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lunes, 30 de junio de 2025

El Mashal de la miel y el oso de Reb Mendel Futerfas

Shabat Mebarjim Jodesh Tamuz - Farbrenguen preparación para Guimel Tamuz

Esto ocurrió en aquellos días confusos, después del 3 de Tamuz de 5754 (1994). Los jasidim estaban desorientados, sin saber bien cómo proceder. Comenzaban a abrirse distintas opiniones, diferentes caminos, y muchos se preguntaban cuál era la forma correcta de actuar en una situación tan nueva y difícil.

También los jasidim que vivían en Londres, Inglaterra, buscaban orientación. Buscaban respuestas. Buscaban aliento, fuerza y claridad. En medio de esta confusión, consideraron correcto acercarse a Reb Mendel Futerfas, para escuchar un consejo: ¿hacia dónde se va en una época tan difícil?

Como era su costumbre, Reb Mendel respondió con un Mashal:

Los habitantes de un pequeño y apartado pueblo vivían de la producción de miel, que luego vendían en las grandes ciudades cercanas. Pero los aldeanos enfrentaban un problema constante: después de semanas y meses de trabajo recolectando la miel de las colmenas y vertiéndola en un gran barril para el envío, cada noche llegaban osos hambrientos y devoraban toda la miel… sin el menor remordimiento por el esfuerzo de los pobres campesinos.

Cada día los aldeanos intentaban una nueva estrategia para evitar que los osos accedieran a la miel. Pero el deseo de los osos siempre superaba la astucia de los campesinos, y al llegar la mañana, el barril aparecía vacío. Finalmente, una mañana, desesperados, reunieron a los sabios del pueblo para idear un plan que los ayudara a vencer al poderoso oso.

Tras una larga noche de reflexión, los sabios idearon una solución especial: colocar el barril de miel en lo alto de un árbol. “¿Y qué?”, decían algunos. “¡Eso ya se intentó antes! ¡Los osos saben trepar árboles!”. Pero esta vez era diferente. Habían ideado una rama fuerte y flexible que, cada vez que el oso intentara trepar, lo golpearía. Si volvía a intentarlo, la rama lo azotaría una y otra vez.

Esa noche, los sabios se escondieron a cierta distancia para observar si su invento funcionaba. Lo que vieron fue asombroso: el oso olió la miel, se acercó al árbol tambaleándose y comenzó a trepar. Pero apenas apoyó una pata sobre la rama, esta le dio un fuerte golpe directamente en su cara peluda. El oso, enfurecido, bajó del árbol y comenzó a pelear con la rama descarada. Y como los sabios habían previsto, la rama, diseñada como un boomerang lo golpeó otra vez. El oso, más furioso aún, redobló su fuerza contra la rama… y recibió otro golpe más fuerte. Así, una y otra vez, hasta que el oso olvidó por completo su deseo por la miel, y concentró todas sus fuerzas en una guerra contra la rama. Pero la rama era más fuerte que él, y finalmente el oso cayó vencido al suelo.

—Exactamente así está ocurriendo ahora —explicó Reb Mendel—.
El Rebe ya nos dio la miel: la noticia de la Gueulá. Pero la Sitra Ajará —el lado de la impureza— sabe que si llegamos a saborear esa miel, si empezamos a vivir con el anuncio de la redención, a mirar el mundo con “los lentes del Rebe”, entonces se le terminó el juego. No tiene más lugar. Por eso, la Sitra Ajará trae una "rama" insolente, molesta, que nos distrae —es decir, toda esa oposición, abierta o disimulada, que surge frente a la difusión del mensaje de la Gueulá y frente al entusiasmo con que se vive el tema del Mashíaj, y el Majloket en general—.
Esa rama nos irrita, nos provoca, nos hace despertar nuestra Midat hanétzaj (la cualidad de la obstinación): nos enojamos, reaccionamos, discutimos… y sin darnos cuenta, ya nos olvidamos de la miel.

Para poder llegar a la miel, hay que dejar el ego de lado. Hay que anularse por completo ante la voluntad superior, sin creerse “algo”. Solo así podemos cumplir la misión y alcanzar la miel, sin caer agotados “en la vejez”, debilitados por tanto ruido, por peleas y políticas innecesarias con la dichosa rama.

¡Querido josid! ¡Ya pasaron 33 años desde que la miel espera allá arriba en el árbol! No hay otra opción. Hay que tragarse el ego, dejar de pelear con la rama, no debatir con ella ni buscar formas de frustrarla o demostrarle que está equivocada. Hay que seguir adelante con las palabras del Rebe. Trabajar con entrega. No permitir que la obstinación nos arrastre a la batalla equivocada.

Centrémonos en la misión que nos dio nuestro Rebe:
“Un kukt nisht oif di zayten” — “No se mira a los costados”,
aunque esos costados nos provoquen y nos toquen justo en los puntos más sensibles de nuestro “yo”.

Dejemos esa obstinación para el Rey Mashíaj, que “vencerá a todas las naciones que lo rodean”, y que ya comenzó a mostrarse ese sabor en algunos aspectos concretos.

Y mientras tanto… nosotros llegaremos a la miel. Y venceremos al Galut.

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