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domingo, 31 de agosto de 2025

La señora que rezaba las Brajot del "Sidur Im Daj"

El jasid Reb Dovid Leib Jen ע"ה contó el siguiente relato:

Uno de los jsidim distinguidos, en su camino a Lubavitch, se detuvo en una posada para recuperar fuerzas antes de continuar el viaje. Allí vio a una señora anciana judía rezando de un Sidur muy especial que había sido impreso por el Míteler Rebe: el famoso “Sidur Im Daj”, un sidur rodeado de explicaciones y Maamarim jasídicos en sus márgenes.

En aquellos años, aquel Sidur era algo muy raro y valioso. El josid se acercó entonces a la anciana y le pidió que le dé ese viejo Sidur; a cambio, él le obsequiaría un Sidur nuevo, con letras grandes y claras. Pero la mujer no aceptó de ninguna manera.

El jasid insistió, ofreciéndole además una buena suma de dinero junto con el Sidur nuevo, pero tampoco eso sirvió de nada.

El josid no comprendía la obstinación de la mujer: ciertamente ella no entendía los profundos discursos jasídicos que rodeaban el texto.
Finalmente, la anciana se dirigió a él y le explicó:
—Es que no entiendes: Si rezo todas las mañanas con un Sidur común, con el uso constante el Sidur se va gastando, los bordes de las páginas se rompen y con ellos también se desprenden algunas palabras de la Tefilá. En este Sidur, en cambio, aunque se rompen los bordes, solo se dañan las letras pequeñas que rodean las palabras de la Tefilá; pero las palabras de la Tefilá mismas quedan intactas.

De aquí aprendió el josid una enseñanza en el servicio a Hashem:
Quien no estudia Jasidut y cumple las Mitzvot de manera seca, al sufrir alguna falla, el daño repercute directamente en su Torá y en sus Mitzvot —en su propio judaísmo. Pero aquel que estudia Jasidut y sirve a Hashem siguiendo aquellas sendas, incluso si, jas veshalom, sufre una caída o un defecto, lo que se ve afectado son solamente los detalles, los Hidurim, las añadiduras, el "Jsidus" que la rodea, mientras que la Torá y las Mitzvot mismas permanecerán intactas y enteras.

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Enseñanza práctica: #1. Así como las notas jasídicas en el sidur “absorbían” el desgaste en lugar de la Tefilá misma, el estudio de Jasidut y la vida en su espíritu actúan como un “escudo” en la vida del yehudí: incluso si hay tropiezos, estos no afectan el núcleo de la conexión con Hashem.

#2. A veces uno piensa que los 'comentarios' o los Hidurim agregados son innecesarios, pero justamente ellos protegen lo esencial. En la vida espiritual, los detalles, las costumbres y los Hidurim cumplen ese rol: rodean y cuidan lo central.

20 de Av - Yortzait (Yom Hilula) de Rab Levi Itzjak Schneerson ZTz"L



El gobierno comunista soviético estaba decidido a eliminar todo rastro de religión y creencia en Dios, Dios libre.

Así, perseguían y arrestaban a cualquiera que consideraran un obstáculo. Mediante el miedo y una red de espías, cualquiera lo suficientemente valiente como para permanecer fiel a su religión era "culpable" de propaganda antisoviética y era arrestado, exiliado o fusilado. Les preocupaban especialmente los "Schneerson", cualquiera vinculado a Jabad, sabiendo perfectamente que no podían influir en ellos para que siguieran su odiosa doctrina. Tras la partida del Rebe Anterior de Lubavitch de la Rusia Soviética en 1927, Rab Levi Itzjak Schneerson, conocido cariñosamente como Reb Leivik, descendiente directo del tercer Rebe de Lubavitch, el Tzemaj Tzedek, y padre del Rebe, continuó con valentía y abnegación guiando al pueblo judío.

Durante mucho tiempo, el gobierno soviético había estado vigilando minuciosamente las acciones del rabino Levi Itzjak Schneerson, rabino jefe de la ciudad de Yekatrinoslav. Una red de espías se había infiltrado en su sinagoga y vigilaba cada paso. De hecho, ya se había recopilado un amplio expediente de sus "delitos".

Hasta el momento, el rabino había logrado evitar sus garras. En cierta ocasión, el gobierno decidió realizar un censo en el que se preguntó a todos los ciudadanos soviéticos si creían en Dios. Debido al gran peligro que implicaba responder con sinceridad, muchos judíos, incluso los más observantes, habían planeado responder negativamente. Sin embargo, Reb Leivik no quería ni oír hablar de semejante cosa. Un judío no puede separarse de Dios ni por un instante, observó. Habló pública y apasionadamente sobre el tema en su sinagoga y animó a todos a responder honestamente que creían en Dios.

Cuando lo citaron a comparecer ante las autoridades y le preguntaron por qué actuaba contra el gobierno de esa manera, respondió inocentemente diciendo: “Cuando me enteré de que algunos judíos tenían la intención de mentir en el censo, simplemente hice mi trabajo como ciudadano soviético y los insté a decir la verdad”. Fue liberado.

Llegó el día en que Reb Leivik fue citado a juicio una vez más, acusado de realizar actividades judías en su casa. Esto estaba estrictamente prohibido y, de ser declarado culpable, el castigo era severo.

La aprensión del rabino no hizo más que aumentar al ver a los dos principales testigos de cargo. Se trataba del director de la unidad habitacional donde vivía, un joven judío, comunista declarado. Las autoridades le habían encomendado la tarea de vigilar las entradas y salidas de los residentes. Reb Leivik comprendió que él era la principal persona a la que querían espiar. El otro testigo era su vecina, cuyo marido era el jefe regional del partido comunista, encargado del transporte.

En realidad, el rabino Levi Itzjak tenía mucho lo que temer de estos dos testigos. Poco antes, una joven pareja judía, ambos empleados gubernamentales de alto rango, había aparecido repentinamente en su puerta en medio de la noche de incógnito y le había pedido que los casara acorde a la ley judía. Era una propuesta muy peligrosa. El rabino no solo no los conocía personalmente, sino que para celebrar una ceremonia judía bajo una  jupá, tendrían que estar presentes diez hombres judíos de confianza. En poco tiempo, nueve judíos se reunieron apresuradamente en la casa del rabino Levi Itzjak. Pero ¿dónde encontrar a un décimo? Sin otra opción, el rabino envió un mensajero para llamar al director del edificio. Cuando llegó, el rabino le dijo que lo necesitaban para servir como el décimo hombre para Minian en una ceremonia de matrimonio judía.

“¿Yo?” preguntó el hombre incrédulo.

"Sí, tú", respondió el rabino Levi Itzjak con seriedad. Sorprendentemente, el director accedió, y la boda clandestina se celebró.

El segundo testigo también había estado involucrado recientemente en una actividad que posiblemente lo implicaría. Un día, un mensajero secreto llegó a la casa del rabino y le informó que al día siguiente, el esposo de la mujer, un comunista de alto rango, estaría fuera por negocios desde la mañana hasta la noche. Sin embargo, el verdadero motivo de su ausencia era permitir que el rabino organizara un brit mila  para su hijo recién nacido. El rabino Levi Itzjak no sabía si estaba cayendo en una trampa, pero al día siguiente, el bebé fue ingresado en el Pacto de Abraham. Por la noche, el padre regresó a casa y armó un gran alboroto por el "terrible" acto cometido sin su conocimiento. Por lo tanto, era difícil predecir cómo declararían la vecina y el director de la vivienda ante el tribunal.

La tensión era grande al comenzar el juicio. El director del complejo de viviendas fue el primero en declarar:

“Como todos saben”, comenzó, “sé muy bien quién entra y sale del apartamento del rabino Schneerson. Pero las únicas visitas inusuales que he notado son dos parientes mayores que vienen de vez en cuando”.

Ahora era el turno del segundo testigo. «Como vecina del rabino Schneerson», testificó la mujer, «siempre supuse que, como líder espiritual, intentaría establecer contacto con miembros de su fe; por eso me sorprende no haber observado ninguna actividad ilegal en todo el tiempo que ha vivido al lado de mi casa».

De este incidente en particular, el rabino Levi Itzjak Schneerson salió ileso.


Desafortunadamente, las pruebas en su contra siguieron acumulándose hasta que en 1940, poco antes de Pésaj, fue encarcelado bajo cargos falsos de "enemigo del pueblo" y, tras sufrir torturas y sufrimientos en prisión, fue exiliado a Chili, Kazajistán, durante cinco años. Era una aldea muy primitiva donde era casi imposible conseguir las provisiones más básicas. Su leal esposa, la Rabanit Jana, se unió a él allí e hizo todo lo posible por hacerle la vida un poco más agradable. Gracias a sus esfuerzos, su noble esposo pudo escribir sus innovaciones en Torá al margen de los pocos libros sagrados que tenía. Estos fueron sacados clandestinamente de Rusia cuando la Rebetzin Jana se fue y fueron publicados por el Rebe. Los estudiosos de la Kábala los estudian y explican hasta el día de hoy.

Tras una larga y debilitante enfermedad, Reb Leivik devolvió su alma santa y pura a su Creador el 20 de  Menajem Av de 5704 – 1944. Fue enterrado en Alma-Ata (Almaty), donde, hasta el día de hoy, acuden cientos de Jasidim para rezar en su lugar de sepultura.



Adaptado de L'Chaim #1682

La respuesta del Rebe al Mashpia que iba a juntar fondos - Tzedaká cuando cuesta

Reb Nissan Nemenov era el mashpía de Tomjei Tmimim en Brunoy, Francia. Además, también se desempeñó como Menahel de la Ieshivá y, en consecuencia, tuvo que asumir también la responsabilidad financiera. Por lo tanto, cuando viajaba al Rebe para Iud-Tet Kislev, se quedaba todo el mes de Kislev y visitaba distintas ciudades en EEUU y Canadá para recaudar fondos para la ieshivá.

En un Yejidut, le dijo al Rebe que a veces sucede que llega a la casa de una persona y le pide una donación para la ieshivá, pero percibe que la persona se está forzando a dar, y siente, o intuye, que al menos en ese momento, la persona está ajustada y realmente no dispone de ello. Entonces se siente mal, ya que está presionando a alguien para que done dinero a Tzedaká, mientras que esa persona quizá no cuenta con dinero extra.

En esencia, estaba preguntando qué debía hacer la próxima vez que se encontrara en esa situación: debía pedirle a la persona que apoye económicamente a la ieshivá o no.

El Rebe respondió: “Ober, fundestvegn, Ir Tut Im a Toibo" Pero, de todos modos, le estás haciendo un favor a la persona” \[es decir, que debía seguir pidiendo].

Cuando escuché esto en un farbrenguen, se dio un debate respecto a cuál era exactamente el favor que se le estaba haciendo a la persona.

En conclusión, puede explicarse de diversas maneras. Aquí mencionaré dos, que en realidad pueden ser una sola.

En Parshat Vaikrá, el pasuk dice: 
"וְנֶפֶשׁ כִּי תַקְרִיב קָרְבַּן מִנְחָה לַה'..."
“Y cuando un alma ofrezca una ofrenda Minjá de harina…”. Rashí señala que únicamente en la ofrenda de harina dice el Pasuk que “un alma” la trae, pero no cuando una persona trae un ave (paloma o tórtola), ni siquiera cuando trae un animal. Y explica que, dado que le es difícil a la persona pobre traer incluso una ofrenda de harina, la Torá lo considera como si hubiera ofrecido su Nefesh, su propia vida.

Lo mismo aplica aquí: cuando una persona que está pasando necesidades, pero aun así da Tzedaká, Hashem lo considera como si hubiera dado mucho más que dinero; ha dado su vida, y por ello es recompensado en consecuencia.

Hay otra manera de explicarlo: Nuestros Sabios nos enseñan que Hashem nos paga “medida por medida”. Por lo tanto, la manera en que uno actúa con los demás es la manera en que Hashem actuará con uno.

Así, cuando una persona va más allá de sus posibilidades, Hashem también le dará más de lo que merece. En terminología jasídica, esto se llama “por encima de la naturaleza”, ¡Lemala Mimedidá Vehagbala!

15 de Av - Fenomenal historia de Reb Yom Tev Erlij, el Rebe y un Shiduj desde el Cielo

Reb Yom Tov Ehrlij, un jasid Karliner, fue un renombrado músico jasídico, compositor, letrista y artista discográfico, conocido especialmente por sus álbumes de música en idish.

Nacido en 1914, en el año 1950 todavía no estaba casado y seguía teniendo dificultades para encontrar shiduj (su pareja).

Ese año, alguien le sugirió que fuera al Rebe de Lubavitch en busca de consejo. “¿Para qué?”, respondió, “el Rebe falleció recientemente [refiriéndose al Rebe Anterior]; ¿cómo se supone que voy a hablar con él?”

Le sugirieron que fuera en su lugar al yerno del Rebe, Rabí Menajem Mendel Schneerson (conocido entonces por el acrónimo de su nombre, Ramash, pues todavía no había aceptado formalmente la responsabilidad de ser el séptimo Rebe, aunque muchos ya se relacionaban con él de esa manera).

Él llegó, golpeó la puerta de la oficina del Ramash y entró—como era la costumbre en ese momento en 5710 [1950], cuando todavía no había tantas personas buscando al nuevo y reciente Rebe — y le explicó su problema. “Rebe, me estoy haciendo grande, pasa el tiempo pero no logro encontrar esposa, aunque muchas personas han intentado ayudarme. ¿Qué debo hacer?”

El Ramash escuchó atentamente. Luego le dijo: “Bai unz, der minheg is tzu shraib di bakosho in a Tzetl" Entre nosotros la costumbre es escribir el pedido, [plasmarlo en tinta sobre papel]. Deme una lapicera, y yo se lo escribiré.”

Reb Yom Tev palpó su saco, buscó en todos los bolsillos de sus pantalones y revisó el bolsillo de su camisa. No tenía consigo una birome, aunque pensaba que quizá había traído una.

“No hay problema,” dijo el Rebe con una sonrisa. “Simplemente salga afuera, pídale a alguien una y luego regrese, y yo escribiré la bakosho.”

Así que Reb Yom Tev fue al Zal [el Shul principal], miró alrededor y le pidió a una persona que parecía adecuada una lapicera. Luego regresó al Rebe, quien escribió el Tzetl y le devolvió la lapicera.

Reb Yom Tov volvió entonces al Shul y le devolvió la lapicera a su dueño. Pero éste—un anciano de Polonia—no lo dejó ahí. Tenía bastante curiosidad. Habiendo notado que Reb Yom Tov venía de la oficina del Rebe, le preguntó: “¿Qué pasó ahí dentro? ¿Por qué necesitaste pedirme prestada una lapicera?”

Reb Yom Tov le respondió: “Estuve en lo del Rebe, y allí no había lapicera, así que te pedí una prestada.”

El hombre se mostró confundido. Sus cejas se alzaron con asombro. “El Ramash está sentado  escribiendo pensamientos de Torá, comentarios y respuestas a cartas durante todo el día. ¿Cómo es posible que no tenga una lapicera? ¡Algo más profundo debe estar pasando! ¿Qué le pediste?”

Aunque sintiéndose un poco avergonzado, Reb Yom Tov compartió su dificultad: ya tenía 36 años, pero seguía experimentando grandes problemas para encontrar una pareja apropiada.

De pronto la expresión del anciano cambió. Sus ojos se iluminaron con reconocimiento, como si piezas de un rompecabezas se acomodaran delante de sus propios ojos. Lentamente dijo: “Quizá todo este asunto de la lapicera no fue solo una coincidencia—¡creo que el Rebe sabía exactamente lo que estaba haciendo! Yo tengo mi hija mayor soltera, y también he estado luchándola bastante para encontrarle pareja. Ya vengo bastante preocupado desde hace tiempo. ¡Seguramente este Shiduj es precisamente lo que el Rebe tenía en mente!”

Y, efectivamente, Reb Yom Tov Ehrlij terminó casándose con Jana, la hija de este hombre.

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Fuente: Yerajmiel Tilles. Contado por Reb Sholom Dov-Ber Gurkow, Rosh Yeshivá de la Yeshivá Beis Shalom en Postville, Iowa, quien también atestiguó que Rab Shalom-Leib Eisenbaj de Montreal viajó especialmente a Williamsburg para preguntarle a la familia, y ellos confirmaron la historia.

*

Una de las enseñanzas que se pueden aprender de esta historia:

Una y otra vez vemos que el mejor casamentero no siempre es un shadjan profesional o una aplicación de citas, sino la Hashgaja Pratit.
A veces, cuando algo aparentemente “falta” o no sale como planeamos —como la lapicera que no tenía — en realidad es parte exacta de la guía de Hashem para conducirnos al lugar y momento precisos donde debemos estar.

En Jabad se enseña que no hay detalle que sea casualidad: incluso la falta de una simple lapicera es Hashgajá Pratit exacta, diseñada para unir dos almas que desde la creación fueron destinadas una para la otra; el Rebe actúa como canal de esta unión, aun sin palabras explícitas

Tisha Beav y el mensaje de Reb Shmuel Munkes

Reb Shmuel Munkes, uno de los jasidim más cercanos al Alter Rebe, era famoso por su carácter alegre y por sus bromas… pero también por su corazón puro y su devoción sincera.

En una ocasión, durante la lectura de Meguilat Eijá en Tishá Beav, Reb Shmuel comenzó a arrojar behrelaj —unas pequeñas semillas espinosas— a los abrigos y barbas de los jasidim. Estos se removían incómodos y algunos reprimían sonrisas, mientras otros estaban molestos por la aparente falta de seriedad en un momento tan solemne.

Quien más se indignó fue nada menos que Rab Shlomo Karliner, colega del Alter Rebe en su juventud y un gran tzadik y líder jasídico [quien resultó estar aquel año en Tisha Beav en lo del Alter Rebe, y resultó que le cayó uno de estos berelaj en su barba]. Molesto, se acercó al Alter Rebe y le dijo:
—Rebe, ¡por gente como esta (señalando al jasid y discípulo del Alter Rebe) fue que se destruyó el Beit Hamikdash!

El Alter Rebe no respondió nada en el momento. A la mañana siguiente, en pleno Tishá Beav, invitó a Rab Shlomo a salir con él a las afueras de la ciudad. Al llegar al bosque, divisaron a lo lejos a un jasid sentado en el suelo, de espaldas, sumido en una profunda congoja, lamentándose con sincera amargura por la destrucción del Beit Hamikdash.

Conmovido por la escena, Rab Shlomo exclamó:
—¡Por jasidim como este se reconstruirá el Beit Hamikdash!

El Alter Rebe se acercó y le dijo:
—Ven, acércate…

Al acercarse, Rab Shlomo descubrió que aquel jasid acongojado no era otro que Reb Shmuel Munkes, el mismo que la noche anterior había estado tirando behrelaj...

El Alter Rebe comentó:
—Es la misma persona. El que sabe hacer reír para elevar el ánimo, sabe también llorar desde lo más profundo de su corazón por la destrucción.

*

En esto está el secreto jasídico: el duelo sincero por lo que falta no contradice la alegría que nos sostiene. El josid llora de verdad en Tishá Beav, y baila con la misma verdad en Simjat Torá. Porque ambas vienen del mismo lugar: un corazón vivo, conectado a Hashem y esperando la Gueulá.

Una segunda enseñanza:
En Tishá Beav el duelo no debe llevarnos a una tristeza que nos hunda, sino a una tristeza que nos eleve. Por eso Reb Shmuel tiraba behrelaj, para recordar que incluso en el dolor hay que mantenerse en pie y con fuerza.

La alegría y la tristeza no se contradicen. El jasid puede llorar por la destrucción y al mismo tiempo evitar que la tristeza lo derrumbe.

Especial para Motzaei Shabat - El Baal Shem Tov moviendo "las fichas"


En una ocasión, Rab Mendel Futerfas compartió con sus alumnos la explicación jasídica sobre las tres bendiciones fundamentales que se piden del Cielo:
בני, חיי ומזוני
 *hijos, vida y sustento*. Contó [la conocida historia] que había un judío al que se le concedieron dos de ellas: salud y riqueza, pero deseaba intensamente tener hijos. El Baal Shem Tov le dijo que, si estaba dispuesto a ceder a toda su fortuna, podría recibir la bendición de tener descendencia. El hombre aceptó, y así comenzó a cumplirse la palabra del tzadik.

Entonces Rab Mendel pasó a relatar la historia completa:

Este judío se había hecho rico comerciando con madera. Poseía bosques, empleados que talaban árboles, los marcaban y amontonaban en un río congelado. Cuando llegaba el deshielo, los troncos flotaban hasta un sitio lejano, donde eran recogidos y trasladados a una fábrica de muebles.

Deseando con todo su corazón tener hijos, acudió al Baal Shem Tov, quien le dijo:
—Puedes tener hijos, si estás dispuesto a perder tu riqueza.
El hombre aceptó. El Baal Shem Tov le sugirió:
—Quizás deberías preguntarle a tu esposa primero.
El hombre regresó diciendo que su esposa también estaba de acuerdo. Entonces el Baal Shem Tov lo bendijo.

De regreso a casa, a mitad del camino, se detuvo en una posada y escuchó a dos judíos hablando [y sin conocerlo]:
—¿Oíste lo que le pasó a tal y tal, aquel hombre rico? Puso sus maderas en el río helado, pero anoche, de forma insólita, hubo un calor repentino, el hielo se derritió ¡y todo fue arrastrado! Perdió toda su madera.

El hombre, al oír esto, saltó de alegría y se puso a bailar. Los presentes lo miraban asombrados:
—¿Cómo puede alegrarse por la ruina de otro?

Más adelante, al seguir viaje, en otra posada, escuchó que su fábrica también había sido destruida por un incendio. Solo quedaron las máquinas de hierro, inservibles. Una vez más, bailó de felicidad.

Finalmente llegó a su casa, donde su esposa lo recibió con profundo dolor:
—¡Perdimos todo!
Pero él, con una sonrisa, le respondió:
— ¡Baruj Hashem! El Baal Shem Tov nos bendijo con hijos, y esta es la señal.

El tiempo pasó, y la pareja cayó en una pobreza extrema. Perdieron su hogar y se mudaron a la orilla del río, donde construyeron una choza con troncos abandonados. Sin embargo, un año después, nació su primer hijo. Luego vinieron más: uno, dos, gemelos… hasta que en diez años tuvieron diez hijos. Cada vez que la familia crecía, el hombre añadía un cuarto más con maderas viejas.

Para mantenerlos, el hombre salía a pedir limosna. Un día, el Baal Shem Tov llegó al pueblo. El hombre, avergonzado de su situación, fue al Shul y se escondió detrás de todos, cubriéndose la cara. Pero el Baal Shem Tov lo reconoció y lo mandó llamar.
—¿Cómo están tus hijos? —le preguntó.
—Gracias a su Broje, tengo diez hijos. ¡No tengo palabras para agradecerle!

—¿Tienes alguna otra necesidad?
—Baruj Hashem, estoy conforme… aunque a veces no tenemos ni para comer durante la semana, ni para Shabat.

El Baal Shem Tov le aconsejó:
—Deja un poco de dinero a tu esposa y viaja a Minsk, donde nadie te conozca. Quizás allí se abra para ti un nuevo canal de bendición.

El hombre obedeció. Viajó a Minsk y llegó en vísperas de Shabat. Fue al Shul, y allí un hombre rico lo invitó a su lujosa casa. Alfombras, vajilla elegante, comida abundante… pero los rostros del dueño, su esposa y su hija mostraban tristeza.

Durante la cena, el pobre hombre preguntó:
—¿Por qué están tan abatidos?
—Nuestra única hija, no logra casarse —respondió el anfitrión—. Tres shidujim (compromisos) fallidos. El primero fue reclutado y nunca regresó. Otro falleció. El último, perdió la cordura. Nadie quiere saber de ella.

El pobre le contó su historia:
—Yo era muy rico. El Baal Shem Tov me ofreció hijos a cambio de mis bienes. Hoy, vivo de limosnas, pero tengo diez hijos. Mi consejo: ve al Baal Shem Tov y pídele una Brajá.

Ambos partieron al día siguiente. El rico le relató al Baal Shem Tov su historia. El Tzadik respondió:
—Cuando vuelvas a casa, tu hija ya tendrá su Shiduj. Y quiero que le entregues al pobre el dinero que sea necesario para su casamiento.

Así fue. Al regresar, su esposa lo recibió emocionada:
—¡El primer novio volvió! Fue dado de baja del ejército.  Sigue siendoun buen judío y supo mantenerse durante todo este tiempo como observante y yere Shamaim, ¡ya fijamos la fecha de la boda!

En la boda, donde estaban invitados ricos y pobres, el hombre vio al Baal Shem Tov y le agradeció de corazón.
—¿Le diste al pobre el dinero?
—Sí, le di mil rublos.
—No es suficiente.
—Entonces le doy diez mil.
—Tampoco.
—¡Cincuenta mil!
—Aún no.
—¡Cien mil!
—No es suficiente. ¿Cuánto valen todas tus propiedades?
—Unos cinco millones de rublos.
—Dale la mitad.

El rico quedó atónito.
—¡Eso es una fortuna! Tendría que vender gran parte de mis bienes.

El Baal Shem Tov le preguntó:
— Cuéntame, ¿Cómo te hiciste rico?

El hombre contó:
—En realidad fui toda la vida un hombre muy pobre; un buen día estaba deprimido, sin haber recogido limosnas. Caminaba junto al río, vi una viga flotando. La saqué, la vendí. Luego aparecieron más, las vendí también. Hice un buen dinero con las ventas. Me enteré de una fábrica quemada, compré las máquinas y comencé a producir muebles. Así es que me enriquecí y es que hoy cuento con toda esta fortuna.

El Baal Shem Tov le dijo:
— Toda tu riqueza te llegó gracias a este hombre. Él perdió su madera y tú la recogiste. Le compraste sus máquinas cuando ya no podía usarlas. Dale la mitad de tu fortuna. Seguirás siendo rico, él también prosperará nuevamente, y así todo quedará restaurado.

*

Así es como los Tzadikim "manejan y mueven los hilos" en el mundo, concluyó Rab Mendel.



Fuente: Contado por Rav Tuvia Bolton. Impreso en "Hatomim", Tamuz 5785
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