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domingo, 26 de junio de 2022

Truco y trato

Reb Jaim era un jasid que se ganaba la vida comprando y vendiendo mercadería en los diversos mercados y ferias europeas. Dedicaba todo su tiempo libre a estudiar Torá. Una vez al año visitaba a su Rebe, para inspirarse, pasar tiempo con él y recibir su Brajá.

Cada vez que llegaba, lo saludaban todos con gran respeto, ya que era conocido por ser un erudito y un hombre distinguido. En Shabat, era honrado con la Aliá más prestigiosa de la lectura de la Torá, el “Maftir”, (la porción final seguido por la Haftará). Y siempre hacía una generosa contribución al Shul.

En una de sus visitas, fue a "yejidut", la reunión personal privada con el Rebe, el momento más especial para un jasid. Esta vez, Jayim abrió su corazón a su Rebe y le contó acerca de un asunto difícil que lo estaba obstaculizando en su servicio a Di-s, un problema que lo preocupaba todos los días. “Soy irascible (y tengo un mal carácter)”, le dijo al Rebe, “me enojo fácilmente. Incluso los pequeños problemas pueden sacarme de quicio. Por ejemplo, cuando las cosas no salen como yo quería, o cuando las personas no hacen lo que les pedí, exploto.”

Terminó de hablar y esperó ansiosamente la respuesta del Rebe. Ya había estado muchas veces en Yejidut y había recibido respuestas e instrucciones sobre una variedad de asuntos. Esta vez, sin embargo, fue diferente. El Rebe simplemente agitó la mano con desdén como diciendo que el problema era pequeño e insignificante, que en realidad no era un problema en absoluto.

Jaim no podía entender. Había esperado tanto tiempo para acudir a su Rebe y contarle su dificultad, y estaba esperando recibir una respuesta que resuelva su problema, pero el Rebe apenas que abordó el tema.

Jaim no se dio por vencido; preguntó de nuevo. Describió sus dificultades, cómo su problema lo afectaba a él y a todos los que lo rodeaban, y esperó nuevamente una respuesta. Pero nuevamente, la respuesta fue: "Este es un dilema muy pequeño, no es realmente un problema, en lo absoluto", dijo el Rebe.

Jaim lo intentó por tercera vez y recibió nuevamente la misma respuesta. Tuvo que dejar la habitación del Rebe decepcionado. "¡No puedo creer que no haya recibido respuesta!" el pensó. "Tal vez la reciba con el tiempo", trató de animarse a sí mismo.

Luego de que Jaim haya salido de la habitación del Rebe, el Rebe llamó al Gabai, el encargado del Shul. Le indicó que en el próximo Shabat, no se le diera a Reb Jaim el honor de Maftir como de costumbre, sino que le diera la "Guelile": el atar el Sefer Torá al final de la lectura (una tarea a menudo dada a los niños) y cubrirlo con su manto.

El Gabai escuchó la petición del Rebe y lo miró asombrado. Empezó a imaginar el desconcierto y tal vez el furor en el Shul como resultado.

A medida que se acercaba el Shabat, las preocupaciones del Gabai fueron creciendo y decidió tomar medidas. “Es mejor que le avise con anticipación”, pensó.

Llamó a Reb Jaim y le dijo que en Shabat recibiría "Guelila" en lugar del Maftir. Jaim comenzó a quejarse de inmediato, e incluso a viva voz. El Gabai le explicó que esta era la instrucción que había recibido de boca del Rebe. Esto lo calmó un poco a Jaim, y comenzó a comprender que algo debía haber detrás de esto.

“Debe ser que el Rebe me está probando”, pensó para sí mismo.

Llegó el Shabat. Los jasidim ya habían visto a Reb Jaim en la ciudad y asumieron que recibiría el honor de Maftir, como de costumbre. Algunos de ellos intentaron adivinar cuál sería la contribución que él haría después. Pero cuando llegó el momento de Maftir y el Gabai dijo el nombre de otra persona, se sorprendieron. Cuando voltearon a mirar a Jaim y vieron su reacción, quedaron doblemente asombrados: Jaim estaba parado allí, completamente tranquilo.

Poco después fue llamado para la tarea de Gelila. “Ahora si que se enojará”, pensaron los jasidim para sí mismos. Pero para su asombro, Reb Jaim se acercó a la Torá con una leve sonrisa en su rostro, tarareando una melodía en voz baja. Cuando terminó de atar y cubrir el Sefer Torá, regresó en silencio a su asiento, todavía sonriendo.

"¿Que está pasando?" todos pensaron.

Al final de la Tefilá, Jaim no salió del Shul como todos los demás, sino que esperó para hablar con el Rebe. Cuando el Rebe terminó su Tefilá, Jaim se acercó a él. El Rebe le sonrió y Jaim le devolvió la sonrisa.

“Bueno”, dijo el Rebe, “veo que tu problema no es tan grande como lo planteaste. Mira cómo te deshonraron delante de todos al no llamarte para Maftir como suele suceder y, sin embargo, no te enojaste.”

“Por supuesto que no, Rebe”, respondió Reb Jaim, sabía que esto era un truco, que me estabas probando; por eso no me enojé. Si no fuera un truco, si realmente estuvieran tratando de enojarme, ¡no querrás saber la furia y bronca que hubiese desatado aquí hoy!

El Rebe respondió: “Ahora puedes entender por qué dije que tu problema no es tan difícil. Escúchame, ¡siempre es un truco! Hakadosh Baruj Hu siempre nos está probando. Todo el que te molesta o irrita es un leve mensajero, parte de este ejercicio en el que nos prueba a nosotros y nuestras reacciones.

“Cuando miras el mundo de esta manera”, concluyó el Rebe, “todo parecerá diferente. ¡No tendrás que vencer tu ira, porque no tendrás de qué estar enojado!”


Fuente: De "Mudaut Yehudit" por Nadav Cohen

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