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jueves, 16 de febrero de 2023

La sonrisa de oreja a oreja

La Dra. Jan Jacobson Sokolovsky es una abogada que actualmente vive en Jerusalem. Fue entrevistada para My Encounter de JEM en su casa en octubre del 2018.



En 1966, di a luz a Danny, el menor de mis tres hijos. A medida que crecía, a diferencia de sus hermanos, no se largaba a hablar. Cuando le pregunté al pediatra: "¿Por qué Danny no habla todavía?" Me dijeron que podría tener un problema de audición. Luego de algunas pruebas, el pediatra confirmó que, efectivamente, Danny tenía un problema auditivo severo.

A los dieciocho meses de edad, le colocaron un audífono. En aquellos días, eso significaba usar un arnés que transportaba un equipo que funcionaba con baterías y que estaba conectado por cables a los botones en sus oídos. No era un artefacto muy agradable, por así decirlo. Danny era un niño muy activo y era una batalla constante evitar que se sacara este armatoste y lo tirara al suelo. Eventualmente, sin embargo, entendió que este voluminoso aparato lo ayudaba a comunicarse con sus amigos.

Para que quede claro, de ninguna manera éramos ajenos a los problemas que enfrentan los niños con discapacidad auditiva. Nuestro hijo mayor, Barry, había comenzado a perder la audición cuando tenía cuatro años y continuó deteriorándose hasta los siete. Pero Barry ya había aprendido a hablar bastante bien antes de perder la audición. Danny tendría que aprender a hablar después de haber perdido la audición, un desafío abrumador para un pequeño niño.

En el verano de 1967, nos mudamos a Skokie, Illinois, para que Barry, nuestro hijo mayor, pudiera comenzar el primer grado en el Jewish School (una escuela judía) allí, y Danny pudiera inscribirse en un programa de educación especial en la Northwestern University que tenía una gran centro para niños pequeños con problemas auditivos.

En aquel entonces, había una enorme discrepancia entre los educadores acerca de si los niños con discapacidad auditiva debían aprender a comunicarse con el lenguaje de señas o si se les debía enseñar a hablar. La Northwestern University estaba del lado de tratar de enseñarles a hablar, por lo que este es el tipo de terapia que recibió Danny hasta los tres años, cuando se inscribió en un programa de guardería de educación especial en nuestro distrito escolar local.

Poco después de mudarnos a Skokie, conocimos al rabino Shlomo Zalman Hejt , el Sheliaj del Rebe en Chicago. Aunque no era el rabino de nuestra sinagoga, mi esposo, el Dr. Myron Jacobson y yo eventualmente desarrollamos una relación muy cercana con él.

Cuando era casi el momento que Danny ingresara a primer grado, le contamos al rabino Hejt que planeábamos mantenerlo en el sistema de la escuela pública, que tenía un excelente programa para personas con discapacidad auditiva. Creíamos que Danny no podría tener éxito en un Jewish School (escuela judía) donde también tendría que aprender hebreo; temíamos que un programa bilingüe sería demasiado para él.

El rabino Hejt no estaba seguro de que estuviéramos tomando la decisión correcta. “Este es un problema demasiado serio para que lo decidan por vuestra cuenta”, nos dijo. “Tienen que preguntarle al Rebe.”

Nunca habíamos conocido al Rebe, pero el rabino Hejt organizó una audiencia, que tuvo lugar a fines de la primavera de 1972.

Le explicamos nuestros planes e intenciones respecto a Danny: queríamos mantenerlo en un programa de educación especial en la escuela pública y contratar a un tutor privado para que pudiera aprender hebreo a su propio ritmo, y le preguntamos al Rebe qué pensaba del plan.

“No creo que la escuela pública sea buena para Danny”, respondió. “No puedes saber lo que le pasará allí. Un niño judío debe ser educado en un ambiente judío.”

“¿Qué sugiere el Rebe?” Yo le pregunté.

Y aquí es donde el Rebe nos sorprendió al hacer una sugerencia completamente original.

"Dime", me dijo. “¿Quién es la maestra de Danny en la escuela pública? ¿Es judía?

Confirmamos que su maestra era una mujer judía, que era una maestra maravillosa.

"¿Qué tal", propuso el Rebe, "si en lugar de enviarlo a la escuela pública con un tutor en hebreo, lo envías a la escuela judía donde van sus hermanos, y le pides a esta maestra que le enseñe en inglés?"

Nos pintó un cuadro vívido: “Consideren cómo se sentirá Danny el primer día de clases cuando vea a sus hermanos subirse al autobús escolar de camino a la escuela judía, mientras él se dirige a un lugar completamente diferente. ¿Cómo lo hará sentir eso?"

Entendimos el punto y estuvimos de acuerdo. Pensamos que era brillante; de ​​hecho, estábamos literalmente abrumados por la ingenuidad de su consejo.

El Rebe entendió que si Danny iba a la escuela pública, podría recibir una buena educación, pero constantemente recordaría lo diferente que era de sus hermanos. Y además, nos explicó el Rebe, no estaría en la atmósfera de una escuela judía.

El Rebe entendió a Danny mejor que nadie, por lo que sugirió invertir nuestro plan: en lugar de una escuela pública con un tutor de hebreo, hagamos una escuela hebrea con un tutor de inglés.

Habíamos subestimado las capacidades de Danny, pero el Rebe no tenía dudas sobre su potencial. Era como si el Rebe se pusiera en la cabeza de Danny y supiera que un programa bilingüe no sería abrumador para un niño tan inteligente.

La idea nos encantó y estábamos ansiosos por probarla. Cuando nos estábamos yendo, el Rebe agregó: “Si, en el futuro, surge la posibilidad de una operación, Danny debería someterse a ella”, y nos bendijo para que tuviera éxito.

Aparentemente, el Rebe sabía que había una operación disponible para la condición de Danny, pero en ese momento y durante varios años después, era muy riesgoso. Esta cirugía involucraba un implante coclear, lo que significaba perforar un agujero en la cabeza y luego en la oreja. No siempre funcionaba y, cuando no funcionaba, empeoraba aún más las cosas, por lo que no era algo para tomarse a la ligera. Pero cuando era exitosa, le daba a la persona con discapacidad auditiva severa la oportunidad de escuchar de verdad. Así que mantuvimos esta posibilidad en nuestras mentes, a la distancia, sabiendo que, cuando fuera el momento adecuado, tendríamos la bendición del Rebe para seguir adelante.

Cuando regresamos a casa, fuimos a hablar con la maestra, quien accedió inmediatamente al plan del Rebe, a pesar de que nunca antes había dado clases particulares (ni lo ha hecho desde entonces). Y lo enviamos a la escuela judía como sugirió el Rebe.

Tengo una foto de Danny subiendo al autobús junto con sus hermanos el primer día de clases. Tiene su lonchera y me mira con una sonrisa de oreja a oreja. Creo que es la mejor foto de Danny que he tomado.

Nunca se nos hubiera ocurrido esta idea por nuestra cuenta. Y por supuesto la maestra nunca hubiera pensado algo así. Nadie lo hubiera hecho. Pero allí estaba, frente a nuestros ojos.

La maestra resultó ser un regalo del cielo. Venía a nuestra casa varias veces a la semana después de la escuela y le enseñaba inglés y las diversas materias a Danny .

Danny tuvo éxito en sus estudios y efectivamente se benefició de la atmósfera judía de la escuela, tal como lo había predicho el Rebe. Luego se graduó de la Yeshiva University y luego viajó a Israel.
Finalmente, se nos informó que la operación, que inicialmente era altamente experimental, se había vuelto estándar y conllevaba mucho menos riesgo.

Entonces, en el 2005, Danny recibió un implante coclear, que fue un gran éxito. Mientras conducíamos a casa desde el Hospital Hadassah después de la operación, Danny comentó que podía escuchar la música de la radio del automóvil y me preguntó si el tictac que escuchaba era un tambor. Era sólo la señal de giro. Ni siquiera sabía que existiera tal sonido.

A menudo me ponía a llorar al ver a Danny descubrir un mundo de sonido totalmente nuevo. Más adelante me dijo que la primera semana después de la operación fue una de las más felices de su vida. Escuchó la puerta abriéndose cuando alguien entró; ya no tenía por qué sorprenderse de ver a la gente aparecerse de repente frente a él. Oyó caer monedas. Los pájaros cantaban por primera vez y los perros ladraban.

“Nunca podría haber escuchado nada de esto sin la operación”, me dijo. “Pero siempre supe que algún día podría escuchar. Tenía la Brajá del Rebe esperando en mi bolsillo.”

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