Reb Berel Yunik y su familia mantuvieron una relación muy cercana con la Rebetzn Jana, vínculo que se había forjado en Rusia. El Rabino Yunik tuvo el mérito de asistir en Beis Harav durante muchos años, lo que profundizó aún más esa conexión.
Cuando los líderes de la clandestinidad jasídica decidieron ayudar a la Rebetzn Jana a escapar de la opresiva Unión Soviética para reunirse con su familia en Nueva York, comenzó un viaje largo y complicado que la llevaría desde Alma-Ata hasta Estados Unidos.
Una de las figuras clave en este proceso fue la Sra. Sarah Katzelenboigen (Kazen), conocida cariñosamente como “Mumme Soreh”, hermana del Rabino Yaakov Yosef Raskin y destacada líder del movimiento clandestino de escape. Ella acompañó a la Rebetzn en parte del trayecto en territorio soviético, llegando incluso a distraer a todo el vagón para evitar que alguien se dirigiera a “la señora de la punta”. En aquellos días, el apellido Schneerson era considerado extremadamente peligroso, por lo que cada detalle debía cuidarse al máximo.
Al llegar a la ciudad fronteriza de Lvov, los organizadores comenzaron las gestiones para lograr sacar a la Rebetzn de Rusia, utilizando el método que pasaría a la historia como la “gran fuga de los eshalonen”: Tras la guerra, el gobierno soviético permitió que refugiados polacos regresaran a su país, que también era parte del bloque comunista. Los pasaportes de la época no tenían foto ni visas de entrada o salida, por lo que el plan consistía en introducir pasaportes usados desde Polonia y reutilizarlos para otros. Así, miles de jasidim lograron salir de Rusia en tren, a veces en grupos de quinientas personas o más.
Los organizadores emparejaban cuidadosamente pasaportes con familias que coincidieran en número y edades, combinando o separando grupos según fuera necesario para salvar al mayor número posible de personas. Para la Rebetzn Jana, consiguieron el pasaporte de una mujer mayor con un hijo adulto. Como “hijo”, eligieron al joven Berel Yunik, que no solo era cortés y de buen carácter, sino que sería un digno acompañante para la Rebetzn en tan delicado viaje. Él y su hermana, Etta Yurkowitz, la asistieron durante el trayecto.
Gracias a este pasaporte, el Rabino Berel Yunik salió de Rusia como si fuera el “hijo” de la Rebetzn Jana. Desde entonces, tanto el Rebe como la Rebetzin se referían a él con afecto como el “hermano menor” del Rebe. En una ocasión, la Rebetzn Jana incluso le preguntó al Rebe: “Vos majt di yunger bruder?” – “¿Cómo está el hermano menor?”.
Además de salvar su propia vida, la Rebetzn Jana tuvo la valentía de llevar consigo, en ese mismo viaje, los escritos de su esposo — Rabí Levi Itzjak Schneerson— redactados durante su exilio en Kazajistán. Gracias a que ella los preservó y sacó clandestinamente de la URSS, hoy estos manuscritos están publicados y accesibles para todo el que desea estudiarlos y nutrirse de la profundidad de su Torá.
Después de salir de Rusia, la Rebetzn Jana residió en el campo de desplazados de Poking, Alemania, donde gran parte de los residentes eran jasidim de Jabad. Desde allí viajó a París, donde el Rebe mismo la acompañó de regreso a Estados Unidos. El Rebe había llegado a París en Adar de 5707 (1947) y permaneció allí hasta poco después de Shavuot, hasta obtener la documentación necesaria para su madre. Durante su estadía, el Rebe se reunía con ella todos los días, la acompañaba en sus paseos y siempre le sostenía la puerta al entrar y salir de los edificios. Era evidente el profundo respeto y amor que sentía por ella.
El Rabino Berel Yunik, en cambio, permaneció en Europa, estudiando en la Yeshivá de Brunoy hasta que pudo obtener sus propios documentos. Finalmente llegó a Estados Unidos en 5709 (1949). Apenas llegó, el Rebe le transmitió que su madre deseaba verlo. Esa visita fue el comienzo de una relación estrecha y continua.
Reb Berel solía pasar a ayudar a la Rebetzn cuando necesitaba asistencia, especialmente en los preparativos para Yom Tov. También la visitaba cada viernes por la noche y en las noches de Yom Tov después de la tefilá. Esta relación se mantuvo incluso después de que se casó, y cuando sus hijos crecieron lo suficiente, comenzó a llevarlos consigo a visitar a la Rebetzn Jana.
Ella sentía un orgullo inmenso por su hijo, el Rebe. En una ocasión le expresó:
“איר ווייסט נישט וואס איר פארמאגט; איך זאג דאס נישט ווייל איך בין א מאמע נאר ווייל אזוי איז דאס.”
—“No saben lo que tienen. No lo digo porque soy su madre, sino porque esa es la realidad.”
El legado de la Rebetzn Jana es de coraje, Emuná y dedicación absoluta. Gracias a su sacrificio y su amor por la Torá y por su familia, hoy podemos estudiar las enseñanzas de su esposo y continuar transmitiendo la luz de Jasidus al mundo entero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario