esta vez con esta humildad y modestia, con לב נשבר, hallaría gracia a todo quien lo viese", continuó el Rab. "Y así fue."

El sastre se dio cuenta de la sabiduría de este Tzadik y se sintió agradecido por la lección que había aprendido.

*

La parashá de esta semana comienza con las palabras "Vaikrá el Moshe", donde la letra Alef de la palabra Vaikrá aparece en la Torá como una letra pequeña. Según nuestros Sabios, esto nos enseña la humildad de Moshe, quien a pesar de sus grandes virtudes, se mantuvo humilde.

En contraste, en el libro de Dibrei Haiamim (último libro del Tanaj, la letra Alef del nombre de Adam aparece grande, destacando sus virtudes como creación directa de Di-s. Sin embargo, esto también nos recuerda que el orgullo y la autosuficiencia pueden llevar al pecado, como sucedió con Adam y el árbol del conocimiento.

La Torá nos enseña que las letras deben tener un tamaño medio, ni muy grandes ni muy pequeñas. Esto nos recuerda que debemos conocer nuestras virtudes, pero no enorgullecernos de ellas. Moshe, el profeta más grande y humilde de la tierra, nos enseña que la humildad es fundamental.

Cuando reconocemos que nuestras cualidades y habilidades son un regalo de Hashem para cumplir con nuestro propósito, podemos comportarnos con humildad y merecer el afecto de Hashem. Como se relata en el comienzo de la Parashá, "Vaikrá el Moshe", Hashem llama a Moshe con afecto, destacando su humildad y dedicación.


Fuente: Rab Nejemia Vilhelm. Mamtak Leshabat

Carta del Rebe para todo Bnei Israel 5735 - Publicada en español para Pesaj 5785

Carta Rebe Pesaj 5785-2025 

Maamar en español publicado para Pesaj 5785 - Venaja Alav Ruaj Hashem 5725

Maamar Venaja Alav Ruaj Hashem 5725 

martes, 8 de abril de 2025

11 de Nisan - Maise de Rab Lipsker - Shlijut más allá de la lógica

El Rabino Sholom Ber Lipsker, Sheliaj del Rebe en Bal Harbour, (Florida, Miami) quien estableció magníficas y poderosas instituciones de la Torá, donde miles de yehudim se acercan a la luz de la Torá, cuenta la siguiente historia:

"En nuestra zona vivía un judío muy rico llamado Mordejai (Mel) Landau, que nos apoyaba mucho económicamente.

Un día del año 1974, recibo una llamada del jefe de secretarios del Rebe, el rabino Hodakov. Me preguntaba cómo estaba el señor Landau. Le dije que todo está bien con él y que lo veo a menudo. "¿Se pone Tefilín?" Preguntó el rabino Hodakov y yo respondí que ese era un tema que ya lo había conversado con él varias veces, pero él dijo que no creía en eso y se niega rotundamente a ponerse los Tefilín.

"En ese momento escuché en el teléfono la voz del Rebe: "Zol zen leign mit im Tfilin haint" [preocuparse que le coloquen los Tefilín hoy].

"Salté de la silla. Me puse de pie y estaba realmente temblando. La voz de Rebe... 

"De aquí en adelante, la conversación teléfonicacontinuó de la siguiente manera. El Rebe hablaba con el rabino Hodakov y le indicaba qué decirme, como si yo no hubiera escuchado las palabras, y el rabino Hodakov repetía las palabras y las explicaba con más detalle.

"El rabino Hodakov repitió y dijo que debía ponerle Tefilín, y yo le dije que ya había intentado varias veces influenciarlo para que se los pusiera, pero no está dispuesto de ninguna manera. Ahí el Rebe dijo: "Pravn noj amol, m'fort oifn Ohel" [Intentar una vez más, estamos yendo al Ohel]. Y el rabino Hodakov volvió a repetirlo: "Dile que el Rebe está yendo al Ohel, es un momento oportuno para ponerse los Tefilín."

"Toda esta conversación superaba mi capacidad de entendimiento. Una persona que hasta ahora no se había puesto un Tefilín porque no para él no tenía sentido, ¿se pondría los Tefilín porque le dijeron que el Rebe estará yendo al Ohel y por eso es un momento oportuno?! Ni siquiera conoce la palabra 'Ohel', por supuesto que no tiene idea de lo que significa ir al Ohel, y por qué sería este un momento oportuno...

El Rebe continuó diciendo: "Sheine Tfilín" [Tefilín bellos]. El rabino Hodakov volvió a repetir y explicar que debía llevarle Tefilín hermosos, pero yo le expliqué que no me era posible conseguir Tefilín nuevos y elegantes de un día para el otro. En aquel entonces, no había Tefilín Mehudarot disponibles en nuestra área, ya que la gente aquí no eran observantes y se contentaban con Tefilín más simples. Por lo tanto, tendría que traer Tefilín desde New York, lo que me llevaría unos dos días. A esto el Rebe dijo: "Eigene" [los suyos], y el rabino Hodakov repitió: "Tienes contigo tus propios Tefilín".

"Sheine Sheidlaj" [cajitas elegantes], el Rebe continuó diciendo, y el rabino Hodakov repitió: que las cajas del Tefilín se vean bien, y el Rebe terminó diciendo: "Modia Zain" [que informe luego], y el rabino Hodakov repitió las palabras: "Después de que le coloques Tefilín, notifica acerca de ello."

"Llamé inmediatamente al Sr. Landau, le pregunté cómo estaba y me invitó a ir a saludarlo y tomar algo a su casa.

"Corrí al negocio de Judaica local, dije que necesitaba cajas grandes de Tefilín, pero el vendedor dijo que no vende las cajas por separado, sino solo junto con los Tefilín. Pregunté por el precio de un par de Tefilín, el vendedor me dijo 60 dólares, le pagué y dejé esos Tefilín allí en el mostrados mientras me llevaba solo las cajas... Corrí a la casa de Landau, él estaba de buen humor y dijo que acababa de terminar un partido [juego de deporte] con un amigo.

Le dije: "Escucha, ¿Qué tal si te pones los Tefilín?". "Ya te lo dije, no estoy para eso", respondió, pero no me detuve: "Es un muy buen día para ponerse los Tefilín, el Rebe está viajando al Ohel a rezar en el Tzion (donde se encuentra enterrado) su suegro. "¿Qué es el Ohel?" me preguntó. "Un cementerio", respondí. "¿Y el Rebe va allí?", preguntó de nuevo. "Sí", dije, "y el Rebe desde allí genera y proyecta grandes milagros. El Rebe responde a quienes acuden a él y le piden bendición con las palabras: 'Lo mencionaré en el Tzion', y hoy es el día en que el Rebe va allí."

"Ok", dijo Landau, "vamos, pongamos entonces."

"Cuando salí de su casa, telefoneé inmediatamente a 770. Cuando me presenté, el secretario, el rabino Kvint, me dijo que estaba esperando mi llamada. Le informé que Mordejai se había puesto Tefilín. En ese momento, el Rebe ya estaba en el Tzion, acompañado por el rabino Krinsky. En el automóvil del rabino Krinsky había un dispositivo telefónico, que estaba destinado para cuando el Rebe se dirija al Ohel, a través del cual mantenía  conversaciones durante las horas que permanecía el Rebe en el Ohel, y a veces transmitía instrucciones y respuestas que recibía del Rebe allí mismo durante su permanencia en el Ohel, y también recibía solicitudes y mensajes que la gente pedía darle al Rebe encontrándose allí.

"El rabino Kvint llamó al rabino Krinsky y le transmitió mi mensaje, y luego el rabino Krinsky contó que entró al Ohel y le comunicó al Rebe la noticia de que Mordejai se había puesto Tefilín, en ese momento el rostro del Rebe expresó gran emoción y satisfacción.

"Debemos entender que nuestro intelecto es muy limitado. Cuando andamos con él, nuestras capacidades están limitadas. Nos preguntamos: ¿Cómo podemos llevar a cabo tal tarea? Es demasiado grande para nosotros. El hombre no está dispuesto a ponerse Tefilín, y no parece lógico que lo que lo convenza sea si escucha que el Rebe viaja al Tzion. Pero la verdad es que si el Rebe nos dijo que hagamos algo, ¡es señal de que tenemos el poder para hacerlo y lograrlo! No es nuestro poder. No son nuestras explicaciones acerca de la virtud de ponerse los tefilín las que convencerán a un judío de ponerse un Tefilín, sino el 'empuje y otorgamiento de fuerzas' que otorga el Rebe.

"Hubo muchos casos como este, en los que pensé que de ninguna manera podría llevar a cabo la tarea que se me había puesto sobre los hombros, pero dado que el Rebe me dijo que lo hiciera, fui en contra de mi propia lógica y se hicieron cosas que posiblemente no podría haber llevado a cabo con mis propias fuerzas.

"Debemos saber que se nos han dado poderes inusuales, pero debemos obedecer y no hacer sólo lo que entendemos y sentimos que somos capaces de hacer, y como explica el Frierdiker Rebe:
יַעֲזֹב רָשָׁע דַּרְכּוֹ וְאִישׁ אָוֶן מַחְשְׁבֹתָיו
 "Que el hombre malvado deje su camino y el hombre inicuo sus pensamientos" - así como el hombre malvado debe dejar sus malos caminos, también debe el 'אִישׁ אָוֶן' - el hombre de voluntad fuerte dejar sus pensamientos, "y no decir 'Ij zog azoi', 'Ij halt azoi' [yo digo, yo sostengo, yo opíno], porque todo "Ij" ["yo"] y ego es fuente de mal y causa separación de corazones.

domingo, 30 de marzo de 2025

2 de Nisan - Maise: Una noche de milagros

Durante los días turbulentos de la Revolución Bolchevique en Rusia, el Rebe Rashab, Rabí Shalom-Dovber de Lubavitch, quinto Rebe de Jabad, se había trasladado a Rostov tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. En el invierno de 1920, cuando las sombras del comunismo se cernían sobre la ciudad, el Rebe se recluyó en su hogar y no permitió la entrada de nadie.

Sin embargo, en Purim, la angustia de los jasidim se transformó en esperanza. Se les informó que el Rebe celebraría un breve Farbrenguen, pronunciaría un Maamar de Jasidut y, luego, cada uno regresaría a su casa. Con expectación y reverencia, los jasidim entraron en silencio a su hogar, iniciaron la Seudá y aguardaron ansiosos su llegada.

Cuando el Rebe apareció, su rostro reflejaba una paz especial. Tomó un poco de Mashke y, con voz firme dijo: "Lejaim!". Al instante, los jasidim percibieron un cambio en su expresión. Con palabras llenas de inspiración, los animó a estar Besimjá. Luego, sacó una suma de dinero y ordenó traer abundante Mashke. Invitó a todos los presentes a levantar sus copas, decir "Lejaim" y cantar con alegría desbordante.

En aquellos tiempos, las restricciones eran severas: salir de casa más de tres horas por la noche estaba prohibido, al igual que cualquier tipo de reunión. Beber en grupo y recolectar donaciones se consideraban delitos graves. Sin embargo, en aquella noche de Purim, en la casa del Rebe, la luz de la alegría y la fe desafiaban la oscuridad de la opresión.

Todos sintieron la magnitud de aquel momento y la cercanía única con el Rebe. Con entusiasmo desbordante, elevaron sus voces en un canto poderoso que resonaba incluso en la calle. En aquel instante, era como si hubieran olvidado dónde estaban. El Mashke fluía como agua, la alegría se desbordaba y el Rebe dirigía la atmósfera con una intensidad espiritual inigualable.

Su rostro reflejaba una conexión con otro mundo, y sus palabras ardían como llamaradas de fuego. Esa noche, los jasidim fueron bendecidos con un torrente de enseñanzas jasídicas y revelaciones como nunca antes habían experimentado.

De repente, en medio de la euforia, un jasid irrumpió en la sala con noticias realmente preocupantes: los bolcheviques estaban haciendo inspecciones por la ciudad y pronto llegarían a la casa del Rebe. Un escalofrío recorrió a los presentes, pero el Rebe permaneció impasible. Sin vacilar, continuó pronunciando sus santas palabras y ordenó que nadie se moviera. "Cuando canten, sigan cantando en voz alta", instruyó con determinación.

El miedo se apoderó de los familiares del Rebe. La Rebetzn intentó hacer que los jasidim bajaran la voz. Su hijo, Rabí Yosef-Itzjak (el futuro Rebe Rayatz), también estaba profundamente preocupado por lo que pudiera ocurrir. Pero el Rebe disipó todas las inquietudes con su inquebrantable serenidad.

Entonces, comenzó a recitar un profundo Maamar jasídico. En plena recitación, se escucharon golpes estruendosos en la puerta. Sin interrumpirse, el Rebe indicó que la abrieran y, sin voltear siquiera, continuó con su Maamer. A pesar del pánico, un jasid se dirigió a los bolcheviques y les informó con naturalidad: "En este momento, el Rebe está hablando". Los soldados preguntaron cuándo podían volver, y les respondieron: "En unas horas, cuando termine sus asuntos."

En un giro milagroso, los bolcheviques aceptaron la respuesta, se dieron la vuelta y abandonaron la casa, dejando tras de sí una atmósfera cargada de asombro y gratitud.

Pasaron algunas horas y, de repente, alguien volvió a golpear la puerta. Esta vez, los jasidim comprendieron que los bolcheviques regresarían para registrar la casa. No necesitarían buscar demasiado: sobre la mesa estaban las botellas de Mashke y una bandeja con el dinero recolectado para la recaudación de fondos organizada por el Rebe, pruebas innegables de "delitos penales" según el régimen.

El pánico se apoderó de los presentes. Con rapidez, Rabí Yosef-Itzjak cubrió la bandeja con una servilleta, pero el Rebe la apartó con determinación. Mirándolo fijamente, le dijo: "Yosef-Itzjok, ¡no tengo miedo! La paz estará con nosotros. No hablo de una paz oculta o encubierta, sino de una paz íntegra y abierta."

Los bolcheviques irrumpieron en la casa e inspeccionaron cada habitación. Cuando intentaron entrar en la sala de Yejidut, Rabí Yosef-Itzjak sintió un escalofrío de temor, pero el Rebe lo tranquilizó con palabras firmes: "Allí se anularán por completo." Luego añadió: "Hay que decir Jasidut para disipar la Klipá." Sin dudarlo, comenzó a recitar el profundo Maamar "Reshit Goim Amalek".

Mientras hablaba, repitió en varias ocasiones que era crucial prestar atención, pues estaba tratando un asunto Pnimi, algo que rara vez se revelaba. Los jasidim, sintiendo la gravedad del momento, agudizaron su concentración y absorbieron cada palabra con reverencia.

Durante la inspección en la sala de Yejidut, uno de los soldados bolcheviques aprovechó el caos para robar una pequeña caja de tabaco que estaba destinada para el Rebe para Pésaj. Reb Yaakov Landau, quien más tarde sería el rabino de Bnei Brak, notó el robo y no pudo quedarse en silencio. Con valentía, se dirigió al comandante del grupo y denunció el acto, exigiendo que la caja fuera devuelta. Como jasid leal, no podía permitir que un objeto sagrado del Rebe quedara en manos impuras.

El soldado ladrón, sorprendido al ser descubierto, no tuvo más opción que devolver la caja. Pero cuando la sacó de su regazo, ya estaba rota e inutilizable.

Milagrosamente, a pesar de haberlo tenido todo ante sus ojos, los bolcheviques ignoraron la reunión de los jasidim y los objetos sobre la mesa. Sin más, salieron y se dirigieron a la casa vecina. A través de una ventana, algunos jasidim observaron con atención sus movimientos.

De repente, vieron al soldado que había robado la caja sacar su pistola y examinar la boca del cañón. En ese instante, un disparo accidental resonó en la noche. La bala le atravesó el cuerpo, y cayó muerto en el acto. Sus compañeros, conmocionados, se vieron obligados a cargar con su cuerpo y retirarse.

Dos semanas después, el 2 de Nisán, el Rebe Rashab dejó este mundo y fue enterrado en Rostov, marcando el final de una era y el comienzo de un legado eterno.


Fuente: Otzar Hajasidim, Sijat Hashabua #1995

martes, 11 de marzo de 2025

Mensaje de Purim con anécdota divertida

El Frierdiker Rebe le recomendó a Reb Jatche (Yejezkel) Himelstein que se convirtiera en el Rov (Rabino) de una ciudad en particular. Sin embargo, Reb Jatche, conocido por su humildad, respondió: "No me siento digno de ser un rabino, hay ciertas Halajot (leyes) en Joshen Mishpat (asuntos monetarios) que no entiendo completamente."

El Frierdiker Rebe sonrió y le contó una historia. 
"En cierto Purim, un hombre había bebido demasiado Mashke y se quedó profundamente dormido en un banco. Algunos jóvenes traviesos lo vieron allí y quisieron divertirse un poco...encontraron una ropa (disfraz) de un galaj (cura) y se lo pusieron mientras dormía.

Cuando el hombre se despertó, todavía algo borracho, se miró y se sorprendió al ver que llevaba puesto el atuendo de un cura. '¿Qué es esto?', se preguntó. '¡No puede ser! Soy judío, no soy un cura!"

Aún con la mente nublada, el hombre pensó: "Pero.. si a fin de cuentas tengo puesto ropas de cura, debo ser un galaj!" No estaba seguro, así que decidió hacer una prueba. "Abriré un libro de los galajim y veré si puedo leerlo. Si puedo, soy un galaj. Si no, no lo soy."

Abrió el libro y vio que no podía leer nada, ya que estaba escrito en latín. "Definitivamente no soy un galaj", dijo. Pero luego siguió considerándolo: "¿Por qué estoy usando ropa de cura si no soy un galaj?"

Llegó a una conclusión divertida: "Soy un galaj, y probablemente la mayoría de los curas tampoco saben leer esto. No soy un inútil, y si ellos pueden ser curas sin saber leer, yo también puedo ser un galaj..."


El Frierdiker Rebe concluyó con una enseñanza valiosa: "Aprende de esta historia que no debes pensar que otros son más sabios o capaces que tú. Todos tenemos nuestras debilidades y limitaciones. Lo que diferencia a aquellos que logran el éxito es que no permiten que sus deficiencias les impidan avanzar hacia sus metas."

***

Al compartir esta historia con otros, me enteré de que el Frierdiker Rebe tenía un mensaje más profundo: 
Cuando se te asigna una responsabilidad, es común que la 'humildad' te haga sentir incapaz. Pero el Frierdiker Rebe le estaba diciendo: "Mira a aquellos que sí han logrado grandes cosas. ¿Crees que siempre tuvieron el talento para triunfar? No, perseveraron y tuvieron éxito de todos modos."

En otras palabras, aunque te falte claridad en ciertas áreas, con el tiempo y la perseverancia, podrás adquirir ese conocimiento. [El Frierdiker Rebe quería que Reb Jatche aceptara el desafío de convertirse en un Rov, y que no se dejara llevar por la idea de que no era digno.]

Además, hay un tercer mensaje en esta anécdota:

El Frierdiker Rebe destacaba que la posición o el cargo que ocupas puede influir sobre tu comportamiento, pero no te define como persona. Las ropas o el título que tengas no te convierten en alguien, es el esfuerzo y la dedicación lo que te lleva a crecer y a alcanzar tus metas.

Fuente: Reb Sholom Avtzon

lunes, 24 de febrero de 2025

22 de Shvat - Historia #2

22 de Shvat
Historia #2


El Sr. Isaac Milstein contó:

 “Mi familia emigró de Rusia a Israel y en 5738 (1978) nos mudamos a Nueva York. Mi madre encontró trabajo como estilista en Freeda Wigs en Crown Heights. Una vez, la Rebetzin llamó al local y pidió hablar con la gerente, la Sra. Kugel. Mi madre, quien atendió el teléfono, dijo: “La Sra. Kugel salió, ¿quiere dejar un mensaje?” y preguntó quién hablaba. La Rebetzin respondió pidiéndole que le comunicara que la Sra. Schneerson había llamado y le preguntó si la Sra. Kugel podía devolverle la llamada en otro momento. 

Fue en ese momento cuando mi madre se dio cuenta de que estaba hablando con la Rebetzin. Emocionada, exclamó: ‘¡Rebetzin! ¡Es un gran honor hablar con usted! Le transmitiré el mensaje”. La Rebetzin le dijo entonces a mi madre: “Puedo oír en tu voz que estás afligida por algo, ¿está todo bien?” 
Ante esta muestra de sensibilidad, mi madre no pudo contener las lágrimas.

Entre sollozos, le explicó que nuestra familia había emigrado recientemente a Estados Unidos y que, de repente, mi abuela había enfermado gravemente. Los médicos habían pronosticado que solo le quedaban unos pocos meses, o un año como máximo, de vida. 
La Rebetzin entonces comenzó a hablar en ruso y le dio una Brajá para que mi abuela se recuperara y que saliera de esa difícil situación en paz. Y así fue. Contra todas las sombrías predicciones de los médicos, mi abuela no solo se recuperó sino que vivió otros 23 años, desde 5738 hasta 5761(2001).” 


Esta historia revela no solo el poder de una Brajá de la Rebetzin, sino también su excepcional capacidad para percibir el dolor y la sensibilidad de los demás, incluso en un breve diálogo. Su empatía y comprensión hacia los demás son verdaderamente destacadas.

22 de Shvat - Yortzait de la Rebetzin

22 de Shvat - Yortzait de la Rebetzin
Historia especial traducida en honor al 37° aniversario 


Rab Leivi Azimov de París, Francia cuenta:

En honor al mes de Tishrei de 5730[1969], los jasidim organizaron un vuelo chárter especial de Eretz Israel a Nueva York (como lo habían hecho en años anteriores). Después de Tishrei, el avión despegó de regreso rumbo a Eretz Israel. Poco después, el Rebe preguntó a los mazkirim: “Voz tut zij mit dem charter? ¿Qué sucede con el chárter?” No entendieron lo que el Rebe preguntaba, ¡el avión acababa de despegar! Sin embargo, unos minutos después, llegó la noticia a 770: uno de los motores del avión se había incendiado en pleno vuelo, y milagrosamente habían logrado regresar al aeropuerto de Nueva York de forma segura. El Rebe procedió a darles varias instrucciones (incluyendo recitar un Maamar Jasidut en el aeropuerto), y finalmente partieron al día siguiente. 
Esta es la famosa historia del chárter, pero lo que se conoce menos es un contexto adicional. Mis padres, el Rabino Shmuel y Basya Azimov, formaban parte de aquel chárter (el avión los había recogido en Francia). Ese día, antes de la hora original de salida del avión, mis padres habían ido a visitar a la Rebetzin junto con mi hermano Mendel, que era un bebé en ese entonces, y mi abuelo, Reb Bentzion Shemtov. Mientras conversaban, la Rebetzin preguntó: “¿Cuándo viajan de regreso?” Mi padre respondió: “Esta noche.” La conversación continuó, y unos minutos después, la Rebetzin preguntó de nuevo: “¿Cuándo viajan de regreso?” “Esta noche,” respondió mi padre. Unos minutos después, preguntó por tercera vez: “¿Cuándo viajan de regreso?” “Esta noche.” Cuando se fueron, mi padre discutió este extraño suceso con su suegro, Reb Bentzion Shemtov, y ambos comprendieron que claramente algo andaba mal con el viaje. Tal vez no deberían ir... Al final decidieron tomar el vuelo, y fue entonces cuando falló el motor. 

Hay diferentes lecciones que uno puede extraer de esta historia. Una es el evidente Ruaj Hakodesh de la Rebetzin [y el fascinante hecho que tanto el Rebe como la Rebetzn percibieran el problema antes de que suceda]. Pero, a un nivel diferente, y quizás más profundo, esta historia nos brinda una lección de cómo ser un jasid. Muchas personas podrían no darle importancia a la repetición de la pregunta de la Rebetzin. ¿Quién dice que tenga algún significado? Pero los jasidim más involucrados sabían que había un significado más profundo. El Ruaj Hakodesh se reveló poco después. Así es como mi padre siempre nos contaba esta historia: para ilustrar cómo uno debe valorar una palabra de la Rebetzin.

Yud Shvat - "כְּדַאי הוּא"

Maise especial en honor a Yud Shvat

Por Reb Y.Y. Bukiet


Mi padre, el Rab Jaim Meir Bukiet, Rosh Yeshiva de la Yeshiva United Lubavitcher en Brooklyn, comenzó a sentirse mal (y tener problemas de salud) poco después de que mi hermana mayor se mudara a California en el verano de 1968. Mi hermana y su esposo, el rabino Yerajmiel Stillman, se habían establecido en Los Ángeles para servir como Shlujim en la UCLA y apoyar espiritualmente a los jóvenes estudiantes judíos de la universidad.

Mi hermana sabía bien la naturaleza trabajadora de mi padre y cómo se sumergía completamente en sus responsabilidades sin descansar. Por eso, le insistió para que visitara California y se tomara un descanso por un tiempo. Quería que se alejara del ajetreo de Nueva York y se recuperara en un entorno más relajado.

Mi padre inicialmente rechazó la invitación de mi hermana, ya que el Rebe solía desaconsejar los viajes en ese momento debido a su alto costo. Además, mi padre tenía una excusa válida: con tres o cuatro niños pequeños en casa, el gasto de un viaje en avión era algo inviable.

Sin embargo, mi hermana no se rindió y siguió insistiendo hasta que mi padre finalmente accedió a consultar con el Rebe. "Lo que el Rebe diga, eso haré", prometió.

La respuesta del Rebe fue concisa pero significativa: "Kedai Hu" ("Vale la pena") y "Azkir Al HaTzion" ("Mencionaré el asunto junto a la tumba del Frierdiker Rebe"). Con la aprobación del Rebe, mi padre reservó boletos de tren para él, mi madre y mis hermanos menores en Amtrak.

Viajaron a través del país hasta la costa oeste durante tres días hasta que finalmente llegaron un jueves por la tarde. En cuanto a los planes para Shabat, mi hermana sugirió que vayan a la Tefilá en el Beit Jabad, pero que luego cenaran con ella en la casa.

“¡No, no!”, protestó mi padre. “El Rebe dijo ‘Kedai Hu’. Esa no es una respuesta normal. Hay una razón especial por la que estoy aquí. Voy a comer en el Beit Jabad…”

“Tate, vas a estar aquí cinco o seis semanas. Descansa un poco. Puedes ir la semana que viene o la otra semana, otro Shabat”, respondió ella. “¡De ninguna manera!”, proclamó mi padre, con firmeza.
Ese viernes por la noche, el Beit Jabad de la UCLA recibió a unos 80 o 90 estudiantes universitarios. Tenían mesas para los muchachos y mesas para las chicas. Ese viernes por la noche, mi cuñado, el rabino Stillman, organizó las mesas de manera que haya una mesa principal donde se sentaría mi padre, ya que él sería el estimado orador invitado.

Lo invitaron a sentarse en la mesa principal, pero él se negó rotundamente diciendo: “¡No me sentaré en la cabecera de ninguna manera! ¡Me sentaré entre los jóvenes!”. Luego caminó alrededor de las mesas y se sentó entre dos estudiantes universitarios.

Empezó a romperse los dientes hablándoles en su mezcla especial de "Idish-English". Para sorpresa de mi padre, uno de estos chicos comenzó a responderle en perfecto idish, algo completamente inesperado de un estudiante de la UCLA. Para su sorpresa aún mayor, después de que mi padre le dijera de dónde era, originalmente de Jmielnik, Polonia, el estudiante, emocionado, le dijo que su Bobe y Zeide provienen de la misma ciudad, de Jmielnik. Luego contó los recuerdos que su Zeide compartió con él de la ciudad, que incluían el Shul y los detalles de la plaza central de la ciudad, ante la total incredulidad de mi padre. Esa noche, mi padre habló con ellos durante unas cuantas horas.
Este estudiante más tarde le comentó que hay una comunidad Jmielnik en Los Ángeles y lo instó a hablar con sus miembros. En su mayoría, se lamentó el joven, están decepcionados con respecto al idishkait debido a sus traumas en el Holocausto. Mi padre, recordando las palabras orientadoras del Rebe, alentándolo a viajar con las palabras: “Kedai Hu”, “vale la pena”, lo relacionó enseguida con la sugerencia de hablar ante aquellas personas mayores de Jmielnik, e inmediatamente accedió ir a hablar con ellos. Tal vez esto era lo que el Rebe tenía en mente cuando dijo “Kedai Hu”, pensó.

Después de Shabat, el estudiante se contactó con un conocido del club y acordaron que él hablara el jueves siguiente por la noche, que coincidía con la reunión mensual de los integrantes. Cuando se corrió la voz entre ellos, estas personas mayores de la sociedad se emocionaron. Todos conocían a la familia de mi padre. Su abuelo era el Shoijet del pueblo y todos estaban emocionados de conocer a su nieto.

Ese jueves por la noche, cuando se dio el encuentro, él trató de abrir sus corazones y reavivar el fuego del Idishkait que se había apagado por las tragedias que experimentaron. Realmente pudo identificarse con ellos, además de ser del mismo pueblo, también pasó por el Holocausto y perdió a toda su familia. Estaban muy orgullosos de él, cómo uno de los suyos, un muchacho de su pueblo que lo había logrado. Se convirtió en Rosh Yeshiva y era un importante Rav.
Después de la noche conmovedora que compartieron juntos, alguien escribió sobre ello y lo puso en el periódico de la comunidad. Principalmente para aquellos que no pudieron asistir. Mencionaron que mi padre, el nieto del Shoijet, vino y habló con ellos, pero quien no lo haya visto todavía tenía la oportunidad de comunicarse con él, ya que estará por la zona durante las próximas semanas.

Como resultado, una señora que no había asistido a la reunión llamó y solicitó una reunión con mi padre diciendo que tenía algo muy importante para decirle. Él sintió fuertemente que algo extraordinario estaba por suceder, así que hizo que todos en la familia se vistieran con ropa de Shabat. Todos fueron al Beit Jabad con sus mejores ropas para encontrarse con esta mujer que tenía aquel importante mensaje.

Esta señora recordó cómo estaba en el mismo vagón de tren que los padres de mi padre en 1943, alrededor de la época de Sucot, mientras los llevaban a la fuerza a un campo de exterminio. Después de viajar durante unos días en este tren lleno, notó que a veces el tren disminuía la velocidad, en varias curvas. Ella le sugirió a mi abuela (la madre de mi padre) que en esos momentos en que el tren iba más lento, podían trepar por la ventana alta y saltar del tren. Entonces podrían correr hacia el bosque y escapar de la muerte segura a la que los estaba llevando el tren. Mi abuela dijo tristemente que no podía hacerlo. Ella ya era mayor y pensó que la caída la lastimaría severamente o algo peor. Pero animó a esta señora, que era muy joven en ese entonces, a saltar y la ayudó levantándola hasta la ventana cuando el tren disminuyó la velocidad nuevamente, salvándole así la vida. Antes de que saltara, mi abuela le pidió una cosa...

[Nota: Apenas estalló la guerra, mi padre regresó de la Yeshivá a su casa. Sus amigos de la Yeshivá le enviaban cartas diciendo que el Frierdiker Rebe les estaba diciendo que se fueran de Polonia, que escaparan. Sin embargo, sus padres se negaban a dejarlo ir, ya que era su único hijo. Lo llevaron a varios Rabanim para demostrarle que debía quedarse, ya que él seguía pidiendo irse. Finalmente, para la época de Purim, él simplemente se escapó y dejó a sus padres atrás. Sin embargo, nunca se lo perdonó. Después de llegar a Estados Unidos, durante meses, acudía a la agencia de Manhattan que anunciaba quincenalmente las listas de sobrevivientes, con la esperanza de que al menos uno de sus padres se salvara, lo que lamentablemente no ocurrió.]

“Por favor, hazme un favor. Si alguna vez te encuentras con mi hijo, dile que hizo lo correcto. No debe sentirse mal por habernos dejado atrás. Fue bueno escuchar al Rebe. Tendré un zeijer, un recuerdo y una continuidad.” Mi abuela le pidió, aceptando su destino y quedándose en el tren.


‘Kedai Hu’, ‘Vale la pena’.

Para mi padre valió la pena escuchar al Frierdiker Rebbe durante la guerra, eso le salvó la vida.

‘Kedai Hu’, ‘Vale la pena’.

Para mi padre valió la pena escuchar al Rebe en aquel entonces (1968/9), ya que le permitió cerrar un doloroso círculo personal.

“Kedai Hu”, “Vale la pena”.

Para todos nosotros, escuchar al Rebe sigue siendo relevante y valioso hoy en día. Vale la pena. Sus enseñanzas claras y orientadoras nos guían a través del Galut y nos preparan para la llegada de la Gueulá definitiva y concreta, que esperamos suceda muy pronto.



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4 de Shvat - Yortzait (Hilula) del Baba Sali

4 de Shvat - Historia especial 
En honor al Yortzait (Hilula) del Baba Sali זצ"ל


Antes de convertirse en el Gran Rabino Sefaradí de Israel, Rab Mordejai Eliahu sirvió como juez en un Tribunal Rabínico del sur de Israel, en Beer Sheva. Durante esos años, viajaba a menudo a visitar al famoso cabalista Baba Sali en la pequeña ciudad cercana de Netivot. Baba Sali, a su vez, siempre lo recibía cálidamente y mostró un gran afecto por el gran erudito de la Torá.

En los días que estaba en Beer Sheva, Rab Mordejai Eliahu dormía en una habitación alquilada en la casa de una familia local. Una noche, mientras estaba inmerso en la investigación de las complejidades de una ley judía sobre la que tendría que decidir en el Bet Din al día siguiente, llamaron a su puerta. Entraron dos jóvenes y le avisaron que el Baba Sali lo había invitado a (a sumarse) en una Seudat Mitzvá en la casa del Gran Rabino de Beer Sheva. El rabino les pidió que transmitieran su agradecimiento a Baba Sali por la invitación, pero desafortunadamente se vio obligado a declinar; todavía estaba en el año de duelo por su madre ע"ה, y por lo tanto no podía participar en ninguna celebración.

Poco tiempo después, los dos jóvenes regresaron. Dijeron que le habían transmitido su respuesta y razonamiento, pero que el Baba Sali dijo que de todos modos él debía venir a unirse a él en la comida, y que lo estaba esperando. Rabí Eliahu decidió que esta vez no tenía otra opción que obedecer la convocatoria; ¿cómo podría negarse a alguien de la estatura de Baba Sali?

Cuando entró en la casa donde se estaba llevando a cabo la celebración, vio que el Babi Sali estaba sentado a la cabecera de la mesa principal, su rostro sagrado irradiaba luz y pureza. Tan pronto como Baba Sali lo vio, hizo un gesto para que trajeran otra silla y que Rabí Eliyahu se sentara a su lado. Después de discutir algunos temas de Torá por un rato, el Rabino Eliahu pidió disculparse, explicando nuevamente que realmente no se suponía que participara en ninguna celebración alegre ese año, y también que necesitaba más tiempo para estudiar fuentes en preparación para el caso que tendría que juzgar en la corte al día siguiente.

Baba Sali actuó como si no hubiera escuchado.

El Rabino Eliahu se sentó en silencio por unos minutos más, y luego repitió su pedido. Baba Sali respondió: "¿Cómo puedes pensar en abandonarme aquí solo? ¿Quién se quedará para conversar así de Torá conmigo?"

El Rabino Eliahu se sentó en silencio una vez más, para entonces completamente desconcertado. ¿Por qué Baba Sali insistía en que se quedara? Seguramente él conocía la Halajá (que prohíbe a quienes están de duelo etc) tan bien como él mismo la conocía.

Mientras aún estaba reflexionando, la puerta se abrió y tres policías entraron rápidamente en la habitación. Detrás de ellos venía el dueño del apartamento en el cual se hospedaba el Rabino Eliahu. El Rabino se preguntó qué estaba haciendo allí y por qué había venido con los policías.

Mientras los cuatro se acercaban a la mesa principal, el Baal Habait exclamó: "¡Es él! Es el rabino Mordejai Eliyahu, que se aloja en mi apartamento".

Los policías se volvieron hacia el rabino Eliahu. Las grandes sonrisas en sus rostros indicaban que estaban muy contentos. "¡Qué afortunado es usted, rabino!", exclamó uno de ellos.

El rabino asombrado no sabía de qué estaban hablando. Pidió una explicación. Baba Sali, mientras tanto, ignoraba todo el procedimiento.

Los policías le recordaron al rabino Eliyahu que ese mismo día él, junto a otros dos colegas jueces del Tribunal Rabínico habían fallado en contra del padre en una disputada demanda de manutención infantil presentada por la ex esposa. El hombre era conocido en Beer Sheba por la policía por sus tendencias violentas. Parece que varias horas después del veredicto había jurado vengarse de las tres figuras rabínicas.

Los policías relataron que el hombre había ido a la casa de uno de los otros jueces y pidió que lo dejaran entrar. Al entrar, tomó en la mano la bolsa que previamente había llenado de barro y otras porquerías y la arrojó sobre la cabeza y la ropa del rabino. Después de eso, se apresuró a ir a la casa del segundo juez, donde esta vez no se conformó con avergonzar al rabino y dañar sus prendas, sino que lo golpeó brutalmente hasta el punto de necesitar tratamiento médico de urgencia.

Ese segundo juez trató rápidamente de advertir a sus colegas. Se puso en contacto con el primer juez y se enteró, para su consternación, de que ya había sido "agraciado" con una visita. Los dos intentaron inmediatamente contactarse por teléfono con el rabino Eliahu para advertirle. No hubo respuesta. Entonces llamaron al Baal Habait (donde se hospedaba), quien les dijo que el rabino había estado allí, y que había estado hace un rato inmerso en el estudio, pero que ahora no estaba. No lo veía por ningún lado. Se preocuparon mucho y llamaron a la policía.

La policía corrió a investigar y, al no encontrar rastro alguno del rabino Eliahu ni de nadie que supiera dónde estaba, temieron que quizás esta vez el violento vengador hubiera hecho algo aún más terrible, Dios libre. A medida que su preocupación crecía, pidieron al Baal Habait que los acompañara en la búsqueda. Mientras conducían, este último recordó de repente que el Rabino de la ciudad estaba organizando una Seudá, una comida de celebración. Con la esperanza de que esa fuera la clave de la desaparición del rabino Eliahu, habían venido en el patrullero para comprobarlo. "Baruj Hashem que te encontramos con vida y bien", concluyeron los policías en su informe.

Después de agradecerles su preocupación, el rabino Eliyahu se volvió para mirar al Baba Sali. Una leve sonrisa se dibujó en el rostro del santo sabio, como si dijera: "¿Nu? ¿Ahora estás de acuerdo en que tenías permitido quedarte aquí? Esta no es solo una comida de celebración; ¡es tu Seudat Hodaá por haber pasado por un peligro que amenazó con tu vida!"

Una historia de verdadera Hashgajá Pratit

Una interesante anécdota se cuenta acerca de dos jóvenes que, a pesar de su edad (e iban pasando los años), aún no se habían casado.

Decidieron viajar a Tzfat para sumergirse en la mikve del Arizal y pedir allí una Tefilá en los kivrei tzadikim. También planeaban pasar Shabat allí. Partieron un viernes por la mañana, pero demora tras demora y un tráfico sin precedentes los dejó en una Tajaná (parada de autobús) cerca de Tiberia con apenas media hora antes de Shabat.
Pensaron rápido y se acordaron de un amigo allí en Tiberia, por lo que se bajaron del colectivo con la esperanza de localizar su casa y tener un lugar donde quedarse para Shabat.
Llamaron a un taxi, pero no pudieron darle al conductor una dirección precisa. Con solo diez minutos restantes antes de Shabat, decidieron bajarse en un barrio cercano. Desesperados, se acercaron al edificio más cercano y llamaron a la primera puerta que encontraron.

El Baal Habait abrió la puerta y vio a dos jóvenes allí parados con bolsos y mochilas. Después de que le explicaran rápidamente su situación, los invitó felizmente a quedarse para Shabat. Se cambiaron y se dirigieron al Beit Kneset.

Durante la comida, compartieron con su anfitrión los desafíos que enfrentaron ese día y cómo terminaron en Tiveria con solo unos minutos de sobra antes de Shabat. El Baal Habait los tranquilizó y les dijo: "Todo fue Min hashamaim. ¿Creen que fue una coincidencia que los dejaran cerca de mi casa? ¿Creen que fue casualidad que tocaron justo a mi puerta? Déjenme explicarles lo que sucedió hoy."

Y continuó: "Necesitábamos una ayuda de Arriba en algunos asuntos familiares, así que mi esposa y yo decidimos viajar a Ucrania para pedir en el Kever del Baal Shem Tov. Nos encontramos allí para Shabat sin nada para comer, sin saber qué hacer. Entonces fue que conocimos a un grupo de yehudim de Estados Unidos. Fueron muy cálidos y acogedores, y nos invitaron a unirnos a ellos para Shabat. Tuvimos el Shabat más hermoso que hubiésemos podido imaginar, con una abundancia de comida para cada Seudá. Agradecimos a nuestros anfitriones y alabamos a Hashem por enviarnos personas tan amables para que se ocupen de nosotros.
Antes de dejar Ucrania, regresamos al kever del Baal Shem Tov. Inspirados por el increíble hajnasat orjim que experimentamos, hicimos un pedido especial que tengamos el zejut de poder cumplir con esta Mitzvá nosotros mismos.
Esta mañana volvimos del viaje. Mi esposa estaba completamente agotada, pero aún así se las arregló y preparó rápidamente comida para Shabat para poder luego descansar (del vuelo agotador). Un rato más tarde, nuestros hijos casados ​​llamaron para invitarnos a pasar Shabat con ellos. Sin embargo, ya estábamos dormidos cuando llamaron. En cambio, cocinaron para nosotros y nos trajeron una Seudá completa de Shabat. De repente, teníamos el doble de comida que necesitábamos.

Entonces, sonó el timbre y ustedes dos estaban allí parados en la puerta. En ese momento, todo encajó. Habiamos hecho una Tefilá de tener el Zejut de recibir invitados, y Hashem no solo preparó toda la comida, sino que también envió a los invitados que anhelábamos directamente a nuestra puerta."

Ese Shabat, la atmósfera tuvo una energía única. Se cantaron Zemirot, compartieron Divrei Torá y vivieron un Shabat verdaderamente edificante. 

Una semana después, un shadjan contactó a uno de los muchachos y le sugirió un Shiduj con la hija de la familia que los recibió. Un mes después, celebraron su compromiso.

Incluso si no se hubiese dado el shiduj, la historia seguiría siendo increíble. Aquella pareja entendió el valor de una Mitzvá y le pidió en un Davenen a Hashem la oportunidad de cumplirla. Hashem orquestó tantos sucesos para concederles esa oportunidad.
El shiduj fue un hermoso beneficio que salió de toda esta anécdota. Pero el propósito principal en este mundo es la Torá y las Mitzvot, y siempre que tengamos el zejut de realizar una Mitzvá, debemos reconocerlo y considerarlo como nuestra mayor ganancia.



Fuente: Reb David Ashear ("Sas Beimrateja")

24 de Tevet - Yortzait del Alter Rebe

24 de Tevet - Yortzait [Hilula] del Alter Rebe


Reb lejiel, el melamed, era un hombre pobre que vivía en Liozna. Nunca le había preocupado su situación económica hasta que sus hijas llegaron a la edad de casarse. Entonces comenzó a angustiarse.

"Escucha", le dijo su esposa, "sabes muy bien que gente de todas partes acude a ver al Alter Rebe para solicitar bendiciones y consejo. Tú eres uno de sus discípulos y nunca le has pedido nada concerniente a lo material. Ya nos hemos acostumbrado a la pobreza. Por lo menos, pide una Broje para nuestras hijas!"

"Cuando viaje a Liadi, para Yom Tev, lo haré" dijo Rab lejiel.

Ahora bien, quienes lo conocían a Reb Iejiel, sabían que cuando se encontraba con su Rebe, se sumergía profundamente en la espiritualidad de Torat Hajasidut, olvidándose literalmente del mundo y transportándose a una dimensión más elevada y espiritual.
En efecto, cuando entró en Yejidut, se absorbió tan completamente en los temas espirituales que olvidó totalmente sus necesidades materiales.

Desilusionada, su esposa, reiteró el mismo pedido para la siguiente visita, pero obtuvo los mismos resultados: su esposo olvidaba mencionar los problemas monetarios que tenía.

"Por favor, haz una visita al Rebe en un día de semana común y corriente..." le imploró la esposa. "Cada vez que lo visitas, parece que la atmósfera del Yom Tev te hace olvidar nuestras dificultades."

Viajó nuevamente Rab lejiel a Liadi en un día de semana común y corriente y entró a un Yejidus con el Rebe. La conversación nuevamente giró en torno a Inyonim, Musoguim, cuestiones espirituales y nuevamente Rab lejiel olvidó el motivo del viaje...

Al dejar la sala del Rebe, Rab lejiel recordó repentinamente todo el propósito de la visita. "¿Qué hago ahora?" se preguntó. "No podré entrar nuevamente porque hay muchos otros que esperan también para verlo. Sin saber qué respuesta le daría a su esposa, comenzó a dar vueltas sin rumbo alrededor de la casa. De repente, escuchó que el Alter Rebe lo llamaba desde la ventana. Lleno de alegría, Reb lejiel entró, esta vez recordando el pedido de su esposa. Pero antes que pudiera hablar siquiera, el Rebe le dijo: 
"Sé que has llegado hasta aquí en busca de una asistencia material. Quiero que sepas que en los Elyonim [reino espiritual] hay muchas Neshamot que se agolpan en los Portones del Cielo durante años esperando y ansiando que las hagan descender a este mundo para poder llevar a cabo una Mitzvá.  A estas Neshamot no les interesan las revelaciones del Gan Eden, no les importa la impresionante elevación espiritual que se puede experimentar allí. Sólo quieren poder volver a bajar a este mundo, y dispuestas a atravesar sus dificultades, todo con tal de poder cumplir una Mitzvá, de llevar a cabo la voluntad de Hashem en su sentido mas concreto posible.
 
"Tuviste el Zjus de tener en tu casa una Neshamá de tales características," termina diciéndole el Alter Rebe. "Mientras tú te enfocas en asuntos y mundos espirituales que te apasionan y te absorben, tu esposa busca y anhela el cumplimiento práctico y concreto de las Mitzvot." Y con esas palabras le otorgó una hermosa Brajá que encuentre dignos candidatos para cada una de sus hijas. 


Fuente: "Likutei Sipurim", Rab Gringlas.

20 de Tevet - Yortzait del Rambam

El día 20 de Tevet es el Yortzait del gran sabio de la Torá, Rabi Moshe ben Maimon, conocido como el Rambam o Maimónides. Descendiente del linaje real del rey David, nació Erev Pesaj del año 4895 (1135) en Córdoba, España.

Poco después de su Bar Mitzva, los musulmanes almohades conquistaron Córdoba. Estos fanáticos despiadados no toleraban otras religiones y los judíos se vieron obligados a elegir entre la conversión y el exilio. La familia vagó de un lugar a otro durante diez años, huyendo constantemente. Finalmente se establecieron en Fez, Marruecos, pero después de cinco años nuevamente tuvieron que buscar refugio en otro lugar. Partieron hacia Israel. Desafortunadamente, la Tierra Santa en ese momento estaba siendo devastada por los cruzados y no era segura para los judíos. En 1165 se establecieron finalmente en El Cairo, Egipto. Allí, además de sus múltiples funciones como rabino y maestro, el Rambam también fue designado miembro del personal de la corte de Saladino como médico real.

Fue en Egipto donde Rambam escribió sus fenomenales obras maestras sobre la ley y la filosofía judías, que lo harían famoso en su generación y para todas las generaciones posteriores. Algunas de sus famosas obras de la Torá son: Pirush HaMishnayot, un comentario sobre la Mishná, Sefer Hamitzvot, donde enumera las 613 mitzvot, y Mishne Torá, una explicación de cada una de las mitzvot y una codificación de la ley judía. También formuló los Trece Principios de la Fe (Ani Maamin) y escribió Moré Nevujim: Una guía para los perplejos, una obra filosófica magistral, que finalmente fue traducida a varios idiomas.

No solo fue estimado en el mundo judío. También fue muy conocido y respetado como médico, filósofo y científico. Sus escritos médicos influyeron en la práctica médica en todo el mundo durante siglos.

Cuando el Rambam sintió que se acercaba su fin, ordenó a su familia que lo enterraran en Eretz Hakodesh. Rabí Moshe murió a la edad de 70 años, en el año 4965 (1204).

La gente de todas partes se reunió para asistir al funeral. Cuando terminó la procesión, el ataúd fue colocado sobre un robusto camello y una caravana de cientos de amigos, familiares y discípulos lo escoltó hasta Israel. Después de cruzar la frontera, no se ponían de acuerdo en qué ciudad sería sepultado. Esto él no lo había dejado especificado.

De repente, una banda de beduinos armados atacó la caravana y todos entraron en pánico y se dispersaron en todas direcciones. Los beduinos, suponiendo que había un tesoro dentro del gran cajón, intentaron alejar al camello, pero no pudieron hacer que se moviera. Tampoco, por más que lo intentaran, pudieron sacar el cajón. Al final, levantaron la tapa, pero solo vieron un cuerpo dentro. Al darse cuenta de que se trataba de los restos de un hombre santo, pidieron perdón aterrorizados y huyeron.

La gente de la caravana regresó al ataúd. Para su sorpresa, el camello comenzó a moverse con determinación, por sí solo. El líder de la caravana advirtió a las demás personas que no interfirieran, sino que simplemente lo siguieran.

El camello continuó hasta la ciudad norteña de Tiveria (Tiberias), a orillas del lago Kineret. Caminó por las estrechas calles de la ciudad hasta que de repente se detuvo y se arrodilló en el suelo.

La gente comprendió que ese era el lugar donde debían enterrar al Rambam. Todos quedaron asombrados ante el maravilloso milagro.

Con el paso de los años, se erigió una hermosa estructura y un parque alrededor del lugar. Durante todo el año, y especialmente en el dia de su aniversario, miles de personas de todas partes del mundo vienen a visitar este lugar sagrado. Además, cada año se realiza un Siyum (finalización) de los catorce libros del Mishné Torá.

Allí figura prominentemente el siguiente lema:
"Desde Moshé (quien recibió la Torá) hasta Moshé (ben Maimon), no hubo nadie como Moshé".