El Saraf de Strelisk, זצ"ל, era conocido por sus Tefilot ardientes y entusiastas. Cuando rezaba, gritaba con fuerza y pasión.
Una vez, un huésped procedente de Alemania (un 'Yeke') se alojó en la casa del Rebe. En su ciudad natal, la costumbre era rezar en voz baja y con solemnidad.
Cuando la Rebetzn le preguntó qué le había parecido Strelisk, él respondió:
—Todo me parece muy bien, salvo por un detalle que no logro comprender. ¿Por qué el Rebe grita y hace tanto ruido en el Davenen? ¿Por qué no puede quedarse quieto y rezar en silencio?
La Rebetzn le contestó:
—Su corazón arde dentro suyo, y eso lo lleva a exclamar y gritar.
El huésped replicó:
—Mi corazón también arde por dentro, pero igual rezo en silencio.
La Rebetzn sostuvo su postura: cuando alguien tiene un fuego ardiendo en su interior, es natural que grite. Si no lo hace, es señal de que su corazón está frío. Pero el huésped no lo aceptó. Insistía en que él también posee esa pasión interna, y aun así lograba mantener la compostura. Viendo que no llegarían a un acuerdo, la Rebetzn dejó la discusión allí.
El viernes por la tarde, el huésped le entregó su billetera a la Rebetzn y le pidió que la guardara en un lugar seguro.
Apenas terminó Shabat y y luego de la Havdalá, vino a pedirle que le devolviera el dinero, pero ella actuó como si no supiera nada.
—¿Qué dinero? —le dijo—. No me diste nada.
Por supuesto, el hombre protestó, asegurando que sí le había entregado su billetera antes de Shabat, pero ella continuó diciéndole que debía estar equivocado, que no tenía ningún dinero. Finalmente, el hombre perdió la paciencia y comenzó a gritarle:
—¿¡Por qué me haces esto!?
Entonces ella le dijo:
—¿Por qué gritas? ¿Por qué no hablas con calma y en voz baja?
Él respondió:
—¡Porque me sacaste de quicio! No puedo hablar tranquilo cuando estoy así de alterado, ardiendo de rabia.
Ella entonces le dijo:
—¿Te das cuenta de lo que acabas de decir? Acabas de admitir que cuando uno tiene fuego ardiendo dentro, no puede quedarse callado y tranquilo. Mi esposo grita cuando reza porque en ese momento está en llamas. Y vos gritas por dinero… porque eso es lo que a vos te enciende.
Y con eso, le devolvió su billetera, habiéndole enseñado una lección muy valiosa.
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