Reb Yom Tov Ehrlij, un jasid Karliner, fue un renombrado músico jasídico, compositor, letrista y artista discográfico, conocido especialmente por sus álbumes de música en idish.
Nacido en 1914, en el año 1950 todavía no estaba casado y seguía teniendo dificultades para encontrar shiduj (su pareja).
Ese año, alguien le sugirió que fuera al Rebe de Lubavitch en busca de consejo. “¿Para qué?”, respondió, “el Rebe falleció recientemente [refiriéndose al Rebe Anterior]; ¿cómo se supone que voy a hablar con él?”
Le sugirieron que fuera en su lugar al yerno del Rebe, Rabí Menajem Mendel Schneerson (conocido entonces por el acrónimo de su nombre, Ramash, pues todavía no había aceptado formalmente la responsabilidad de ser el séptimo Rebe, aunque muchos ya se relacionaban con él de esa manera).
Él llegó, golpeó la puerta de la oficina del Ramash y entró—como era la costumbre en ese momento en 5710 [1950], cuando todavía no había tantas personas buscando al nuevo y reciente Rebe — y le explicó su problema. “Rebe, me estoy haciendo grande, pasa el tiempo pero no logro encontrar esposa, aunque muchas personas han intentado ayudarme. ¿Qué debo hacer?”
El Ramash escuchó atentamente. Luego le dijo: “Bai unz, der minheg is tzu shraib di bakosho in a Tzetl" Entre nosotros la costumbre es escribir el pedido, [plasmarlo en tinta sobre papel]. Deme una lapicera, y yo se lo escribiré.”
Reb Yom Tev palpó su saco, buscó en todos los bolsillos de sus pantalones y revisó el bolsillo de su camisa. No tenía consigo una birome, aunque pensaba que quizá había traído una.
“No hay problema,” dijo el Rebe con una sonrisa. “Simplemente salga afuera, pídale a alguien una y luego regrese, y yo escribiré la bakosho.”
Así que Reb Yom Tev fue al Zal [el Shul principal], miró alrededor y le pidió a una persona que parecía adecuada una lapicera. Luego regresó al Rebe, quien escribió el Tzetl y le devolvió la lapicera.
Reb Yom Tov volvió entonces al Shul y le devolvió la lapicera a su dueño. Pero éste—un anciano de Polonia—no lo dejó ahí. Tenía bastante curiosidad. Habiendo notado que Reb Yom Tov venía de la oficina del Rebe, le preguntó: “¿Qué pasó ahí dentro? ¿Por qué necesitaste pedirme prestada una lapicera?”
Reb Yom Tov le respondió: “Estuve en lo del Rebe, y allí no había lapicera, así que te pedí una prestada.”
El hombre se mostró confundido. Sus cejas se alzaron con asombro. “El Ramash está sentado escribiendo pensamientos de Torá, comentarios y respuestas a cartas durante todo el día. ¿Cómo es posible que no tenga una lapicera? ¡Algo más profundo debe estar pasando! ¿Qué le pediste?”
Aunque sintiéndose un poco avergonzado, Reb Yom Tov compartió su dificultad: ya tenía 36 años, pero seguía experimentando grandes problemas para encontrar una pareja apropiada.
De pronto la expresión del anciano cambió. Sus ojos se iluminaron con reconocimiento, como si piezas de un rompecabezas se acomodaran delante de sus propios ojos. Lentamente dijo: “Quizá todo este asunto de la lapicera no fue solo una coincidencia—¡creo que el Rebe sabía exactamente lo que estaba haciendo! Yo tengo mi hija mayor soltera, y también he estado luchándola bastante para encontrarle pareja. Ya vengo bastante preocupado desde hace tiempo. ¡Seguramente este Shiduj es precisamente lo que el Rebe tenía en mente!”
Y, efectivamente, Reb Yom Tov Ehrlij terminó casándose con Jana, la hija de este hombre.
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Fuente: Yerajmiel Tilles. Contado por Reb Sholom Dov-Ber Gurkow, Rosh Yeshivá de la Yeshivá Beis Shalom en Postville, Iowa, quien también atestiguó que Rab Shalom-Leib Eisenbaj de Montreal viajó especialmente a Williamsburg para preguntarle a la familia, y ellos confirmaron la historia.
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Una de las enseñanzas que se pueden aprender de esta historia:
Una y otra vez vemos que el mejor casamentero no siempre es un shadjan profesional o una aplicación de citas, sino la Hashgaja Pratit.
A veces, cuando algo aparentemente “falta” o no sale como planeamos —como la lapicera que no tenía — en realidad es parte exacta de la guía de Hashem para conducirnos al lugar y momento precisos donde debemos estar.
En Jabad se enseña que no hay detalle que sea casualidad: incluso la falta de una simple lapicera es Hashgajá Pratit exacta, diseñada para unir dos almas que desde la creación fueron destinadas una para la otra; el Rebe actúa como canal de esta unión, aun sin palabras explícitas
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