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jueves, 28 de diciembre de 2017

Maise: La llama está ardiendo brillantemente


Por R' Sh. Avtzon

Después de servir en Tzahal (las Fuerzas de Defensa de Israel), muchos soldados, que Hashem los proteja, deciden recorrer varias partes del mundo, y el protagonista de nuestra historia era uno de ellos.

Creció en una comunidad secular en Naaveh Ilan en Eretz Israel, y después de completar su servicio obligatorio, sintió que necesitaba un descanso. Entonces, después de pensarlo un poco, decidió encontrarse con sus familiares en San Diego, California. Sabía que está junto al Océano Pacífico y le gustaba las actividades acuáticas. Entonces, sin siquiera avisarles, un día soleado apareció junto a su puerta.

Después de superar su conmoción inicial, lo invitaron a cenar y durante toda la comida le preguntaron sobre la familia, su turno de servicio y otros temas de interés. Luego le preguntaron cuáles eran sus planes y él respondió: "Quiero pasar un tiempo en el sur de California y pensé que podría quedarme con ustedes".

Ellos le respondieron, "mientras que será un placer invitarte a comer, sin embargo, lamentamos informarte que no hay habitaciones adicionales en nuestra casa. No hay forma de que podamos acomodarte una habitación para dormir, ni siquiera por un corto período de tiempo."

Al darse cuenta de que, aunque había traído algo de dinero con él, este estaba destinado a sus excursiones y gastos similares, pero no esperaba pagar alojamiento y comida. Así que después de un tiempo le sugirieron, ponte tu uniforme y andá al centro de Jabad, tal vez tengan un espacio para acomodarte. Sabemos que algunos estudiantes judíos de la Universidad, se alojan allí.

Así que se fue al Beit Jabad y, para su deleite y sorpresa, le respondieron que podía quedarse como nuestro invitado. Lo único que pedimos es que, mientras te quedes, debes participar en los servicios de la mañana y obviamente ponerte los Tefilin los días de semana y no profanar el Shabat.

Para él, este era un pequeño precio a pagar, no se están entrometiendo en su vida ni le planteaban exigencias extravagantes, su único pedido era, simplemente, ser respetuoso con su anfitrión. No fumará un cigarrillo en la sinagoga el sábado, pero continuará haciéndolo, en la privacidad de su habitación o mientras pasee por las calles.

Este arreglo continuó durante unos meses, y durante ese tiempo se hizo amigo de un joven californiano que también se tomaba un tiempo libre. Un domingo decidieron cruzar la frontera y visitar el pueblo mexicano de Tijuana. Se quedaron allí toda la semana y el viernes por la mañana decidieron que era hora de regresar.

Sin embargo, para su sorpresa, en la frontera se le negó el re-ingreso en los Estados Unidos. Su visa era para una visita única, y al dejar los Estados Unidos, la visa ya no era válida. Le suplicó al guardia de inmigración que le quedaban otros pocos meses en su visa, pero fue en vano.

Luego le dijo, "la razón por la que decidí regresar hoy es porque observo el Shabat y no hay forma de cuidar Shabat en Tijuana. No puedo quedarme en México, debo volver al lugar donde me estaba quedando." El guardia fronterizo desestimó sus palabras y súplicas y lo dirigió a una habitación, a esperar su destino.

Tan pronto como el guardia salió de la habitación, otro agente se le acercó y le dijo: "Yo también soy judío. Y aunque no soy observante del Shabat, respeto a un judío que sí lo es. Así que, aunque definitivamente seré reprendido y castigado por ayudarte, y puede que me despidan de mi trabajo, me iré por la puerta trasera y dejaré la puerta entreabierta. Y tú haz lo que tengas que hacer".

Fiel a sus palabras, la puerta quedó entreabierta y este joven corrió al otro lado de la frontera.

Esa noche, estando sólo en su habitación del Beit Jabad, estiró su mano para sacar un cigarrillo de la mesa. Pero luego su conciencia lo detuvo, "el guardia en la frontera puso su trabajo en riesgo, para que puedas mantener la santidad del Shabat y ahora vas a profanarlo y fumar?! Tan bajo te rebajarás. Harás que una persona pierda todo lo que tiene, para que puedas tener este pequeño disfrute y relajación? ¡Qué verguenza!"

Con estos pensamientos persistiendo en su mente, a lo largo de las siguientes veinticuatro horas, sobrevivió ese Shabat sin un cigarrillo, y luego decidió honrar a su benefactor convirtiéndose realmente en un Shomer Shabat.

A su regreso a Eretz Israel, la familia se dio cuenta de que había tenido algún tipo de transformación y se dieron cuenta de que no sólo estaba observando Shabat, sino que se estaba volviendo completamente observante. Hoy, él es el esposo y padre de una hermosa familia observante.

Sí, la llama de un Shabat continúa ardiendo por el resto de su vida, l'arijut yamim v'shanim tovim.


Esta historia fue relatada por el rabino Mendel Groner de Kiriat Gat, quien conoce personalmente al individuo.

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