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martes, 23 de mayo de 2023

La Broje en Shavuot al gentil

Las Seudot de Melave Malka que llevaba a cabo Rab Yeshaya de Korostir cada Motzei Shabat eran algo que daba para hablar. Los yehudim acudían en masa a Kerestir desde toda Hungría, y durante los Shabatot de invierno se apresuraban apenas terminaba el Shabat, después de Havdalá, a tomar el tren y para cuando llegaban, incluso a medianoche, se sentaban a participar de una Seudá muy especial, trasladándose a una atmósfera y deleite de otro mundo. Fue una de estas noches de Motzei Shabat, que Rabi Yeshaya mencionó y recordó a su venerado Rebe, Rab Tzvi Hirsh de Liska, y dijo: "A veces vemos milagros visibles que realiza un Tzadik, pero a los ojos físicos las cosas parecen ser naturales y evidentes." Y contó el siguiente Maise, el cual presenció con sus propios ojos durante la época que estuvo sirviendo y asistiendo a su Rebe.

Un día, llegó una mujer con el corazón quebrado al Rebe de Liska, y entre llantos le volcó su corazón. Estaba tan apenada que apenas logró sacar una frase de su boca: "Por favor, hagan que recupere a mi marido que me fue arrebatado." Después de recuperar un poco la compostura, la mujer le contó que su esposo había sido arrestado por la policía y encarcelado en la prisión de Kalev. Al escuchar el lugar de su encarcelamiento, el rostro del Rebe se iluminó e inmediatamente le ordenó: "Dirígete a la cárcel y dile al gerente y director de la prisión que el Rebe de Liska le está pidiendo que libere a tu esposo de la prisión." Mientras la mujer intenta digerir las palabras del Rebe, los familiares le aconsejaron que asuma las palabras tal cual y que creyera en ellas con total fe. No le era fácil a ella asumir las instrucciones del Rebe, ya que la llenaba el temor y la preocupación que también ella sera encarcelada por osar reclamar etc., pero ella se fortaleció en su Emunat Tsadikim y fue a la ciudad de Kalev. Durante un rato la mujer deambuló por la prisión sin saber qué debía hacer, hasta que de pronto un hombre fornido se paró frente a ella, y con voz firme le pidió una explicación por su deambular por el lugar, "¿A quién buscas?" preguntó el hombre, y con voz temblorosa ella respondió: "Al gerente y director de la prisión." Para su sorpresa, este hombre se presentó como el director del lugar, y ella vio en esto una señal del cielo. "El Rebe de Liska me envió, para que liberaras a mi esposo." Estaba segura de que el ministro estallaría en una risa divertida ante su inocente petición. Para su sorpresa, el funcionario le ordenó que se parara junto a la puerta de la prisión y le señalara a su marido, comentando: "¡Qué mérito! ¡Que el Tzadik de Liska me pida un favor!" Dio órdenes que sea liberado de inmediato, le devuelve todas sus posesiones e incluso le otorga una suma de dinero para tener que puedan viajar a casa.

"Y ahora les diré cómo mi Rebe conoció a aquel ministro, y por qué este estaba tan ansioso y gustoso de concederle su pedido", dijo Rabi Yeshaya y continuó contando. 
Este ministro cuando era joven vivía en un pequeño pueblo cerca de Liska, y siempre padeció hambre. Su infancia fue muy difícil, lo trataban mal, y los únicos en los que encontró un oído atento y algo tranquilizador eran los judíos del pueblo. Con ellos, él era como 'el Shabes Goi', y solía ayudarlos a cortar leña y extraer agua, y recibía de ellos a cambio un poco de comida para revivir su alma. Fue en la víspera de la Fiesta de Shavuot, cuando algunos de los habitantes del pueblo conversaban acerca de su próximo viaje a la ciudad de Liska, para la fiesta de Matan Torá en lo del Tzadik. Este joven se llenó de curiosidad por conocer esa experiencia de la que tanto se hablaba. "¿Quizás necesiten alguien que los ayude con el cuidado de la carreta y los caballos en los días de fiesta?", el joven les ofreció al grupo, y ellos aceptaron con entusiasmo la oferta, y lo invitaron a sumarse al viaje. Hizo efectivamente su trabajo durante los primeros días en Liska, pero de vez en cuando curiosamente espiaba a los judíos sentados en el Gran Shul, y se quedó atónito al verlos despiertos toda la noche encorvados sobre grandes libros, estudiando y rezando, y compartiendo algunas comidas. Un mundo nuevo e interesante se reveló ante él, y su corazón quedó especialmente cautivado por la personalidad del Rebe, de quien tanto escuchó. Su curiosidad aumentó al final del Yom tov, cuando toda la gente entraba a lo del Tzadik, y salían con rostros felices y tranquilos. Encontró entonces una oportunidad y decidió hablar también con el Tzadik. "¿Con qué te gustaría ser bendecido"? le preguntó el Rebe, y el joven respondió: "Estoy pidiendo una bendición para ganarme la vida, porque estoy harto de la pobreza en la cual vivo." Al escuchar la solicitud, el Rebe le sugirió que buscara un medio de sustento respetable, pero él respondió que había probado suerte y no le llegó. ¿No deberías revisar en los periódicos si hay un puesto adecuado para ti?" Y él respondió: "También ya lo hice, y solo encontré un aviso. En la ciudad de Kalev, están buscando a una persona decente y enérgica que pueda administrar la prisión local, pero soy una persona simple, sin experiencia y no me veo adecuado para ese gran puesto. "Oye mi consejo y ve a Kalev, y te bendigo para que te ganes el puesto." La bendición del Rebe fortaleció al joven, y probó suerte. Y, de hecho, sucedió lo increíble, fue aceptado de inmediato en el importante puesto. No pasaron muchos días, y ya se las arregló para amasar una importante fortuna, principalmente de los pagos de soborno que los visitantes le daban por visitar y encontrarse con los encarcelados. Un día, le envió al Rebe de Liska una carreta llena de todo tipo de regalos, pero el Tzadik se negó a tomar siquiera un solo centavo de él, como era su costumbre de no tomar nada de alguien que no sea yehudi. Todas las súplicas del hombre fueron en vano para que el Tzadik reciba como aprecio de agradecimiento, y finalmente el el rabino accedió a una cosa: “Prométeme que a su debido tiempo si necesitare un favor, me vas a ayudar y concederás mi pedido”, y el funcionario le aseguró que así lo haría, sin dudarlo. "Y aquí ha llegado la oportunidad", termina Rab Yeshaye su fabuloso relato. "En mérito de la Brajá que le concedió el Rebe entonces, pudo salvar a un yehudi y hacerlo regresar a su hogar".

Fuente: "Shabes Tish"

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