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jueves, 30 de octubre de 2025

El perdón que llegó del Cielo


Reb Iosef y su esposa no habían tenido el mérito de traer hijos al mundo. Él era un jasid fiel del Maguid de Kozhnitz, y cada tanto emprendía el viaje para ver a su Rebe. Sin embargo, pese a todas sus súplicas, nunca recibió de él una bendición por un hijo. En realidad, el Rebe jamás le dio respuesta alguna, ni afirmativa ni negativa.

Pero su esposa no se resignaba. Con lágrimas y desesperación le rogó:
—¡No regreses sin una Broje! ¡No te vayas del Rebe hasta que te prometa un hijo!

Fiel a su palabra, Iosef se presentó ante el Maguid y, con toda la fuerza que pudo reunir, exclamó:
—Mi querido Rebe, ¡no me moveré de aquí hasta merecer una Broje!

El Maguid guardó silencio. Su rostro se puso serio, inmóvil, como quien medita un asunto en profundidad. Finalmente, dijo:
—Si estás dispuesto a ceder a toda tu riqueza, te bendeciré con un hijo.

Reb Iosef quedó mudo. No podía decidir algo tan grande sin hablarlo con su esposa. Volvió a casa y le contó lo ocurrido. Ella respondió con determinación:
—Prefiero vivir en la pobreza antes que morir sin hijos. Dile al Rebe que aceptamos.

De regreso ante el Maguid, Iosef transmitió la decisión.
—En ese caso —dijo el Rebe—, viaja al Jozé de Lublin y haz todo lo que él te indique.

Sin demora, Reb Iosef emprendió el viaje. Al llegar, le relató al Jozé todo lo sucedido.
—Quédate aquí hasta que Hashem me ilumine sobre qué hacer —le dijo el Tzadik.

Pasaron algunos días, y finalmente el Jozé lo mandó llamar. Con voz suave pero firme le dijo:
—Cuando eras joven, estuviste comprometido con una joven muchacha. Rompiste el compromiso y la heriste profundamente. Ella nunca se recuperó de aquella herida, y tú jamás le pediste perdón. Aunque creas haber tenido razón, ese acto dejó una herida sin cerrar. Por eso no has sido bendecido con hijos, y hasta que no repares ese daño, del Shamaim no se te concederá descendencia.

—Esto es lo que debes hacer —continuó—: ahora mismo hay una feria en Balta. Si viajas allí, encontrarás a tu antigua prometida. Búscala y pídele perdón.

Resultó ser que el Jozé vio con suma claridad. En su juventud, los padres de Iosef lo habían comprometido con una joven llamada Esther Shifra. Pero al acercarse la fecha del casamiento, Iosef decidió que no era la pareja adecuada y se terminó casando con otra mujer, sin pedirle disculpas ni intentar enmendar lo hecho.

Reb Iosef viajó a Balta. Durante días recorrió las calles y el mercado preguntando a todo el que encontraba:
—¿Conocen a una mujer llamada Esther Shifra?
Pero nadie había oído hablar de ella.

Tres días antes de terminar la feria, los comerciantes ya desmontaban sus puestos, y Reb Iosef, desanimado, seguía sin hallarla. Caminaba sin rumbo cuando de pronto comenzó a llover. Primero unas gotas, luego una lluvia torrencial. Corrió a refugiarse bajo un techo en la tienda más cercana.

No era el único. Varias personas se apiñaron en su interior. Entre ellas entró una mujer joven, y Iosef, por recato, se hizo a un lado para dejarla pasar. Pero la mujer lo miró fijamente y, con voz temblorosa y herida, exclamó:
—¡Miren a este hombre! ¡Me abandonó en mi juventud, y aún hoy se aparta de mí!

Reb Iosef quedó paralizado. ¡Era ella, Esther Shifra! Todo lo que había pensado decir brotó de golpe: le pidió perdón una y otra vez, confesó su dolor y su remordimiento, y le contó que había venido desde lejos solo para apaciguarla. Las lágrimas que corrían por su barba eran testimonio de su sinceridad.

Ella guardó silencio por un momento. Luego, su expresión se suavizó.
—Estoy dispuesta a perdonarte —dijo—, pero con una condición.

—Iré donde sea, haré lo que me pidas —respondió Iosef—, mientras esté en mis posibilidades.

—Entonces viaja a Sovalk, donde vive mi hermano —continuó ella—. Es un hombre muy pobre. Dale doscientas monedas de oro como dote para que pueda casar a su hija, y te perdonaré.

Iosef calculó rápidamente que, vendiendo todo lo que poseía y sumando sus ahorros, podría reunir esa suma. Aceptó sin vacilar y regresó a su casa. En poco tiempo reunió el dinero y emprendió el camino a Sovalk.

Encontrar al hermano fue sencillo. Lo halló en una casa muy modesta y humilde, preocupado y abatido.
—¿Qué voy a hacer? —se lamentaba—. Se acerca la boda de mi hija y no tengo ni un peso para los gastos.

Reb Iosef colocó una bolsa en sus manos.
—Aquí tiene: doscientas monedas de oro. ¡Que celebre la boda con alegría y honor!

El hombre lo miró, atónito.
—¿Qué es esto? —preguntó incrédulo.

—No se preocupe —respondió Iosef—. El dinero es suyo. Su hermana Esther Shifra me pidió que se lo entregara. Estuve comprometido con ella hace muchos años, pero anulé de repente el compromiso. Hace unos días la encontré, le pedí perdón y me pidió hacer esto como condición para su perdón.

El hombre palideció.
— ¿Mi hermana? —dijo con voz quebrada—. ¡Mi hermana murió hace quince años! ¡Aquí mismo, en Sovalk! ¡Yo mismo la enterré!

Reb Iosef quedó sin aliento. Cuando logró reponerse, le contó toda su historia: el consejo del Maguid, las palabras del Jozé de Lublin, el viaje a Balta, su encuentro con Esther Shifra y su promesa de cumplir la condición.

El hermano lo escuchó maravillado. Al escuchar los detalles terminó diciéndole:
—La mujer que viste era, sin duda, mi hermana Esther Shifra.

Menos de un año después, Reb Iosef y su esposa fueron bendecidos con un hijo. Y todos los que los conocían compartieron su alegría, sabiendo cuánto habían esperado aquel milagro.


Fuente: Sijat Hashavua #999
*
Debemos cuidar de no dejar un corazón herido en nuestro camino, pues una sola lágrima puede cerrar las puertas del Shamaim. Pero también debemos saber que los Tzadikim, incluso después de su partida, trascienden todo límite y pueden traer reparación y luz allí donde el hombre ya no puede llegar. 

*
No hay herida más profunda que la de un corazón olvidado. Pero tampoco hay fuerza más grande que la de un tzadik, cuya luz rompe toda barrera para traer perdón y salvación.

Historias conmovedoras de los rehenes liberados recientemente

Historias conmovedoras del milagro reciente: el rescate sanos y salvos de todos los secuestrados que permanecían con vida
#3

Rom Braslavski y Segev Kalfon: Dos Neshamot que resistieron con fe

Rom Braslavski, quien fue secuestrado el 7 de octubre en el festival de música Nova, donde trabajaba como guardia de seguridad, estuvo cautivo por más de 730 días. Durante su cautiverio, fue encadenado de sus cuatro extremidades en una celda diminuta de un metro por un metro y sometido a inanición a lo largo de sus dos años de encierro. Fue presionado repetidamente para que se convirtiera al Islam a cambio de comida y comodidades básicas. Fue torturado, golpeado y sometido a un brutal abuso psicológico, pero se negó a rendirse. Durante dos años, se mantuvo firme.

“Lo que me sostuvo allí fue saber que soy judío”, dijo Braslavski. “Hamas nos hablaba sobre Mahoma, sobre que ellos eran la religión correcta. Un judío debe saber que está en un lugar grandioso, eso fue lo que me mantuvo.”

Al regresar con su familia, repetía una y otra vez: “Aní Iehudí! [¡Soy judío!]” Lo primero que pidió hacer en el hospital fue colocarse los tefilín y rezar.

“La fuerza que encontré allí”, dijo Braslavski, “provino de saber que todos a mi alrededor no eran judíos, y que la razón por la que estaba allí, la razón de todo lo que sufrí y sobrellevé, era porque soy judío.”

Por su parte, Segev Kalfon, de 27 años, también fue secuestrado por terroristas de Hamas en el mismo festival y fue mantenido en condiciones extremadamente duras, sufriendo severos abusos, hambre y trauma psicológico. Kalfon le contó a su familia que recitar el Shema Israel fue lo que lo sostuvo cuando toda esperanza parecía perdida.

Al ser liberado, su familia lo ayudó a colocarse un talit y una kipá antes de recitar la bendición de Matir Asurim —agradeciendo a Hashem por liberar a los cautivos—, seguida por el Shehejeianu. Más tarde, fue filmado rezando con talit y tefilín junto a su compañero de cautiverio liberado, Rom Braslavski.

*

Segev contó después que, durante su cautiverio, los terroristas de Hamas lo obligaban a presenciar el “espectáculo” que montaban cuando liberaban a otros rehenes: con escenario, focos y la ovación de los propios terroristas. “En esos momentos pensaba: ojalá yo fuera el próximo”, relató. Y compartió un sueño personal que tuvo entonces: "estar parado en ese mismo escenario y gritar con todas mis fuerzas: ¡Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad!"

Una historia impresionante ocurrida este Rosh Hashaná, 5786


La extraordinaria historia de una mujer cuya sincera tefilá fue respondida instantes después por la inesperada visita de un shliaj y su hijo autista, se ha vuelto viral en los últimos días.


En New City, Nueva York, en la tarde de Rosh Hashaná, una mujer se encontraba sola en su casa. Había crecido en un entorno religioso, pero con el paso del tiempo se fue alejando, poco a poco, del idishkait.

Al finalizar el día, se dio cuenta -con un sobresalto- de que ese año aún no había escuchado el shofar. Aunque antes no le había dado importancia, de repente sintió una profunda pérdida: sería el primer año de su vida sin oír el sonido del shofar.

Con el corazón oprimido, levantó los ojos y le habló a Hashem:
“Tú me conoces. Solía pasar horas en el shul durante Rosh Hashaná, pero nunca llegué a sentir verdadera cercanía contigo. Hoy tampoco la siento, pero quiero sentirla. Muéstrame un simán de que estás conmigo.”

Apenas unos instantes después, alguien golpeó la puerta.
En el umbral se encontraba un sheliaj del Rebe, acompañado por su hijo. Tras confirmar que ella era judía, el shliaj le preguntó si quería escuchar el shofar. La mujer aceptó sin dudarlo.

Mientras el shliaj tocaba los sonidos del shofar, notó que la mujer se conmovía profundamente. Al preguntarle qué la había emocionado tanto, ella respondió con lágrimas en los ojos:
“Hace apenas unos minutos le pedí a Hashem una señal… ¡y aquí estás tú!”

Esta vez, el sorprendido fue el propio shliaj.

El shliaj era Rav Sholom Ber Liberow, quien luego relató la otra parte de la historia:

“Mi hijo, Ari, que me acompañó aquel día a mivtzoim, tiene 23 años y nació con autismo. Durante muchos años no pudo hablar ni comunicarse.

Una semana antes de Rosh Hashaná, con la ayuda de Hashem, descubrimos un método que le permitió comenzar a comunicarse escribiendo en una computadora. Fue algo indescriptible, como si se abriera un mundo nuevo ante nosotros.

En Erev Rosh Hashaná, por primera vez en su vida, Ari escribió un Pan (pidión nefesh) al Rebe.”

Por supuesto, esa tecnología no puede usarse en Shabat ni en Iom Tov.

 “En Rosh Hashaná, después de la comida, noté que Ari quería decir algo. Alguien sugirió intentar comunicarnos con un sidur.
Tomé un sidur y, usando las letras del alef-bet, le pedí que me explicara qué quería decir.
 
Fue señalando las letras que formaban la palabra “Mivtzoim”.
Como shliaj del Rebe, comprendí enseguida que quería acompañarme a tocar el shofar para otros iehudim que aún no lo habían escuchado.
Ya era casi el final del día, pero tomé el shofar y salimos juntos.

Había oído hablar de una mujer en nuestra zona que había tenido una vida difícil y se había alejado del judaísmo. Me preocupaba que no quisiera recibirnos, pero el deseo de Ari fue tan fuerte que decidí seguirlo.”

Caminaron unos quince minutos, con Ari avanzando a paso rápido, hasta detenerse frente a aquella casa. Allí fue donde el rabino Liberow tocó el shofar para la mujer que los recibió con lágrimas y gratitud.

“No dimensioné la magnitud del momento hasta Hoshana Rabá, cuando un poilisher josid (jasid polaco) me preguntó emocionado si yo era el protagonista de la gran historia que todos estaban comentando. Al principio no entendí de qué hablaba… pero cuando me contó los detalles, me di cuenta de que efectivamente era nuestra historia. No imaginé el impacto que había tenido.”

Días después, la historia se hizo viral en redes y comunidades de todo el mundo.

Rav Liberow decidió entonces contárselo a Ari y entabló la siguiente comunicación con él:

“Ari —le dije—, en Rosh Hashaná, cuando me pediste hacer mivtzoim, ¿había algo detrás de tu pedido?"

Ari: Sí.
¿Qué era?

Ari: Sentí que la mujer de esa casa quería escuchar el shofar.

¿Cómo lo supiste?
Ari: No lo sé.

¿Sabías dónde vivía?
Ari: Sí.

¿Cómo?
(Ari cambió de tema): Quiero volver a casa, y después ir al shul.

“Toda esta nueva forma de comunicarnos con él es muy reciente”, explica el rabino Liberow. “Aún estamos asombrados. Descubrimos que Ari tiene una mente brillante y un conocimiento espiritual profundo. Lo que repite una y otra vez es su anhelo y deseo por la Gueulá.”

Finalmente, Rav Liberow compartió el mensaje que Ari pidió transmitir al mundo, deseando que llegue a todos los rincones:

“We want Moshiaj now"
[Queremos al Mashíaj ya.]

No podemos esperar más. עד מתי.

Dile al mundo que se prepare para recibir a Mashíaj Tzidkeinu
y que cada uno asuma su parte: hacer todo lo posible para traer la Gueulá ahora.”

Este mensaje debe llegar a todos los lugares del mundo.

Historias conmovedoras de los rehenes liberados recientemente

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#2

Julie, la madre de Bar Kuperstein, uno de los rehenes liberados reciente y milagrosamente, habló el jueves con la Radio del Ejército (Galei Tzahal) sobre los horrores que su hijo soportó durante el cautiverio en la Franja de Gaza.

Describió una experiencia estremecedora de torturas y abusos, que incluyó hambre prolongada y golpizas repetidas. “Se sentó frente a mí y me contó todo, y yo solo lloré… al darme cuenta de cuán fuerte es. Volvió como un héroe.”

“Pasaron por abusos y torturas horribles. Los hicieron pasar hambre de una forma terrible; ni siquiera a los animales se los trata así.”

Agregó que Bar le contó: “Me golpeaban, pero no lo sentía, mi cuerpo estaba congelado.” Explicó que él se entrenó a sí mismo para desconectarse del dolor.

Bar le relató que los captores permanecían cerca, y que en ciertas horas encendían luces para enviarse señales. Bar comprendió que si la comida no llegaba en esos momentos, quizá no comería nada en todo el día. “Me dijo: ‘Ima, me acostumbré a vivir con muy poca comida.’ Cuando el estómago duele y no hay nada para comer, esos son momentos verdaderamente insoportables.”

La madre añadió que cada vez que algún miembro de Hamás moría o cuando la casa de un familiar suyo era atacada, los captores reaccionaban con violencia: “Venían y los golpeaban despiadadamente, torturándolos. Fueron momentos realmente terribles. Prefiero no entrar en detalles.”

Contó que su hijo eligió dormir la mayor cantidad de horas posible como mecanismo para sobrellevar la situación: “Dormía realmente muchas horas. Eso fue lo que lo mantuvo cuerdo.”

A pesar de las condiciones tan duras, Julie destacó el espíritu de su hijo de ayudar incluso en cautiverio: “Bar siempre ayudaba a los demás, es muy habilidoso. Reparó la electricidad, el baño, y una zanja de agua. Incluso creó un pequeño espacio dentro del túnel donde podían sentarse solos cuando las cosas se ponían difíciles.”

Contó también que durante el cautiverio, Bar decidió donar los 200 shekel que había dejado en su billetera en casa, como acto de Tzedaká para que Hashem lo salvara.

Durante el cautiverio, relató Julie, su hijo se acercó más a la religión y, al salir, lo primero que pidió fue un Tzitzit. “Me sorprendió. Siempre tuvo Emuná, era bastante tradicionalista (masortí), pero no así. Vio a los árabes rezar y ayunar, y pensó: si ellos lo hacen, él también debe acercarse al Bore Olam (Creador del mundo). Recitaba muchas veces el Shemá Israel, rezaba, y decía un capítulo de Tehilim que sabía de memoria. Tenía un diálogo con Hashem.


Uno de los momentos más emocionantes, hasta las lágrimas, fue su reencuentro con su padre, Tal Kuperstein. Tal quedó paralítico hace varios años tras un grave accidente de tránsito que lo dejó sin poder caminar ni hablar. Cuando su hijo fue secuestrado, prometió que volvería a ponerse de pie para recibirlo y abrazarlo. Y así fue: el día de Hoshaná Rabá, se levantó de su silla de ruedas y lo abrazó entre lágrimas, cumpliendo su promesa en medio de una escena de profunda emoción y fe.

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#1

Rev Avi Ohana, el padre de Yosef Jaim, que tuvo el mérito de ver a su hijo regresar del cautiverio, relata en una emotiva entrevista en Kan Morashá sobre el milagro inconcebible, la fuerza que provino de la Emuná y aquello que sostuvo a su hijo durante dos años en los túneles.

Iosef Jaim es egresado de las instituciones de Jabad en Kiriat Malají, y la comunidad de Jabad de la ciudad lo acompañó y alentó durante todo el proceso.

“Estoy en las nubes”, dijo Avi Ohana con voz temblorosa por la emoción. “Durante dos años no dormí del dolor, y ahora no duermo de la alegría. Este milagro es algo que está por encima de la naturaleza. Cuantos más días pasan, más comprendo su magnitud. Se cumplió el versículo: ‘Aunque camine en el valle de la sombra de la muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo’.”

Cuando se le pide que cuente sobre el milagro, su voz se quiebra: “No se puede explicar. Solo digo ‘¡Gracias a Hashem!’ todo el día.”

Cuenta que, en cierto momento, su hijo fue bajado junto con otros siete secuestrados a un pozo angosto y profundo. “No podían sentarse, solo pararse y apoyarse contra la pared. No había oxígeno. Solo por eso, jas veshalom, podrían haberse muerto. Fue literalmente ‘Y Iosef fue arrojado al pozo’. Iosef en el pozo.”

Según sus palabras, solo quien tiene fe puede comprender la magnitud de la bondad divina: “Nos enfrentamos a descendientes de Amalek, al mal sin límites. Pero Hakadosh Baruj Hu, no nos abandonó. Como en Sdom: primero sacó a los justos, y luego destruyó la ciudad. Así también aquí: después de sacar a todos, veremos la venganza de Hashem.”

Sobre la pregunta de qué fue lo que lo sostuvo a Iosef Jaim durante el cautiverio, el padre dice: “Una sola cosa - la familia. El pensamiento en su padre, su madre, sus hermanos, sus amigos. Eso fue lo que le dio fuerza.”

Y relata un momento especialmente conmovedor: “Un día, Hamás les dio una pequeña radio para hacelos escuchar el Corán, y él logró [en cierto momento que estaban distraídos sus captores] captar la señal de Galéi Tzáhal (la radio del ejército israelí). De repente me oyó hablar. Se dijo a sí mismo: ‘¡Mi papá está vivo! ¡Me está esperando!’. Eso le dio una nueva vida.”

 * * *

Días antes de Sucot, cuando aún no se sabía nada oficialmente sobre el regreso de su hijo ni había señales concretas de esperanza, el padre, con fe simple y total emuná, fue y compró un set especial de Dalet Minim  para su hijo Iosef Jaim. Lo hizo con la firme convicción de que ese mismo Sucot podría entregárselo personalmente, y que su hijo tendría el mérito de recitar con sus propias manos la bendición sobre las 4 especies. Y así fue BH: la emuná pshutá de un padre judío se transformó en realidad.

Simjat Torá - Maise de las Hakafot con el Rebe

Cuenta Rab Levi Bukiet [Chicago, Illinois]:

A comienzos de la década de 1980 llegué a Brooklyn para pasar los últimos días de Sucot junto al Rebe. Era la mañana de Hoshaná Rabá. Esa mañana, el Rebe repartía el tradicional lekaj en su Sucá, y la gente hacía fila para recibir un pedacito y tener un breve encuentro con él.

Delante de mí en la fila estaba un joven vestido al estilo hippie: jeans gastados, camisa arrugada y una mata de cabello despeinado. Detrás de mí, un jasid de Satmer, un hombre distinguido, Rosh Yeshivá en la ieshivá de Satmar en Williamsburg.

Cuando el joven de aspecto descuidado se acercó, el Rebe le preguntó:
—¿Dónde vas a estar esta noche para las hakafot? —

El joven respondió:
—No tengo planes de ir a ningún lado, ni esta noche ni ninguna otra.

El Rebe le dijo con una sonrisa llena de calidez:
—Sería para mí un gran honor y privilegio si vinieras esta noche a las Hakafot conmigo, en el Shul.

El muchacho agradeció la invitación, pero no se comprometió.
—Lo voy a pensar —dijo, y se alejó.

Yo era el siguiente en la fila. Recibí mi lekaj del Rebe sin incidentes. Detrás mío venía el jasid de Satmar. Al acercarse al Rebe, me di vuelta y escuché cómo el Rebe se dirigía a él:

—Veo que te estás preguntando por qué insisto tanto con ese joven para que venga esta noche a las hakafot. ¿Qué conexión tengo yo con él?

Y continuó:
—La respuesta está claramente explicada en el Seifer "Tehilá leMoshé".

El Rebe hizo una pausa y agregó:
—¿Sabes a qué me refiero con Tehilá leMoshé?

El jasid respondió que no lo sabía.
El Rebe sonrió.
—¡Fue escrito por uno de tus Rebes!

El jasid, evidentemente intrigado, sólo pudo encogerse de hombros, sin entender.

Entonces el Rebe repitió:
—Te preguntas por qué le ruego a ese joven que venga esta noche. ¿Qué vínculo tengo yo con él?

Y comenzó a relatar la enseñanza en detalle. Hice un gran esfuerzo por escuchar y comprender, y más tarde la escribí de la mejor manera que recordaba.

[Antes que nada, una breve introducción: el libro Tehilá leMoshé fue escrito por Rab Moishe Teitelbaum, conocido como el Ismaj Moshe, quien vivió a comienzos del siglo XIX. Alumno del Jozé de Lublin, fue rabino en Przemysl y luego Rebe en Ujhely, Hungría. Sus descendientes se convirtieron en los grandes líderes jasídicos de las comunidades de Sighet y Satmar. La enseñanza que el Rebe mencionó proviene de su comentario sobre el Tehilim, Tehilá leMoshé.]

Esto fue lo que escuché decir al Rebe, de pie en la entrada de su sucá, dirigiéndose al Rosh Yeshivá de Satmer: 
“El Ismaj Moshé escribe una historia maravillosa, llena de detalles. 
Reb Itzikel de Drohovitch —padre del famoso Reb Mijel de Zlotchov, discípulo del Baal Shem Tov y del Maguid de Mezritch— tuvo una vez un encuentro con Rashi en los planos superiores, en el Shamaim.

Rashi le preguntó a Reb Itzikel: ‘¿Por qué hay tanto alboroto en lo Alto acerca de la grandeza de tu hijo? ¿Qué hizo Reb Mijel para merecer tanta alabanza?’

Reb Itzikel respondió: ‘Mi hijo estudia Torá con absoluta pureza Leshem Shamaim, solo por amor al Cielo. 
 
‘¿Pero acaso no hay muchos que hacen lo mismo?’, replicó Rashi, sin conformarse.

 ‘Mi hijo ayuna y se priva de los placeres del mundo.’

 ‘¿Acaso no hay muchos que también lo hacen?’

 ‘Mi hijo da grandes sumas de dinero a los pobres’, dijo Reb Itzikel.

Pero Rashi seguía sin estar satisfecho. ‘¿No hay muchos que hacen lo mismo?’, insistió.

Finalmente, Reb Itzikel respondió:

 ‘Mi hijo ha acercado a muchos judíos a su Padre en el Cielo. Ha transformado a muchos baalei teshuvá, haciéndolos retornar al servicio a Hashem.’”

“Cuando Rashi escuchó esa respuesta, quedó finalmente satisfecho. Comprendió por qué los ángeles en el cielo se maravillaban tanto de la grandeza de Reb Mijel.”

Durante todo el tiempo que el Rebe hablaba —unos pocos minutos—, el jasid de Satmar escuchó con gran respeto. Cuando el Rebe terminó, el jasid le agradeció y dijo suavemente en ídish:
— Ij hob guit farshtanen. —entendí muy bien.

Mientras se alejaba, el Rebe sonrió y le deseó:
—Gut Yom Tev, que tengas un buen Yom Tov.


Hay un pequeño epílogo a esta historia.

Después de que terminaban las hakafot formales en 770 y el Rebe se retiraba, muchos jasidim permanecían allí hasta el amanecer, bailando, cantando y celebrando la alegría de la Torá con el entusiasmo característico de los jasidim.

A la mañana siguiente, entre los presentes que seguían bailando, de pronto vi a aquel muchacho joven de ropa sencilla y cabello despeinado a quien el Rebe había invitado personalmente la tarde anterior.

Parece que, al final, no pudo resistir la invitación del Rebe.

---

Mensaje para nosotros, en vísperas de Simjat Torá:

Simjat Torá es el día en que no se estudia con la mente, sino que se baila con el alma. Bailamos con la Torá cerrada, sin abrirla, porque hoy la alegría no depende de cuánto sabemos ni cuán profundo comprendemos, sino de a quién pertenecemos. Cada judío, sabio o simple, estudioso o recién llegado, se une en un mismo círculo, abrazando la Torá y siendo abrazado por ella.

El Rebe nos enseñó con este gesto que la verdadera simjá —la alegría de Simjat Torá— está en invitar, en incluir, en despertar la chispa divina del otro. Así como Rashi se maravilló por aquel que acercó a otros a Di-s, también los ángeles se alegran cuando un judío logra que otro vuelva a bailar con la Torá.

Esta noche, cuando tomemos la Torá en nuestros brazos, recordemos que su grandeza no está en las letras que contiene, sino en la unión que provoca. La Torá es de todos, y cuando bailamos con ella, ella baila con nosotros.

Y este año, esa alegría de bailar todos juntos cobra un significado aún más profundo. Baruj Hashem, vimos el milagro del regreso de los secuestrados a sus hogares en Eretz Israel. Vuelven a abrazar a sus familias, y también ellos podrán volver a bailar y alegrarse con la Torá.

Que sus lágrimas se transformen en danzas, y sus heridas en pasos de esperanza. Que el corazón de todo Am Israel lata como uno solo, en una sola ronda de fe y de unidad.

Porque en Simjat Torá, literalmente, bailamos todos juntos: un solo pueblo, con una sola Torá y un solo corazón.

Y que esta alegría compartida sea la preparación y el anticipo del baile más grande de todos: ¡el baile con la Torá que nos transmitirá Mashíaj Tzidkeinu, pronto, en nuestros días, en Yerushalaim Ir HaKodesh!

Sucot - Una Mitzvá Costosa – Un maise del Rebe de Berditchev

Era víspera de Sucot en la santa ciudad de Berditchev, y todos estaban realmente preocupados. ¡Sucot está por llegar — y no hay ni un solo Etrog en toda la ciudad!

Los yehudim iban de casa en casa, buscando, preguntando, pero nada. Finalmente, fueron al Rebe, el santo Tzadik, Reb Levi Itzjak de Berditchev, y le contaron la situación.

El Rebe les dijo:
“Vayan, hijos míos, párense en el cruce del camino, a la entrada de la ciudad. Quizás Di-s mande a alguien con un Etrog.”

Y así fue. No pasó mucho tiempo y una carreta pasó por la ruta. En ella iba un judío sencillo, con un rostro iluminado y un Etrog hermoso, perfecto, brillante — un Etrog Mehudar.

Los jasidim lo llevaron ante el Rebe, quien lo recibió con su sonrisa cálida y le rogó:
“Por favor, quedate acá en Berditchev para el Jag. Si nos prestás tu Etrog, vas a permitir que toda la comunidad, y también yo, podamos cumplir con la Mitzvá.”

El yehudí lo miró con respeto, pero dijo:
“Rebe, yo estoy camino de regreso a casa, a pasar Yom Tov con mi familia. Es la alegría del año, ¿cómo puedo dejar a mi esposa e hijos?”

El Rebe le prometió brojes: riqueza, hijos, todo lo bueno. Pero el hombre sonrió y contestó:
“Rebe, boruj Hashem, tengo de todo. Una linda familia, amplio sustento. No necesito nada.”

Entonces el santo de Berditchev le dijo con voz dulce pero firme:
“Escuchame. Si me hacés este favor, te doy mi parte en el Olam Habá — mi porción en el Mundo Venidero.”

El hombre se quedó helado. La parte del Rebe de Berditchev en el Olam Habá... ¡eso no era poca cosa! Inmediatamente aceptó quedarse.

La noticia se extendió por toda la ciudad. Qué alegría, qué simjá! El Rebe tendría un Etrog, Berditchev tendría los Arba Minim.

Pero el Rebe hizo algo extraño. Mandó un mensaje secreto a todos los jasidim:
“Escuchen bien. Durante el Yom Tov, nadie debe dejar que este huésped coma en su Sucá.”

Nadie entendió nada. Pero cuando el Rebe de Berditchev da una orden, no se pregunta — se cumple.

Llegó la primera noche de Sucot. El yehudí volvió del shul, feliz, listo para hacer Kidush en la Sucá. En la casa donde se hospedaba encontró todo preparado: vino, jalot, velas... pero la mesa estaba adentro.

Se asomó al patio — y vio una Sucá hermosa, con el sjaj bien puesto, y su anfitrión con la familia comiendo alegres.
Golpeó la puerta:
“¿Puedo pasar? Quiero hacer Kidush en la Sucá.”
El dueño lo miró apenado y dijo: “Perdón... pero está Sucá es privada, no puedo dejarte entrar.”

“¿Por qué?” — preguntó — pero no hubo respuesta.

Fue a otra casa, y a otra. En cada una, la misma escena: los yehudim en sus Sucot, cantando beSimjat Jag, y él afuera, rogando:
“¡Déjenme entrar, aunque sea un momento, para cumplir la Mitzvá!”
Y en cada casa, la misma negativa silenciosa.

Desesperado, corrió al Rebe.
“Rebe, ¿qué está pasando? ¿Por qué nadie me deja entrar a una Sucá?”

El Rebe lo miró con ojos llenos de compasión y le dijo suavemente:
“Si renunciás a reclamar mi parte en el Olam Habá, daré la orden para que te dejen entrar.”

El hombre se quedó mudo.
Por un lado — la promesa del Rebe de Berditchev, una parte en el Mundo Venidero.
Por otro lado — una Mitzvá: comer en una Sucá.

Pensó unos momentos… y el corazón del píntele id decidió.
Dijo:
“Rebe, cedo al trato. No quiero su parte en el Olam Habá. Prefiero cumplir la Mitzvá de la Sucá.”

El Rebe le pidió confirmar con un apretón de manos. Lo hizo.
Y apenas lo hizo, el Rebe mandó avisar a toda la ciudad:
“Ahora pueden dejarlo entrar.”

Esa noche, el id comió en la Sucá, con una alegría que venía del alma.

Cuando terminó Yom Tov, el Rebe lo mandó a llamar.
Le dijo:
“Querido, ahora te devuelvo la promesa. Quise enseñarte que el Olam Habá no se compra con un trato fácil. Tenías que ganártelo. Por eso te puse a prueba. Y ahora que mostraste cuánto estás dispuesto a sacrificar por cumplir una Mitzvá, realmente merecés compartir mi parte en el Mundo Venidero.”

*

Sucot es la fiesta del Bitul, de entregarse completamente a Hashem.
Por eso la Mitzvá de la Sucá es tan especial: no se cumple con una parte del cuerpo, ni con la mente o el corazón — entero el yehudí entra en la Mitzvá. Todo el cuerpo, toda la persona, está rodeada por la kedushá de la Sucá.

Y eso mismo quiso enseñar el Rebe de Berditchev:
Que el verdadero Olam Habá —la verdadera recompensa— no se gana con un trato o una promesa, sino con mesirut nefesh, con esa decisión interior de decir:
“Rebe, no me importa el Mundo Venidero; yo quiero hacer la voluntad de Hashem, ahora.”

Ese instante, cuando un yehudí elige la Mitzvá por encima de todo cálculo, es el momento en que su neshamá brilla con la luz del Olam Habá mismo.

Por eso el Rebe le devolvió la promesa: porque ya no la necesitaba. Al renunciar a ella por amor a Hashem, se la ganó de verdad.

Y esta enseñanza es eterna.
Cada Sucot, cuando entramos a la Sucá, recordamos que no hay muro entre nosotros y Di-s. Nos sentamos bajo el sjaj, cubiertos con fe simple, y decimos:
“Riboino shel Oilom, no quiero premios ni recompensas. Quiero estar Contigo. Quiero cumplir Tu voluntad, así como soy, con todo mi ser.”

Esa es la simjá de Sucot: la alegría de pertenecer completamente a Hashem.

domingo, 12 de octubre de 2025

13 de Tishrei - Iom Hilula Rebe Maharash


Cierta vez llegaron al Rebe Maharash dos jasidim de Nevel.
El primero era un lamdán, un gran estudioso, mientras que el segundo era un poshuter id, un hombre simple.

Cuando entró el talmid jojom a yejidus, el Rebe sólo le dijo una instrucción breve:
“Cuando hagas Davenen, toma un Sidur y lee de adentro.”

Al joven erudito le resultó extraña la indicación. Le dijo al Rebe que, según su parecer, si se envuelve en el Talis y reza con los ojos cerrados, logra mucha más kavaná (concentración).

“¡Shoite! —le dijo el Rebe Maharash— ¿Dé que kavaná estás hablando? ¿De decir 'Haleluká' a una viga del techo?”

El jasid no comprendió del todo a qué se refería el Rebe, y tampoco los ancianos jasidim supieron explicarlo. Pero después de un tiempo, se le vino a la memoria un episodio: un día que hizo Tefilá en cierto Shul, estaba como paseando de una punta a la otra del Shul mientras rezaba, y notó una gran viga que atravesaba toda la sala. En ese instante, comenzó un "Haleluka" justo al inicio de la viga para terminarlo exactamente donde esta concluía… Entonces entendió: el Rebe le había aludido aquel episodio. Su rezo, sin leer las palabras de un Sidur, había terminado siendo dirigido —literalmente— hacia una viga.

Luego entró a yejidus el segundo jasid, el hombre simple. El Rebe le indicó que, en cada momento libre del día, estudiara el Tanaj con traducción al idish ("Tzeeno Ureeno"). El jasid aceptó con simplicidad y fidelidad total. En cada viaje, entre negocio y negocio, en cada instante disponible, leía el Tanaj con su traducción.

Una noche de invierno crudo, regresó tarde a su casa. Se quitó el abrigo de piel y, sin pensar, lo soltó sobre la cuna de su hijo. Se sentó a conversar con su esposa sobre los sucesos del día. Al rato, fue a ver al bebé… y, para su horror, encontró al niño sin respirar, asfixiado bajo el abrigo (ר"ל).

Desesperados, intentaron reanimarlo, pero no había señal de vida. La esposa salió corriendo a buscar ayuda, y cuando regresó, encontró a su marido sentado, jugando felizmente con el niño, que estaba vivo.

Asombrada, le preguntó qué había sucedido. El jasid explicó:
“Últimamente estuve leyendo en el Tanaj —como el Rebe me indicó— y justo leí el relato de Elishá y el hijo de la Shunamit. Entonces hice lo mismo: me tendí sobre el cuerpo del niño, le soplé… y volvió a la vida.”

En ese momento todos comprendieron la enseñanza del Rebe Maharash.
El lamdán, con toda su sabiduría, había cuestionado la indicación del Rebe.
Pero el poshuter id, con su fe simple y total tmimut, cumplió las palabras del Rebe sin dudar —y en ese mérito vio un milagro manifiesto.

*
La verdadera grandeza de un jasid no está en cuánto sabe, sino en cuánto confía y cumple las palabras de su Rebe con fe simple y total.

El lamdán entendió con la mente; el simple cumplió con el corazón, y el corazón trajo la vida.

*
Y para relacionarlo con Sucot:
Hay sólo dos Mitzvot que se cumplen con todo el cuerpo, que envuelven a la persona por completo: la Sucá y la Mikve.
En ambas se expresa el mismo concepto: Bitul —anulación total ante Hashem—, entregarse y sumergirse por encima de toda lógica o entendimiento.

Así como el poshuter id cumplió la indicación del Rebe sin analizar ni cuestionar, simplemente confiando, así también en Sucot entramos a la Sucá con fe simple, sabiendo que estamos bajo la “sombra de la Shejiná”.

Fuente: "Shmuot Vesipurim", Reb Refoel Kahn

6 de Tishrei - Iortzait Rebetzn Jana ע"ה


Reb Berel Yunik y su familia mantuvieron una relación muy cercana con la Rebetzn Jana, vínculo que se había forjado en Rusia. El Rabino Yunik tuvo el mérito de asistir en Beis Harav durante muchos años, lo que profundizó aún más esa conexión.

Cuando los líderes de la clandestinidad jasídica decidieron ayudar a la Rebetzn Jana a escapar de la opresiva Unión Soviética para reunirse con su familia en Nueva York, comenzó un viaje largo y complicado que la llevaría desde Alma-Ata hasta Estados Unidos.

Una de las figuras clave en este proceso fue la Sra. Sarah Katzelenboigen (Kazen), conocida cariñosamente como “Mumme Soreh”, hermana del Rabino Yaakov Yosef Raskin y destacada líder del movimiento clandestino de escape. Ella acompañó a la Rebetzn en parte del trayecto en territorio soviético, llegando incluso a distraer a todo el vagón para evitar que alguien se dirigiera a “la señora de la punta”. En aquellos días, el apellido Schneerson era considerado extremadamente peligroso, por lo que cada detalle debía cuidarse al máximo.

Al llegar a la ciudad fronteriza de Lvov, los organizadores comenzaron las gestiones para lograr sacar a la Rebetzn de Rusia, utilizando el método que pasaría a la historia como la “gran fuga de los eshalonen”: Tras la guerra, el gobierno soviético permitió que refugiados polacos regresaran a su país, que también era parte del bloque comunista. Los pasaportes de la época no tenían foto ni visas de entrada o salida, por lo que el plan consistía en introducir pasaportes usados desde Polonia y reutilizarlos para otros. Así, miles de jasidim lograron salir de Rusia en tren, a veces en grupos de quinientas personas o más.

Los organizadores emparejaban cuidadosamente pasaportes con familias que coincidieran en número y edades, combinando o separando grupos según fuera necesario para salvar al mayor número posible de personas. Para la Rebetzn Jana, consiguieron el pasaporte de una mujer mayor con un hijo adulto. Como “hijo”, eligieron al joven Berel Yunik, que no solo era cortés y de buen carácter, sino que sería un digno acompañante para la Rebetzn en tan delicado viaje. Él y su hermana, Etta Yurkowitz, la asistieron durante el trayecto.

Gracias a este pasaporte, el Rabino Berel Yunik salió de Rusia como si fuera el “hijo” de la Rebetzn Jana. Desde entonces, tanto el Rebe como la Rebetzin se referían a él con afecto como el “hermano menor” del Rebe. En una ocasión, la Rebetzn Jana incluso le preguntó al Rebe: “Vos majt di yunger bruder?” – “¿Cómo está el hermano menor?”.

Además de salvar su propia vida, la Rebetzn Jana tuvo la valentía de llevar consigo, en ese mismo viaje, los escritos de su esposo — Rabí Levi Itzjak Schneerson— redactados durante su exilio en Kazajistán. Gracias a que ella los preservó y sacó clandestinamente de la URSS, hoy estos manuscritos están publicados y accesibles para todo el que desea estudiarlos y nutrirse de la profundidad de su Torá.

Después de salir de Rusia, la Rebetzn Jana residió en el campo de desplazados de Poking, Alemania, donde gran parte de los residentes eran jasidim de Jabad. Desde allí viajó a París, donde el Rebe mismo la acompañó de regreso a Estados Unidos. El Rebe había llegado a París en Adar de 5707 (1947) y permaneció allí hasta poco después de Shavuot, hasta obtener la documentación necesaria para su madre. Durante su estadía, el Rebe se reunía con ella todos los días, la acompañaba en sus paseos y siempre le sostenía la puerta al entrar y salir de los edificios. Era evidente el profundo respeto y amor que sentía por ella.

El Rabino Berel Yunik, en cambio, permaneció en Europa, estudiando en la Yeshivá de Brunoy hasta que pudo obtener sus propios documentos. Finalmente llegó a Estados Unidos en 5709 (1949). Apenas llegó, el Rebe le transmitió que su madre deseaba verlo. Esa visita fue el comienzo de una relación estrecha y continua.

Reb Berel solía pasar a ayudar a la Rebetzn cuando necesitaba asistencia, especialmente en los preparativos para Yom Tov. También la visitaba cada viernes por la noche y en las noches de Yom Tov después de la tefilá. Esta relación se mantuvo incluso después de que se casó, y cuando sus hijos crecieron lo suficiente, comenzó a llevarlos consigo a visitar a la Rebetzn Jana.

Ella sentía un orgullo inmenso por su hijo, el Rebe. En una ocasión le expresó:
“איר ווייסט נישט וואס איר פארמאגט; איך זאג דאס נישט ווייל איך בין א מאמע נאר ווייל אזוי איז דאס.”
—“No saben lo que tienen. No lo digo porque soy su madre, sino porque esa es la realidad.”

El legado de la Rebetzn Jana es de coraje, Emuná y dedicación absoluta. Gracias a su sacrificio y su amor por la Torá y por su familia, hoy podemos estudiar las enseñanzas de su esposo y continuar transmitiendo la luz de Jasidus al mundo entero.

Carta del Rebe traducida para Rosh Hashana 5786

Carta Rebe traducida Rosh Hashana 5786 by JasidiNews