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martes, 21 de mayo de 2024

Un susurro en el momento justo - Pesaj Sheini

Todos en la ciudad estaban vestidos con sus mejores ropas festivas en honor a la gran ocasión. Invitados de estirpe y honor llegaban de todas partes de la región. No todos los días, ni siquiera todos los años, se producía un acontecimiento tan trascendental: el mismísimo Baal Shem Tov había llegado, acompañando a uno de sus nietos cuya boda se celebraría ese día.

Comenzó la procesión nupcial. El Baal Shem Tov caminaba lentamente a la cabeza, el novio a su lado y la gente del pueblo ataviada con sus mejores galas siguiéndolo.

A medida que la procesión se acercaba al lugar de la jupá se toparon en la calle principal con un judío solitario en una carreta, un extraño que nadie reconoció. Nadie tampoco le prestó mucha atención. Entonces, para sorpresa de todos, el Baal Shem Tov detuvo repentinamente la procesión y se desvió para acercarse a la carreta. Le susurró algo al oído y sólo entonces, luego de un breve intercambio, regresó rápidamente a su lugar y le extendió su brazo al novio.

El hombre en la carreta parecía y se veía como un yehudí sencillo, pero los jasidim presentes estaban convencidos de que debía ser uno de los Tzadikim ocultos. Después de todo, ¿no había retrasado el santo Rebe la boda únicamente para intercambiar algunas palabras con él?

Pero ahora estaba la boda. La alegría y el clima esa noche fueron extraordinarios. Todos se dejaron llevar por la celebración, como si se hubieran cortado sus lazos con este mundo bajo y burdo.

Al día siguiente, los jasidim recordaban el extraño suceso de la noche anterior y sintieron curiosidad por saber la identidad del tzadik desconocido con quien el Baal Shem Tov se había molestado en interactuar en un momento tan preciado. Luego de indagar un poco, descubrieron en qué posada se hospedaba y se apresuraron allí con la esperanza de que accediera a hablar con ellos. Quizás incluso revelaría lo que el Baal Shem Tov había susurrado.

"Shalom Aleijem, Rebe", se dirigieron a él con sumo respeto.

"¿Rebe?" Reaccionó el hombre, pareciendo bastante sorprendido. "No soy ni un Rebe ni hijo de un Rebe."

"No hay necesidad de que te ocultes de nosotros, Rebe", insistieron los jasidim. "Sabemos la verdad. Si nuestro maestro retrasó la Jupá para confiarte secretos al oído, es obvio que eres un hombre santo."

"No soy ni un Tzadik ni un hombre santo", insistió el extraño. Parecía estresado mientras intentaba calmar el entusiasmo de los jasidim. "Su maestro habló conmigo algo estrictamente personal. Lo único que les puedo decir es una sola cosa: ¡Dichosos! Ustedes tienen un gran maestro. ¡Un gran Tzadik!"

Pero los jasidim no se rendirían tan fácilmente. "Cuéntanos, entonces, qué te dijo", clamaban.

Ahora se sentía notablemente incómodo. Tras muchas vacilaciones, finalmente se dio cuenta de que no podría librarse de ellos y accedió a contar su historia.

"Vivo en un pequeño pueblo. Mi mejor amigo desde la infancia vive en la casa enfrente a la mía. Es un vendedor ambulante de profesión; viaja periódicamente a todos los pueblos y asentamientos de nuestra zona, vendiendo artículos y mercancías diversas. Siempre que emprende su viaje por un largo tiempo, a su regreso los amigos y vecinos nos juntamos en su casa para darle la bienvenida.

Una vez, después de un viaje especialmente largo, me crucé para visitarlo. Yo fui el primero, como siempre, y la casa estaba vacía. Sus hijos jugaban en el patio y su esposa estaba ocupada en la cocina. Me dijeron que que no estaba en casa, que había salido y que volvería enseguida. Sintiendo el deseo de fumar mi pipa mientras esperaba, abrí el armario donde sabía que guardaba su tabaco. Lo primero que llamó mi atención fue su billetera, a la vista, estaba llena de dinero, todas las ganancias de su último viaje que usaría para pagar sus deudas, mantener a su familia y reinvertir en nuevas mercancías.

Me sorprendió que dejara su billetera tan expuesta y accesible. No estaba bien. Decidí darle una lección a mi amigo. Metí la billetera en mi bolsillo.

¡Cómo se sorprenderá cuando vea que falta! Sonreí para mis adentros. Eso le dará una lección, aprenderá a no ser tan descuidado. Por supuesto y desde luego, mi intención era devolvérsela de inmediato. Pero primero quería ver la expresión de su rostro.

Sin embargo, las cosas salieron muy diferentes de lo que esperaba. Cuando mi amigo regresó a casa y, para su sorpresa, descubrió que todo el dinero que había ganado con tanto esfuerzo se thabía esfumado, estalló en amargos gritos de desesperación. Su esposa cayó desmayada. Y toda la familia dando vuelta la casa en una búsqueda frenética, pero, por supuesto, en vano. Todos los amigos y vecinos que estaban llegando se hacían eco de la emoción y la tristeza que estaban pasando. Todo eso en unos instantes. De repente el evento en su casa parecía una casa de luto. Después de todo, mi broma no había resultado tan divertida. En lo absoluto. En tal atmósfera y con tanta gente alrededor, no tuve el coraje de confesar que yo era el responsable de todo este disturbio y crisis. Compuse mi cara como si no supiera nada y murmuré algunas palabras de condolencia a mi amigo, pensé que pronto le devolvería la billetera en una ocasión más adecuada, en un momento más tranquilo y cuando nadie me viera.

Pero un día siguió al otro, y la oportunidad que buscaba nunca se presentó. Mi amigo estaba luchando por llegar a un acuerdo con sus acreedores, quienes siempre parecían estar persiguiéndolo, y yo sabía que no podía devolverle el dinero en semejante circunstancias sin que todos me etiqueten como ladrón.

Pasaron así varios meses. Todavía tenía el dinero. Me encontré considerando seriamente las seductoras sugerencias de mi Yetzer Hará de invertir el dinero en alguna empresa rentable. Luego, cuando devolviera el dinero, podría agregar un extra apropiado que ahorraría especialmente para él. Pero, ¿cómo podría hacer eso en mi ciudad, donde todos me conocen y conocen mi situación? Si de repente emprendiera un negocio con tanto capital inicial inmediatamente despertaría sospechas.

Me di cuenta de que tenía que mudarme temporalmente a un lugar lejano. Alquilé una carreta y partí, con la cabeza llena de todo tipo de planes, llegando aquí justo en el momento de la boda."

Después de unos momentos de pausa, el hombre reanudó su historia: "Cuando tu Rebe me vio anoche, se me acercó y me susurró al oído: "No es demasiado tarde para rectificar tu error. Vuelve a casa y devuelve inmediatamente el dinero. Te prometo que tu amigo te creerá y no pensará que pretendías robártelo. Si es necesario, incluso iré yo mismo y testificaré acerca de tus verdaderos motivos. Pero ten cuidado: si te demoras más, puede que sea demasiado tarde."

"Con sus palabras, sentí como si un enorme peso se quitara de mi corazón. Pasé la noche aquí y ahora me dispongo a volver directamente a casa y hacer exactamente lo que él me dijo."

Fuente: Yerajmiel Tilles

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