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jueves, 20 de noviembre de 2025

El Rebe piensa en cada Sheliaj y Shlujá

Relato del Rab Daniel Levy, Sheliaj en Tucumán

En el verano argentino —enero y febrero de 1988— viajé junto con el rab Tzvi Grunblat a Nueva York. Solíamos viajar en esa época porque en Argentina era verano y aprovechábamos para reunir fondos. Pero ese año ocurrió algo totalmente inesperado: el fallecimiento de la Rebetzn. Estuvimos allí para la levayá y luego durante toda la shivá, y decidimos posponer nuestro regreso hasta después de esa semana.

El último día de la shivá, el Rebe repartió dólares, y tuvimos el mérito de pasar. Lo que ocurrió allí fue lo siguiente:

Estábamos en la fila, junto a cientos de personas, en la casa del Rebe. Delante de mí estaba el rab Tzvi Grunblat, y delante de él pasó una señora con su hija. Cada persona tenía apenas un instante: cruzar mirada con el Rebe, recibir el dólar y seguir. Sin embargo, alcancé a oír un breve intercambio de palabras entre el Rebe y aquella mujer, algo poco común, más aún siendo que el diálogo lo inició el Rebe.

Luego pasó Rab Tzvi. Recibió su dólar y, en cuestión de segundos, ya estaba avanzando para salir. Pero de pronto el Rebe lo llamó nuevamente. Le entregó un segundo dólar y le dijo: “Dos iz far Argentina” —“Este es para Argentina”.

Unos instantes después pasé yo y recibí mi dólar. Quedamos muy sorprendidos por ese dólar adicional y por el mensaje tan específico. Con Rab Tzvi llegamos a dos conclusiones (o escenarios) posibles:
o bien se acercaba una etapa de bendición y mejoras para Argentina,
o bien venían tiempos difíciles, y el Rebe estaba dando una fuerza y una Broje especial para poder atravesarlos.

La segunda opción resultó ser la correcta...

Al día siguiente viajamos de regreso y llegamos a Argentina un viernes por la mañana. Cuando fuimos al banco para cambiar unos cheques, nos encontramos con que había feriado bancario. Ese mismo lunes estalló una crisis inesperada —la crisis del dólar–austral— que nos hizo comprender, con absoluta claridad, las palabras del Rebe y el significado de aquel segundo dólar.

Así concluye la primera parte de la historia.

Segunda parte

Después de todo lo que ocurrió, me acerqué a la señora que había pasado antes que rab Tzvi G. y cuya interacción con el Rebe había llamado tanto la atención. Se la veía profundamente conmovida, como si hubiese vivido algo muy fuerte en esos breves instantes frente al Rebe.

Ella se presentó con voz temblorosa:
“Me llamo Bassi Garelik.”
Y continuó contándome:

“Mi esposo, el rab Gershon Mendel Garelik, y yo somos los shlujim enviados personal y directamente por el Rebe a Italia —a Milán— desde el año 5719 (1959). Desde el comienzo mismo de nuestro Shlijus hemos tenido el mérito de recibir del Rebe una guía muy especial, personalísima, más allá de lo que uno puede describir.

Con el correr de los años, Lubavitch creció —y Baruj Hashem sigue creciendo—. Cientos y cientos de shlujim fueron enviados por todo el mundo. El concepto mismo de shlijut se volvió global. Y mientras hacía la larga fila para recibir el dólar, me vino un pensamiento… quizás, con tanto crecimiento, con tantas personas, con tantos shlujim nuevos, el Rebe ya ni recuerde quién soy…”

Bassi respiró hondo. Sus ojos todavía estaban húmedos.

“Llegó mi turno. Recibí el dólar. Luego pasó mi hija. No le dijimos nada al Rebe, ni una palabra. Y de pronto el Rebe mira a mi hija y le dice:
Tu mamá piensa que no la reconozco…’

Con esas pocas palabras, el Rebe respondió exactamente al pensamiento que yo había tenido apenas segundos antes. En ese instante comprendí una vez más —y de una manera indescriptible— la grandeza del Rebe: su conexión con cada Sheliaj, su sensibilidad, su claridad, su amor. No importa cuántos shlujim haya en el mundo: cada uno es visto, reconocido y sostenido por el Rebe.”

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