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lunes, 30 de junio de 2025

Maamar Zot Jukat Hatorá 5729 - en español (formato para imprimir)

Maamar Zot Jukat Hatora 5729 -Version Imprenta 

"Estoy siempre sucio" - Anécdota para Guimel Tamuz 5785

Historia muy especial para Guimel Tamuz 5785


Por Reb Zalman Vishetzky


Se llama Najum Litkowski. Llegó a los Estados Unidos desde la Rusia soviética en la década de 1970, a los 9 años, con su madre. Eran los típicos Lubavitchers inquebrantables de la antigua Rusia. Poco después de su Bar Mitzvá, Nojum ya empezó a trabajar aquí y allá para ayudar a su madre a traer el pan a la casa. No se lamentó ni derramó lágrimas; simplemente actuó con determinación, haciendo lo que debía hacerse.

Era Lubavitcher y siempre estaba cerca del Rebe. «No estaba muy metido en el tema de los Maamorim o las Sijot, pero siempre estaba allí, adentro o afuera, siempre cerca de Seven Seventy», refiriéndose, por supuesto, al edificio de ladrillo rojo, el icónico 770 de Eastern Parkway, el Shul del Rebe en Brooklyn, Nueva York.

Cada tanto, pasaba por el Rebe, ya fuera cuando repartía dólares o un Kuntres, o incluso justo cuando entraba en un Farbrenguen o bajaba a Minjá.

Pasaron algunos años, y Nojum se convirtió en contratista de reformas [de departamentos]. El trabajo le ocupaba la mayor parte del día, y su ropa siempre era la de un técnico reparador, manchada de pintura, masilla y demás. "Así no se va al Rebe, así que resultó que ya casi ni aparecía en 770", me dijo.

Pero un día, un amigo suyo se casaba, y Nojum se vistió elegantemente. Y como ya estaba vestido, decidió pasar por el Rebe cuando repartía dólares.

Miles de personas hicieron la fila con él, y cuando llegó su turno, el Rebe le entregó un dólar, pero el Rebe no soltó el billete.

Iba a irme, pero el Rebe seguía con el dólar en mano y no lo soltaba. Me miró fijamente a los ojos y preguntó en idish: «Vu bist du?» (¿Dónde estás?).

Me sobresalté y quedé en silencio. Bajé la mirada como si hubiese olvidado el idish hasta que el secretario, Reb Leibel Groner, me repitió: «El Rebe pregunta: ¿dónde estás?».

Levanté la vista y le dije al Rebe: «Ij bin do» (Aquí estoy).

Pero el Rebe seguía sin soltar el dólar. Me miró fijamente a los ojos y preguntó: "Farvos kumst du nisht?" - «¿Por qué ya no vienes?»

«En ese momento me di cuenta de que hacía mucho que no venía. Respondí de inmediato con una respuesta simple y honesta: «Ij bin ale mol shmutzik» («Siempre estoy sucio»), refiriéndose a su ropa de trabajo manchada como técnico y reparador.

El Rebe seguía sin soltar el dólar. Y mientras ambos lo sostenían, el Rebe dijo: «Kum vi du bist, ober kum» («¡Vení como sea que estés, pero vení!»).

Cuando Nojum me contó esta historia en el Shabat Jof Av, el año pasado, lloré profundamente. Yo también lo deseaba. Quería que el Rebe me dijera: «Kum vi du bist» (Vení tal como estés, como seas).

Ha pasado casi un año, y no ha habido una semana en la que no haya pensado y reflexionado sobre el «¿Vu bist du?» del Rebe, el «Ij bin ale mol shmutzik» de Nojum, y de nuevo el «Kum vi du bist, ober kum» del Rebe.

Cuanto más lo pienso, menos lloro. He empezado a comprender y a creer, cada día más, que el Rebe en realidad nos dice esto a todos, y también a mí.

Sí, nos exige que nos elevemos. Sí, nos exige que hagamos mucho más. Sí, insiste en que nunca nos detengamos ni nos rindamos.

Pero incluso antes de todo eso, él está ahí todo el tiempo, extendiendo un dólar, sin soltarlo, y dice:
"קום ווי דו ביסט, אבער קום!"
 «Kum vi du bist, ober kum».







©JasidiNews

El comentario de Reb Jonie Marosov respecto a la fuerza de los jsidim del Rebe Anterior

Reb Eljonon Dov Marozov, comúnmente conocido como Reb Jonie, fue mazkir (secretario) tanto del Rebe Rashab como de su hijo, el  Frierdiker Rebe.

Durante un farbrenguen en Yud-Beis Tamuz 5693 (1933), Reb Jonie dijo lo siguiente: «Nuestro Rebe [se refería entonces al Frierdiker Rebe] es más grande que su padre y que todos los demás Rebeim». Esto sorprendió a varios de los demás presentes, quienes venían criticando a Reb Jonie, ​​pues creían erróneamente que estaba más mekushor (conectado) con el Rebe Rashab que con su hijo, quien se había convertido en el nuevo Rebe. Reb Jonie explicó que, respecto al Rebe Rashab y a los Rebeim anteriores, sus jasidim se conectaron con ellos ya sea porque los oyeron recitar un maamer jasidut, recibieron guía o una broje de ellos en un Yejidut, o por alguna otra interacción. Pero ahora, entre los jóvenes jasidim que se encuentran entre nosotros (refiriéndose a los jóvenes bojurim presentes), muchos de ellos nunca han visto al Rebe en toda su vida, y ya han pasado seis años desde que el Rebe dejó este país; sin embargo, estos jóvenes jasidim están conectados y entregados al Rebe con todo su corazón y con toda su alma.

Los otros Rebeim no contaron con jsidim tan devotos, que nunca los hubieran visto, escuchado ni tenido algún tipo de interacción con ellos.

*

Lo mismo puede decirse hoy de nuestro Rebe. Todos los bojurim que veo, y un número considerable de los jóvenes casados ​​hace 15 o 20 años, son similares a los bojrim con los que hablaba Reb Jonie.
Han pasado 31 años desde Guimel Tamuz y 33 desde que escuchamos al Rebe hablar en un farbrenguen, así que incluso aquellos de alrededor de 40 años, ¿qué interacción tuvieron con el Rebe? Ni siquiera tenían bar o bat mitzvá. Como mucho, habrán recibido una brajá si sus padres los llevaron al Rebe cuando pasaron por los dólares, y quizás también tuvieron el mérito de recibir un Kuntres o Lekaj del Rebe. Mientras que quienes crecieron fuera de Crown Heights ni siquiera tuvieron esa oportunidad, a menos que sus padres también los hayan llevado al Rebe.

Pero, como se mencionó anteriormente, la gran mayoría de este grupo de edad no tuvo ninguna interacción con el Rebe. Sin embargo, observen su devoción y dedicación incondicionales a todo lo que el Rebe dice y pide.
Si bien esto expresa y demuestra la grandeza del Rebe, al mismo tiempo demuestra la asombrosa belleza y calidad de los bojurim y yunguerlait.

Están conectados con la esencia del Rebe y no necesitan una interacción personal con él.

Puede ser similar a lo que el Rebe escribe en la última entrada del Hayom Yom: «Hubo momentos en que el Alter Rebe estaba en estado de dveikut, cayó al suelo y exclamó: No quiero Tu Olam Haba ni Tu Gan Eden, solo te quiero a Ti mismo». Así también, quienes se encuentran en esta categoría (que nunca conocieron al Rebe), o no lo recuerdan, su conexión es con la esencia misma del Rebe. ¡Ashreijem! ¡Qué afortunados son de tener un vínculo tan profundo y verdadero con el Rebe!


Fuente: Reb Sholom Avtzon

La Brajá del Rebe que curó una ceguera

Esto ocurrió en Johannesburgo, Sudáfrica. Israel Schwimmer, actualmente director de finanzas, residente en Nueva York, era entonces un niño pequeño, que había comenzado a estudiar en la escuela de Jabad de la ciudad.

Y así cuenta:

Poco tiempo después de mudarnos, me llevaron a un análisis de la vista, de rutina. El médico notó algo que no estaba bien, y me derivó a exámenes con especialistas. Visité a más de un especialista, y me diagnosticaron una enfermedad ocular llamada retinitis pigmentosa.

Esta enfermedad causa la degeneración de la retina, ceguera nocturna, disminución progresiva de la visión periférica, y a veces incluso lleva a una ceguera total. Cuanto más temprana es la aparición de la enfermedad, más grave puede ser el daño visual esperado. Hasta ahora no se ha encontrado cura para esta enfermedad.

Mis padres se asustaron mucho al escuchar que su hijo estaba destinado a perder la visión. Se sentían impotentes, hasta que mi tío propuso que, ya que los médicos no tenían nada que ofrecer, viajáramos a visitar al Rebe de Lubavitch en Nueva York y pidiéramos su Brajá.

Mis padres aceptaron la propuesta y nos unimos a un grupo de una docena de personas de Sudáfrica que fueron a celebrar los últimos días de los Jaguim de Tishrei junto al Rebe. Aterrizamos en Nueva York un miércoles, Hoshaná Rabá, 21 de Tishrei del 5744 (1983).

Apenas llegamos, nos formamos en la fila para recibir una porción de Leikaj —un pastel dulce de miel para un año bueno y dulce— de manos del Rebe, quien estaba horas en la entrada de su Sucá bendiciendo a la gran multitud.

Mi tío me presentó ante el Rebe: “Israel Shlomó Schwimmer, de Sudáfrica”. No dijo ni una palabra sobre mi situación, por lo tanto, es comprensible cuán sorprendido quedé cuando el Rebe me dijo en inglés, mientras me entregaba una porción del pastel: “Que Di-s te conceda estudiar Torá con los ojos abiertos”.

Las palabras del Rebe provocaron una gran emoción y alegría en todos. Para ellos, el Rebe había dicho lo suyo, y no cabía duda de que estaría completamente sano.

Antes de nuestro viaje, mi tío había reservado turnos con especialistas en oftalmología en Manhattan para el lunes, después de Simjat Torá. Mis padres llevaron consigo todos los exámenes que me habían hecho, y los especialistas solicitaron repetir todos los estudios, que no fueron para nada agradables.

Al día siguiente, se llevó a cabo en 770 un "rally", un encuentro infantil con la participación del Rebe y me llamaron a subir al escenario para recitar el Pasuk “VeShinantam leVaneja”. Después de aquel evento, fui a encontrarme con mi tío, y él me dijo que acababa de hablar con los especialistas, y le dijeron que todos los exámenes salieron perfectamente normales y que ¡no tengo ningún problema en los ojos!

Los médicos incluso dijeron que no podía ser que hubieran examinado al mismo niño que había sido sometido a los estudios detallados que figuraban en mi historial médico, ya que no había en mí ni indicios de la presencia de la enfermedad de retinitis pigmentosa.

¡Mis padres se alegraron muchísimo! Y, después de nuestro regreso a Sudáfrica, me llevaron nuevamente a los médicos. Estos me examinaron y confirmaron que, en efecto, todos los signos de la enfermedad que habían observado en el pasado —desaparecieron, y que no hay ningún problema médico en mis ojos.

Es importante señalar que ni siquiera tuve que usa anteojos en mi infancia. Comencé a usarlos recién a los dieciocho años, debido a un leve astigmatismo que se desarrolló en uno de mis ojos.

Una vez, cuando fui a un control oftalmológico de rutina para cambiar los anteojos, me horrorizó que el optometrista me pidiera volver para realizar más estudios. Al regresar a casa, ya estaba realmente en pánico. Le dije a mi esposa: “Quizás arruiné la Brajá del Rebe. Él me dijo ‘estudiar Torá con los ojos abiertos’. Tal vez no le dediqué el tiempo suficiente”. Fue una semana muy estresante, hasta que llegaron los resultados de los estudios y se confirmó que no había absolutamente ningún motivo de preocupación. Pero ese episodio me sirvió como recordatorio de lo que pasé de niño, y de cómo el Rebe me salvó.

Y esto me recuerda una historia relacionada con el tema:

Una vez, durante una visita a Israel, fui al Museo de los Niños en Julón, donde se realiza una actividad especial llamada “Diálogo en la oscuridad”. La actividad está destinada tanto a niños como a adultos, y durante ella se recorre en completa oscuridad, para experimentar de forma real la sensación de una persona con ceguera.

Durante la visita, le pregunté al guía que nos acompañaba si había nacido ciego o si había perdido la vista en algún momento de su vida. Me contó que quedó ciego a los veinte años. Le pregunté cómo ocurrió, y su respuesta fue: “Sufrí una enfermedad llamada retinitis pigmentosa”.

En ese momento pensé para mis adentros: “¡Eso podría haberme pasado a mí!”

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*Este es uno de los miles de ejemplos vivos del poder de una palabra del Rebe.*
Cuando los médicos no vieron esperanza, una breve bendición bastó para cambiar el diagnóstico y transformar la oscuridad en luz.

En Guímel Tamuz, el día en que sentimos más profundamente la ausencia física del Rebe, elegimos conectarnos con su presencia eterna a través de las historias que continúan iluminando nuestras vidas.

*El Rebe no solo veía lo que es —veía lo que puede ser— y nos enseñó a hacer lo mismo.*

Que esta historia nos inspire a fortalecer nuestra emuná, nuestra confianza en las Brajot del Rebe, y nuestro compromiso con su misión: llenar el mundo con luz, Torá y Guéula.


Fuente: [La historia contada en persona por su protagonista para JEM:
https://youtu.be/_C4xJYDXL40]

©JasidiNews

Momentos de guerra en Eretz Israel

Antes de la Guerra del Golfo de 1991, el Rebe alentó a los residentes de Israel a permanecer en Eretz Hakodesh, y aconsejó a aquellos que tenían planeado viajar al país que no cancelaran sus viajes.

«No hay absolutamente ninguna razón para preocuparse», dijo el Rebe a una familia. A una mujer anciana que preguntó si era seguro mudarse a Israel, el Rebe le respondió: «Si es seguro en cualquier otro lugar, entonces con más razón lo es en la Tierra de Israel».

A un abuelo que preguntó si sus hijos debían regresar del lugar [la Ieshivá] donde estaban estudiando, el Rebe le dijo: «¡Jas veshalom! Es la capital de Di-s. Si siempre debían estar allí, entonces con más razón ahora».

En Tel Aviv, había un jasid que realmente estaba atemorizado por la situación, y escribió una carta al Rebe. En ese momento, Irak había disparado 42 misiles Scud sobre territorio israelí.

«Todos estamos asustados», escribió el jasid. «¿Qué será de nosotros?»

El Rebe le respondió que al decir “todos estamos asustados” está pensando mal y erróneamente —aunque sin intención— de los tantos yehudim que sí tienen una fe plena en que Hashem los protegerá.

Y a su pregunta de “¿qué será?”, el Rebe le respondió citando el versículo de Tehilim (32:10):
«El que confía en Di-s, estará rodeado de bondades».



Fuente: HasidicArchives

El Mashal de la miel y el oso de Reb Mendel Futerfas

Shabat Mebarjim Jodesh Tamuz - Farbrenguen preparación para Guimel Tamuz

Esto ocurrió en aquellos días confusos, después del 3 de Tamuz de 5754 (1994). Los jasidim estaban desorientados, sin saber bien cómo proceder. Comenzaban a abrirse distintas opiniones, diferentes caminos, y muchos se preguntaban cuál era la forma correcta de actuar en una situación tan nueva y difícil.

También los jasidim que vivían en Londres, Inglaterra, buscaban orientación. Buscaban respuestas. Buscaban aliento, fuerza y claridad. En medio de esta confusión, consideraron correcto acercarse a Reb Mendel Futerfas, para escuchar un consejo: ¿hacia dónde se va en una época tan difícil?

Como era su costumbre, Reb Mendel respondió con un Mashal:

Los habitantes de un pequeño y apartado pueblo vivían de la producción de miel, que luego vendían en las grandes ciudades cercanas. Pero los aldeanos enfrentaban un problema constante: después de semanas y meses de trabajo recolectando la miel de las colmenas y vertiéndola en un gran barril para el envío, cada noche llegaban osos hambrientos y devoraban toda la miel… sin el menor remordimiento por el esfuerzo de los pobres campesinos.

Cada día los aldeanos intentaban una nueva estrategia para evitar que los osos accedieran a la miel. Pero el deseo de los osos siempre superaba la astucia de los campesinos, y al llegar la mañana, el barril aparecía vacío. Finalmente, una mañana, desesperados, reunieron a los sabios del pueblo para idear un plan que los ayudara a vencer al poderoso oso.

Tras una larga noche de reflexión, los sabios idearon una solución especial: colocar el barril de miel en lo alto de un árbol. “¿Y qué?”, decían algunos. “¡Eso ya se intentó antes! ¡Los osos saben trepar árboles!”. Pero esta vez era diferente. Habían ideado una rama fuerte y flexible que, cada vez que el oso intentara trepar, lo golpearía. Si volvía a intentarlo, la rama lo azotaría una y otra vez.

Esa noche, los sabios se escondieron a cierta distancia para observar si su invento funcionaba. Lo que vieron fue asombroso: el oso olió la miel, se acercó al árbol tambaleándose y comenzó a trepar. Pero apenas apoyó una pata sobre la rama, esta le dio un fuerte golpe directamente en su cara peluda. El oso, enfurecido, bajó del árbol y comenzó a pelear con la rama descarada. Y como los sabios habían previsto, la rama, diseñada como un boomerang lo golpeó otra vez. El oso, más furioso aún, redobló su fuerza contra la rama… y recibió otro golpe más fuerte. Así, una y otra vez, hasta que el oso olvidó por completo su deseo por la miel, y concentró todas sus fuerzas en una guerra contra la rama. Pero la rama era más fuerte que él, y finalmente el oso cayó vencido al suelo.

—Exactamente así está ocurriendo ahora —explicó Reb Mendel—.
El Rebe ya nos dio la miel: la noticia de la Gueulá. Pero la Sitra Ajará —el lado de la impureza— sabe que si llegamos a saborear esa miel, si empezamos a vivir con el anuncio de la redención, a mirar el mundo con “los lentes del Rebe”, entonces se le terminó el juego. No tiene más lugar. Por eso, la Sitra Ajará trae una "rama" insolente, molesta, que nos distrae —es decir, toda esa oposición, abierta o disimulada, que surge frente a la difusión del mensaje de la Gueulá y frente al entusiasmo con que se vive el tema del Mashíaj, y el Majloket en general—.
Esa rama nos irrita, nos provoca, nos hace despertar nuestra Midat hanétzaj (la cualidad de la obstinación): nos enojamos, reaccionamos, discutimos… y sin darnos cuenta, ya nos olvidamos de la miel.

Para poder llegar a la miel, hay que dejar el ego de lado. Hay que anularse por completo ante la voluntad superior, sin creerse “algo”. Solo así podemos cumplir la misión y alcanzar la miel, sin caer agotados “en la vejez”, debilitados por tanto ruido, por peleas y políticas innecesarias con la dichosa rama.

¡Querido josid! ¡Ya pasaron 33 años desde que la miel espera allá arriba en el árbol! No hay otra opción. Hay que tragarse el ego, dejar de pelear con la rama, no debatir con ella ni buscar formas de frustrarla o demostrarle que está equivocada. Hay que seguir adelante con las palabras del Rebe. Trabajar con entrega. No permitir que la obstinación nos arrastre a la batalla equivocada.

Centrémonos en la misión que nos dio nuestro Rebe:
“Un kukt nisht oif di zayten” — “No se mira a los costados”,
aunque esos costados nos provoquen y nos toquen justo en los puntos más sensibles de nuestro “yo”.

Dejemos esa obstinación para el Rey Mashíaj, que “vencerá a todas las naciones que lo rodean”, y que ya comenzó a mostrarse ese sabor en algunos aspectos concretos.

Y mientras tanto… nosotros llegaremos a la miel. Y venceremos al Galut.

El simple judío que salvó a toda una comunidad con un inocente "Eini Yodea"

La siguiente historia fue contada por el Joize de Lublin. Muestra la fuerza única del pueblo judío: creer… incluso cuando no entiende absolutamente nada.


En tiempos de los Rishonim era bastante común que sacerdotes católicos organizaran debates religiosos con rabinos. ¿Para qué? Para intentar (pobremente) demostrar que su religión era la verdadera y lograr que algún judío se convirtiera (¡Dios libre!).

Había un obispo que se tomaba este pasatiempo muy en serio. Armaba debates con entusiasmo, pero… no tenía suerte. Nunca ganaba. Incluso cuando afirmaba haber ganado, ningún judío mostraba interés en convertirse por eso.

Cansado de fracasar, el obispo decidió jugarse el todo por el todo. Dijo:
“¡Basta! Esta vez, si yo gano, todos los judíos del pueblo deberán convertirse… o serán quemados”.
Y, para no quedar como el villano de la historia, añadió con dramatismo:
“Y si ustedes ganan, que los jueces me echen a mí al horno”.

La comunidad judía corrió al Shul, no para debatir, sino para pedir y hacer davenen. Estaba claro que sus vidas estaban en peligro y que solo Hashem podía salvarlos.

Ahora bien, ¿quién se ofrecería para representar a los judíos en este debate de vida o muerte? Nadie. Silencio total. Hasta que, tímidamente, levantó la mano un yehudí bien simple, de esos que apenas sabían leer… y ni hablar de debatir.

“Yo iré. Hashem me va a ayudar.”

No había más opciones, así que —con más nervios que confianza— lo enviaron.

Llegó el gran día. Gentiles, judíos, curiosos y chusmas se amontonaron para ver el espectáculo. El obispo, con sonrisa diplomática, le ofreció al simple yehudí hacer la primera pregunta.

El yehudí miró al obispo y preguntó con tono serio:
“¿Qué significa איני יודע ['Eini Yodea']?”

El obispo frunció el ceño y contestó honesta e inmediatamente:
“No lo sé.”

¡Pum! Los jueces se levantaron sin dudar, lo agarraron de los brazos y lo arrojaron directo al horno.

¡Los judíos se habían salvado!

Después del shock y las danzas espontáneas, alguien le preguntó al yehudí sencillo:
“¿Cómo se te ocurrió una pregunta tan brillante?”

Y él respondió, como si fuera lo más obvio del mundo:
“Yo tengo un Jumesh con traducción al Idish. Sobre las palabras de Rashi  איני יודע, el traductor pone: ‘Ij veis nisht’ —‘No lo sé’. Entonces pensé: ¡Si el traductor no lo sabe… seguro que el obispo tampoco!”😆

El Jozé de Lublin dijo que esta historia enseña una gran lección: nuestra Emuná no depende de cuánto entendemos. A veces no sabemos, ni entendemos, ni siquiera sabemos qué no entendemos —pero igual creemos. Porque un yehudí no necesita saber para saber en qué creer.


Fuente: Reb Elimelej Biderman

Cuando el Rebe Anterior no le quiso otorgar la Brajá que pedía

Cuando los nueve bojurim Lubavitchers llegaron a Montreal desde la Europa aún herida por la guerra, no todos los recibieron con entusiasmo. Había quienes dudaban de la viabilidad de establecer una ieshivá en esas condiciones. Pero entonces apareció el jasid y tzadik, Rab Yojanán Twersky, conocido como el Tolner Rebe, quien los acogió con calidez y les abrió las puertas de su hogar con estas palabras: “¡Mi casa es la de ustedes!”.

El rabino Twersky, quien había llegado a Montreal en el año 5694 (1934), era fundador de la congregación Kahal Jasidim Kehilas Dovid. Educado en Estados Unidos, hablaba el idioma del país con soltura, y tenía gran influencia en la comunidad judía local. No escatimaba esfuerzos en ayudarlos: los acompañó personalmente de una oficina gubernamental a otra, gestionaba lo que fuera necesario y, sobre todo, se preocupó de que los bojurim se sintieran acogidos en su nuevo entorno.

“Siempre estuvo a nuestro lado”, recordaba años después el rabino Guerlitzky. “Y no lo hizo por lástima, sino por el profundo respeto que sentía”.

El Rebe Rayatz expresó su aprecio por estos actos de entrega. En una ocasión, durante una audiencia privada (iejidut) con el Rebe en Nueva York, el Rab Twersky pidió una brajá: “Que no tenga dificultades en el servicio a Hashem”.

El Rebe Rayatz no accedió [a darle tal Brajá]. “Para eso fuimos creados —respondió—: para servir a Hashem luchando contra la inclinación al mal, sabiendo que hay recompensa y castigo”.

“Pero, ¿acaso no decimos cada mañana en la Tefilá”, preguntó el Rabino Twersky con humildad, “que no nos traigas a prueba ni desafío?”.
["וְאַל תְּבִיאֵנוּ... לֹא לִידֵי נִסָּיוֹן"]

El Rebe Rayatz explicó con dulzura: “Allí mismo pedimos también[e inmediatamente]: 
"וְלֹא לִידֵי בִזָּיוֹן"
‘Y no nos avergüences ni nos hagas caer en manos del desprecio’. El sentido es que el desafío no debe llevarnos, Jas Veshalom, a la caída o al escarnio. Pero las pruebas son necesarias, y debemos pasarlas. Lo que pedimos es la fuerza para superarlas, y así no ser avergonzados”.

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Moraleja

De aquí aprendemos una enseñanza fundamental en el camino del jasid: no huir de los desafíos, sino enfrentarlos con fuerza interior, sabiendo que cada prueba es una oportunidad de elevarse. “Hashem no nos da una prueba si no nos da también la fuerza para superarla”. Y así, con la ayuda de Hashem, y con la inspiración de los tzadikim, podemos convertir cada oscuridad en luz, y cada obstáculo en un escalón hacia una conexión más profunda con Hashem.

El poder de un tornillo...y de la fuerza de voluntad



Durante los meses de invierno, el Rebe Rashab solía viajar a diferentes centros de salud. Uno de sus destinos era Wiesbaden, Alemania. Un año, estando allí, entró a una fábrica y observó cómo los trabajadores colocaban enormes trozos de madera en una máquina, y de ella salían productos de madera terminados.

Ya sea cuando se iba ese año, o cuando volvió en otro año, volvió a visitar la fábrica. Sin embargo, al llegar al edificio, notó que estaba clausurado, completamente cerrado.

Preguntó a alguien por qué la fábrica estaba cerrada, y le respondieron que un día, en plena producción, un tornillo o perno dentro de la maquinaria se rompió, y no solo el metal de la máquina se hizo pedazos, sino que su explosión destruyó también los productos terminados. Así que no quedó nada para vender.

El Rebe Rashab comentó: "Un tornillo puede transformar un tosco pedazo de madera en algo hermoso y útil. Y cuando ese tornillo o perno falta, incluso un producto terminado puede arruinarse y destruirse."

El Frierdiker Rebe estaba allí con su padre, o cuando su padre le repitió esto, preguntó: "¿Y qué representa ese tornillo/perno en avoide (el servicio a Hashem) de un yehudí?

El Rebe Rashab respondió: "Eso es el “RATZÓN / LA FUERZA DE VOLUNTAD”

Cuando una persona tiene fuerza de voluntad, incluso si su mente es inferior al promedio, su hasmode (constancia) y diligencia pueden convertirlo en alguien con un conocimiento tremendo, capaz de beneficiar a los demás.

Pero si le falta esa voluntad, entonces, incluso si fue bendecido con una cabeza maravillosa, si no se esfuerza, puede perder todo lo que tiene.

Fuente: por el Rabino Sholom DovBer Avtzon.

"Hay quienes adquieren su Olam Habá con una sóla página"

Un joven americano había descubierto su gloriosa herencia [como Yehudi] y decidió llevarla a a la práctica, volviéndose un Baal Teshuvá pleno. Comenzó a estudiar Torá y a cumplir las Mitzvot con entusiasmo. Incluso cuando regresaba a la casa de sus padres, continuaba allí con sus estudios, con profunda dedicación.
Su padre, ya mayor, estaba muy distanciado del judaísmo tradicional y no entendía de qué se trataba todo eso. En ese tiempo ya se había jubilado, y pasaba sus días deambulando por la casa sin mucho que hacer. Observando a su hijo absorto en el estudio de Guemará, el padre quedó impresionado. La vida de su hijo parecía tan plena, tan rica en contenido y valores. Finalmente, un día se le acercó y le dijo:
—Enséñame una página de lo que estás estudiando.
—Será muy difícil para ti —le respondió el hijo con sinceridad—. Para entender la Guemará, primero hay que saber hebreo, y ni siquiera sabes el Alef-Bet. Además, hay un segundo idioma: el arameo.

Pero el padre estaba decidido. A pesar de todos los obstáculos, le pidió a su hijo que le enseñara al menos una página del Talmud. El hijo accedió y comenzaron a estudiar juntos. Sin embargo, como la visita era breve y esporádica, sólo podían avanzar durante sus encuentros ocasionales. Así, les llevó todo un año completar el Daf, esa única página.
Cuando por fin la terminaron, el padre exclamó con alegría:
—¡Quiero hacer una fiesta! ¡He terminado de estudiar una página entera del Talmud!

—Existe la costumbre de celebrar un Sium, una fiesta, al completar un tratado entero del Talmud —le explicó el hijo—, pero no por una sola página...
Pero el padre no cedió. Insistía en hacer su fiesta.

Sin saber qué hacer, el hijo acudió al Rabino Moshe Fainstein para consultarle si se podía llevar a cabo un Sium por una sola página de Talmud.

—Haz el Siyum —dictaminó el Rab Fainstein—. Y añadió con una sonrisa: ¡Avísame cuándo será! ¡Quiero participar en esa alegre ocasión!

Y así fue que se realizó un Sium por una única página del Talmud, estudiada con esfuerzo y devoción por un hombre junto a su hijo durante un año entero. Rab Fainstein asistió de hecho a la celebración y colmó de elogios al anciano padre, quien no dejó que ninguna dificultad se interpusiera en su camino para alcanzar su meta.

A la mañana siguiente, el anciano no despertó de su sueño. Había fallecido durante la noche, con lo que se conoce como מיתת נשיקה “el beso de Di-s”. Rab Fainstein también asistió a su funeral, y en el Hesped —el discurso fúnebre — declaró:
—El Talmud relata que hay quienes adquieren su Olam Habá [Mundo Venidero] en una sola hora. Hoy hemos visto que hay quienes adquieren su Olam Habá con una sola página.



[Adaptado por Ierajmiel Tilles de "Stories my Grandfather told me" (Mesorah), por Zev Greenwald.]
©JasidiNews 

¿Qué pasa con el Ahavat Israel?! - La pregunta del Rebe al Shliaj y Jasid Reb Sh. D. Raichik

Reb Shmuel Dovid Raichik fue un shadar (emisario) del Rebe y el primer Sheliaj en la Costa Oeste de EEUU. Fue un jasid inolvidable, viviendo en un plano superior, mientras dedicó su vida a las campañas (Mivtzoim) del Rebe. Fue un ejemplo viviente de una persona con cualidades refinadas y una naturaleza pura y sutil.
Reb Shmuel Dovid tenía un amigo con quien había estudiado en Tomjei Tmimim en Otvotzk. Mientras Reb Shmuel Dovid fue enviado a California, este colega terminó viviendo en otra ciudad del Medio Oeste de EEUU.
En algún momento, ese otro judío experimentó dificultades con su sustento y consideró mudarse a California. Sabía que tenía un viejo amigo y colega allí, y esperaba que Reb Shmuel Dovid lo podría ayudar con ciertos aspectos de su reubicación y además ayudarlo a establecer conexiones a fin de establecer un negocio allí.
Lo que sucedió, desafortunadamente, fue que Reb Shmuel Dovid no tuvo éxito en satisfacer las solicitudes de su amigo. Sin duda, hizo su mejor esfuerzo, pero simplemente no funcionó. El amigo se sintió decepcionado y decidió echarle la culpa ante su situación al Rabino Raichik. Se lo tomó como algo personal y se distanció de él. Cualquier acercamiento por parte de Reb Shmuel Dovid fue rechazado.
Reb Shmuel Dovid no veía ninguna forma de forzar al otro a ser su amigo, por lo que se alejaron. No es que el Rabino Raichik tuviera algo en contra de su amigo, jas vejalila, [el que lo conoció a Reb Shmuel Raichik sabe que no tenía ni un mínimo hueso vengativo en su cuerpo,] pero con su amigo eligiendo rechazarlo, no veía que hubiera algo más que pudiera hacer.
Pasaron los años, sin que asistieran a las Simjes (celebraciones) uno del otro, ni tuvieran nada que ver entre sí.

Una vez, Reb Shmuel Dovid recibe una llamada del Rabino Jodakov. "El Rebe quiere saber qué está pasando con tal persona", dijo el Rabino Jodakov, preguntando por el bienestar de ese mismo amigo.

Reb Shmuel Dovid se sorprendió por la pregunta. Explicó que no ha habido contacto entre ellos durante años. "No tengo nada en contra de él, jas vejalila", explicó, "pero él está actuando 'beroiguez' (resentimiento) contra mí y no permite ninguna relación".

El Rabino Jodakov escuchó su explicación y terminó la llamada. Poco después, el Rabino Jodakov lo llamó de nuevo, diciendo: "El Rebe preguntó: 'Ober voz tut zij mit Ahavas Isroel?!' - ¿¡Pero qué pasa con el Ahavat Israel!?'"
No hace falta decir que el Rabino Raichik inmediatamente puso toda su energía en renovar la relación, sin importar cualquier reacción negativa. Por esa época, estaba casando a un hijo, y envió a dos de sus hijos a invitarlo personalmente a este amigo a la celebración y pedirle que participara. Poco a poco, los esfuerzos incansables del Rabino Raichik fueron efectivos, y la conexión se renovó y continuó hasta el fallecimiento del Rabino Raichik.

*
Reflexión:

Cuando lo piensas, la exigencia del Rebe a Reb Shmuel Dovid fue algo realmente notable. Después de todo, Reb Shmuel Dovid no tenía nada en contra de este individuo; no era una persona que pudiera guardar rencor. Los sentimientos negativos eran completamente unilaterales: realmente no había nada que él pudiera haber hecho al respecto.
Pero el Rebe no aceptó esa explicación. El no ser más proactivo, no tomar más iniciativa por su cuenta para reparar la relación (hasta el punto de estar al tanto de lo que sucede en la vida del otro), era una falla, una falta de Ahavat Israel. El Rebe no aceptó la excusa o defensa de que esto fue causado por la otra parte.

Lo que todos tenemos en común, sin embargo, con la historia, es que todos tenemos explicaciones y excusas para nuestro comportamiento. Y para nosotros, es probable que suenen tan aceptables como el razonamiento de Reb Shmuel Dovid suena para cualquiera: no es nuestra culpa; la otra persona es responsable y la otra persona tiene la culpa.
Pero así como en la historia el Rebe se negó a aceptar el razonamiento de Reb Shmuel Dovid, también podemos estar bastante seguros de que no atribuiría ninguna legitimidad a nuestras razones. Por lo tanto, deberíamos prestarle un poco más de atención a ellas nosotros mismos:
¿Por qué, en general, quedamos molestos con las personas? En su mayoría, porque ellos, de una forma u otra, nos han hecho algún daño. Este me humilló, este me engañó, este me socavó, y el otro me miró de una manera medio fea. Hay numerosas quejas reales o imaginarias que creemos que nos han hecho.
Pero, supongamos que tengo razón. Que el comportamiento de la otra persona es el incorrecto, y que tengo una queja legítima contra él o ella. Entonces, alguien realmente me hizo daño. ¿Por qué eso me molesta? ¿Acaso no creo que el Oibershter (Dios) dirige el mundo? ¿Acaso tengo mis dudas, j"v, sobre lo que el Alter Rebe escribe en el Tania que "Al hanizak kvar nigzar min hashamaim" — que lo que me sucedió fue indudablemente predestinado?

[Se cuenta el cuento de un judío que pasó su vida haciendo lo correcto y sirviendo a Hashem con un corazón completo. A medida que envejecía, se dio cuenta de que su fin estaba cerca. Antes de morir, pidió a la Jebre Kadisha que le trajeran un crucifijo. Para su sorpresa, comenzó a besarlo y rezarle...
Ante su pregunta, explicó: "Ahora estoy al final del viaje, y me estoy acercando al próximo mundo. ¿Y si llego allí y descubro que, después de todo, los cristianos tenían razón? ¡Necesito cubrirme por las dudas!🤦‍♂️"]

Estudiamos jasidut, rezamos, cubrimos nuestros ojos y declaramos inequívocamente que Hashem Elokeinu Hashem Ejad. Sabemos, por supuesto, que "Ein od milvado", que Hashem dirige el mundo, y que nada sucede sin Su orquestación. Lo aprendemos en las Sijot, lo repetimos en los Maamarim. Y, en cierto nivel, realmente creemos que ese es el caso.
Hasta que se trata de mi existencia. Hasta que algo sobre lo que alguien más dijo o hizo es insultante o una ofensa para mí. Entonces, de repente, nos volvemos como el tipo de la historia. Tal vez no es realmente el Oibishter, j"v. Tal vez fueron las acciones de esa persona, las que me arruinaron, las que arruinaron mi trabajo o mi familia o mi shiduj o mi cholent. Y, si ese es realmente el caso, entonces es justo que me enoje con él (al menos por el futuro previsible).

Y el Rebe escucha nuestras quejas y razonamientos, y nos pregunta con firmeza:
'Ober voz tut zij mit Ahavas Isroel?!'
 "¿¡Pero qué pasa con el Ahavat Israel!?"
Nada de esto es novedoso para ninguno de nosotros. Todos conocemos muy bien todas estas ideas y conceptos, y realmente creemos [en ellos]. Pero, de alguna manera, nuestra conducta, especialmente cuando se trata de Ahavat Israel, desmiente nuestra creencia y fe básicas. Sin embargo, a veces, depende de nosotros reevaluar nuestro comportamiento, nuestro bein adam lajavero, y determinar si realmente refleja nuestra filosofía de vida y nuestra fe en Hashem.

Redediquémonos al estudio de Jasidus y a vivir con una palabra de Jasidus, adaptar la mentalidad de Jasidut como nuestra propia mentalidad, y que eso sea lo que maneje nuestra relación con nuestros semejantes, así como nuestra relación con el
Oibershter. Y que el Ahavat Israel y la unidad de Israel sirvan como la preparación adecuada para la llegada del Mashíaj y la nueva Torá que él nos enseñará.


Fuente: Rav Akiva Wagner (Anash.org)